Esta es una afirmación esencial para quien no está dispuesto a esperar a la próxima encarnación o a la vida en otra dimensión para alcanzar la felicidad.
Muchas personas, por increíble que parezca, no creen que hayamos venido aquí para ser felices. Están totalmente convencidas de que somos pecadores y tenemos que soportar el sufrimiento con resignación, y aceptarlo tranquilamente como única posibilidad de esta vida.
Es innegable que pruebas y dificultades forman parte de nuestra trayectoria, al fin y al cabo hacer el camino de vuelta a nuestro origen divino no es nada fácil. Exige disciplina y, sobre todo, mucha voluntad.
Pero lo que debe motivarnos en ese viaje es la convicción absoluta de que aunque todavía no seamos unos iluminados, podemos tener la felicidad posible ahora.
Mientras no estemos plenamente convencidos de que ella puede ser alcanzada, continuaremos buscando disculpas y justificativas para nuestra falta de coraje.
Ir al encuentro de la felicidad exige, a veces, actitudes osadas, que van contra muchas de las normas vigentes en la sociedad. El enjuiciamiento es inevitable y, para enfrentarlo, es preciso un amor propio inquebrantable y la convicción de que somos merecedores de lo mejor que la vida tiene para ofrecer.
Contentarse con un destino mediocre y abrir mano de aquello que tu alma desea realizar puede no solo alejar cualquier posibilidad de felicidad, sino crear un estado de desequilibrio tan intenso que las dolencias físicas serán una consecuencia inevitable.
Pocos son los que se disponen a abrir mano de una vida cómoda y segura, para entrar en el peligroso camino del autodescubrimiento, aceptando ser fieles por encima de todo a su propia verdad.
Como dicen los Maestros, no hay modo de llegar al amanecer y encontrar la luz del sol, sin atravesar la oscuridad. Cada uno de nosotros sabe exactamente de qué necesita para ser feliz. Pero si la elección no se hace conscientemente, acabaremos retrocediendo por miedo al enjuiciamiento y rechazo del mundo.
…Haz lo que tu naturaleza desea hacer, lo que tus cualidades intrínsecas anhelan hacer. No des oídos a las escrituras. Oye a tu propio corazón; esa es la única escritura que prescribo. Oye con mucha atención, con mucha consciencia, y nunca estarás equivocado. Oyendo a tu corazón, nunca quedarás dividido. Al escuchar a tu corazón, empezarás a tomar la dirección correcta, sin jamás pensar en lo que pueda estar bien o mal.
Síguelo de cualquier manera y ve a donde quiera que te lleve. Él a veces te colocará frente a peligros – pero recuerda que, en esos casos, algunos peligros son necesarios para tu maduración.
Otras veces, el corazón te llevará a extraviarte – recuerda, una vez más, que esos extravíos forman parte del crecimiento. Muchas veces tú caerás. Ponte en pie nuevamente, pues así es como uno se fortalece – cayendo y levantándose otra vez. Es así como te conviertes en una persona integrada.
Nunca sigas reglas impuestas… No seas un imitador, sé siempre original. No te conviertas en una copia. La vida es una danza si eres original – ese es tu destino.
…La vida pasa demasiado deprisa – es dinámica, no estática. No es una charca estancada… nunca es la misma en dos momentos consecutivos.
…Yo te enseño una ley intrínseca de la vida: obedece a tu propio yo, sé una luz para ti mismo… El único modo de ponerte en contacto con la vida, de no quedarte atrás es tener un corazón destituido de culpa, un corazón inocente.
Publicado dia 5/11/2009 5:21:47 PM em STUM WORLD
