¿Cuántas veces has sentido angustia, un dolor incontrolable en el pecho, un deseo inmenso de echar fuera lo que sentías, con la nítida sensación de que si no hablabas ibas a estallar, y te has dado cuenta de que no había nadie con quien hablar? O bien, ¿cuántas veces te has desahogado con alguien en quien confiabas y después todo aquello que habías confidenciado se convirtió en objeto de cotilleos o comentarios maldosos?
¿Te has dado cuenta de las infinitas veces que has buscado a alguien para hablar de lo que te estaba pasando, y era solo pararte a respirar y ya el otro venía contando su propia historia, dejándote con la sensación de no haber sido escuchado? Y en aquel momento solo necesitabas a alguien con sensibilidad, que te escuchase con atención para aliviar tu dolor.
La experiencia del otro incluso puede ayudar, pero lo que verdaderamente sucede es que todos están tan ansiosos por hablar, que ni siquiera perciben en qué momento deben callarse y solamente dejar, a quien ha acudido a ellos, un hombro para llorar. Lo último que tú querías era escuchar más problemas, puesto que en aquel momento ya se te hacía difícil soportar los tuyos ¿no es cierto?
Y tú, deseando tan solo alguien que te escuchase, has tenido que soportar enjuiciamientos, críticas y opiniones que ni siquiera habías pedido. Parece que el hecho de hablar da al otro el derecho de juzgar, de emitir opiniones, aun cuando no se le hayan solicitado.
Están además aquellos que nos conceden su silencio, pero no el silencio de apoyo que se demuestra en una mirada, en un estrecho abrazo; nos ofrecen aquel silencio que no hay otra forma de interpretar sino como desprecio, indiferencia, y acabamos sumando otro nuevo dolor, que produce en nosotros la impresión de que nuestros sentimientos no tienen valor alguno. Y hay que ver cuánto duele esto también.
Los sentimientos y emociones afectan a todo nuestro organismo, como todos sabemos.
Al ser algo abstracto, ya que no se pueden visualizar, muchas veces tenemos dificultad para identificarlos o comprenderlos y así, elaborarlos. Sentimos angustia, cansancio, una gran confusión que nos impide incluso pensar y, huimos. No queremos pensar y mucho menos enfrentarnos a ello, aunque fuese inconscientemente. Pero en seguida la angustia insiste en retornar como para recordarnos que hay algo mal resuelto dentro de nosotros.
En ese momento, muchas veces, el mejor amigo puede ser un papel en blanco… sí, eso es, una hoja en que puedes escribir todo cuanto sientes, sin enjuiciamientos; o bien en el computador, solo que toma tus precauciones para que otra persona no tenga acceso a esas anotaciones.
Cuando escribes lo que sientes, permites una conexión contigo mismo y con todo aquello que tienes de más valioso: tus sentimientos. Aunque nadie los respete o considere, tú debes respetarlos, y sobre todo, escucharlos.
Escribir sobre los propios sentimientos puede incluso mejorar la salud y ayudar en la remisión de muchos síntomas.
En un estudio llevado a cabo en la Universidad de Kansas, en los Estados Unidos, que acompañó durante tres meses a 180 mujeres en fase inicial de cáncer de mama, las conclusiones son claras. Fueron separadas en tres grupos. Uno escribió sobre el miedo a morir, el segundo sobre la aproximación de la familia y el último no escribió nada. Las que pasaron al papel sus sentimientos tuvieron menos de la mitad de los problemas físicos relacionados con el tratamiento. Pero no es preciso irnos muy lejos; todas las personas que atiendo en mi consultorio son orientadas a escribir sobre sus sentimientos. Está claro que tan solo una minoría pone en palabras lo que siente, pero son éstas las personas que más logran obtener control sobre sus emociones.
Al escribir adquieres ante todo auto-conocimiento. Puedes escribir lo que estás sintiendo en ese momento, o escribir sobre toda tu historia, principalmente momentos que han marcado tu vida. Esto aportará una comprensión más profunda de muchas situaciones que fueron puestas de lado, pero no por eso dejaron de hacer daño.
Puedes hacer un diario de emociones, anotando todo lo que sientes. Cuando vayas a escribir, no te preocupes con la caligrafía, acentos, puntuación; da oídos nada más a tus sentimientos, permitiéndote expresar solamente tu emoción. Al escribir tus sentimientos, estará activado el lado derecho de tu cerebro, que es la parte responsable por las emociones, mientras que al preocuparte de la letra, activarás el lado izquierdo, responsable por la razón, lo cual podría bloquear tus emociones. Por eso no te preocupes de nada, solo de poner en palabras lo que sientes.
Al comienzo será natural tener algo de dificultad, pero si dejas fluir todo lo que estés sintiendo, sin tratar de comprender o justificar, poco a poco percibirás que los sentimientos vendrán y tus dedos correrán sobre el papel o teclado con mucha facilidad. Si te encuentras muy confuso, podrás escribir lo que sientes separando por áreas tu vida, por ejemplo, profesional, financiera, afectiva, familiar, personal, pues muchas veces la confusión se instala cuando mezclamos todo.
Después de que tus emociones hayan sido puestas en el papel, podrás en otro momento en que te encuentres más calmado, leer lo que has escrito y analizar, ahora sí con la razón, sobre lo que estabas sintiendo. Eso hará que percibas más claramente tus sentimientos y también los motivos que los han despertado. Es como si organizases tu mente, equilibrando tu emoción con la razón. Podemos encontrar en las letras los motivos y la comprensión de los propios sentimientos. Puedes escribir además, si fuese el caso, a alguien con quien no consigues verbalizar lo que sientes, ya sea después de una disputa o tan solo para expresar tus sentimientos, sin pensar en entregar, tan solo para desahogar lo que sientes.
¡Pero escribir sirve ciertamente para conocerse! Descubrir lo que pensamos sobre nosotros mismos y también los sentimientos que despiertan dentro de nosotros aquellos con quienes convivimos eleva nuestra percepción de nosotros mismos. Es como un levantamiento de nuestras ideas y una auditoría en los sentimientos. Es una manera de comprometerse consigo mismo, transformando el razonamiento en palabras que pueden ser releídas, analizadas, sin defensas o fugas, que muchas veces se producen cuando quedan limitadas solamente a los pensamientos.
Pero toma precauciones para que nadie tenga acceso a tus anotaciones o diario. Después de todo analizado, podrás, si lo deseas, romper, estrujar, quemar, arrojar a la basura, eliminar o bien guardarlo para ir observando, cada vez que lo releas, tus propios progresos, tus conquistas, tu capacidad para superar obstáculos que a principio parecían insalvables.
Escribir es altamente terapéutico y se hace cada vez más fácil con la práctica. Tú solo sabrás si empezar. ¿Tienes una hoja de papel en blanco?...
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor