Las enseñanzas de la Cábala afirman que cuando una persona muere, toda la Luz que había logrado revelar a lo largo de su encarnación vuelve a esparcirse por el universo del cual forma parte. Muchos ‘grandes hombres’ ya han esparcido su Luz al morir, y pienso principalmente en los seres iluminados como Buda o Jesús, y también en otros menos reverenciados (como Gandhi, Allan Kardec, Dalai Lama, por ejemplo); todos los santos católicos, los grandes mártires, los avatares de todas las épocas han sido transmisores de Luz, generadores de sabiduría y de iluminación para la humanidad. Entre ellos recuerdo a Ray Simón Bar Yochai, autor del Zohar, libro sagrado de los judíos. Pero la lista no tiene fin y espero que nadie me tome a mal si he olvidado nombrar a algún iluminado. Todos esos seres que han surgido a lo largo de la historia han venido siempre con una misión importante: difundir la Luz de la Sabiduría entre los hombres.
Yo imagino a esas personas como estrellas, como pequeños o grandes ‘soles’ que con su Luz interior irradian calor, felicidad, energía, y, sobre todo, amor a su alrededor. Cuando nos conectamos en oración o en pensamiento con uno de ellos, estamos en cierta forma recibiendo los beneficios de su Luz, como si, al entrar en un cuarto oscuro encendiésemos una lámpara. Pequeña o grande, la lámpara siempre nos dará su Luz, gratuitamente. Esa Luz inmortal, que se reúne con el Gran Sol Central, esa Luz que no se apaga nunca, nos ayuda a iluminar nuestros pequeños ‘cuartos oscuros’ alejando los miedos, las angustias, los dolores y el sufrimiento.
Por esa razón debemos orar y meditar, para conectarnos con la Luz. Uno de los vicios que impiden a la Luz adentrarse en nuestra vida es el vicio de la Envidia. La envidia es fruto primeramente de un juicio equivocado: cuando conceptuamos como superior a otro y nos sentimos inferiores a él, estamos en poder de la Envidia. Ésta se considera uno de los siete pecados capitales. ¿Por qué siete? Porque siete son los planetas visibles a simple vista y a esos planetas la astrología les atribuye siete virtudes y siete pecados.
Esta semana el Sol ingresa en Géminis, tercer signo de la rueda zodiacal. Los nativos del signo de Géminis, signo del elemento Aire, regido por Mercurio, son seres comunicativos, curiosos, estudiosos, siempre en busca de conocimiento, de novedades, de información. Han almacenado en su mente todas las formas de saber, asimilan los conceptos con facilidad y están en movilidad constante, ‘dispersándose’ hacia todos los lados, como el propio elemento Aire. Los nativos de Géminis poseen además un gran sentido de orientación. Positivamente, son estudiosos, inteligentes, locuaces e intelectuales; negativamente, son dispersivos, no pueden estarse quietos, extravagantes, tercos y… envidiosos. Mercurio, el Dios mensajero de la mitología romana, era hermano de Apolo, el Dios Sol. Envidiaba la luz que éste emanaba y que él mismo no poseía, por ello lo envidiaba. Por ser astuto (la astucia es una de sus cualidades) procuraba de varias formas engatusar a su hermano con armadillas a fin de apoderarse de sus dones: percibiendo que Apolo era extremadamente vanidoso, no dejaba de adularlo siempre que podía. Cierto día le robó algunas ovejas a Apolo: éste se enfureció y corrió en pos de su hermano para pelear, pero Mercurio, sabiamente, empezó a elogiar la belleza de Apolo, añadiendo que era el más lindo Dios del Olimpo, que poseía una bellísima voz y que por ello le había hecho una lira (instrumento de sonido). Apolo, adulado y envanecido, le perdonó y le dio, no solamente las ovejas, sino además un don precioso que él poseía: el de adivinar el futuro. Como vemos, la astucia de Mercurio acabó por proporcionarle un beneficio. Cuando usamos nuestra mente para timar a los demás, para robarles lo que les pertenece, estamos cometiendo el pecado de envidia y, creedme, no siempre conseguimos salir beneficiados. ¡La mejora obtenida puede ser material y momentánea, pero a largo plazo estamos ciertamente creando un escudo negro en torno a nosotros que acabará impidiendo a la Luz entrar! Podemos aprovechar el mes de Géminis para analizar el uso que hacemos de nuestra capacidad mental. Podemos aprovechar para verificar si hemos creado en torno a nosotros un escudo de sombra, capaz de desviar la Luz de la Sabiduría. Podemos identificar el motivo de nuestra envidia, y si por culpa de ella acabamos por perjudicar a otros. Es cierto que no tenemos todo cuanto deseamos y que siempre habrá alguien que posee algo que no tenemos, pero, ¿seríamos felices realmente si poseyésemos todo? ¿Será que el otro, aquel a quien envidiamos, es realmente más feliz que nosotros? ¡Muchas veces encontramos a personas humildes que poseen una enorme Luz interior! ¡Y encontramos a personas de posición elevada, con bienes materiales en abundancia y que tienen el corazón negro!
Hagamos entonces esa reflexión durante esta primera semana de Géminis. Procuremos eliminar la envidia de nuestro corazón. ¿Habéis imaginado si la rosa quisiera tener el perfume del lirio, y el lirio quisiera tener el color de la rosa, qué gran confusión habría en nuestro jardín? ¡Dios hizo el jardín humano con las más bellas flores, los más bellos colores y las mejores cualidades, no destruyamos ese lindo jardín! Cada uno de nosotros ha de desarrollar sus propias cualidades, inherentes a su signo solar, a su signo lunar, a su ascendiente, en fin, a ser único que es. ¡El astrólogo afirma que no existen dos mapas iguales! Cada ser humano es único y nació en un momento cósmico absolutamente particular.
¡Fuera, Envidia!
Para reunir la Luz superior y vuestra propia Luz interior de manera a desarrollar vuestras cualidades y eliminar vuestros defectos, orad con el Salmo 93 que ayuda a convivir en paz con las otras personas, hace nacer en nosotros buenos sentimientos y nos impide sufrir por sentirnos inferiores o humillados.