Hace pocas semanas tuvimos un evento pacífico (Parada Gay) que tenía por objetivo promover la expresión de individualidades por medio de grupos. Desgraciadamente, otro grupo con un tipo de visión diferente de esa realidad, acabó por agredir físicamente a uno de los participantes en la Parada, hasta causarle la muerte.
A lo largo de nuestra vida, la construcción de nuestro yo se ve altamente influenciada por todos los espacios en que transitamos, siendo que lo que más nos define como personas son las vivencias desde el inicio del nacimiento, primera infancia y juventud.
En cuanto a nuestro nacimiento, lo que cuenta es el ambiente. Dependiendo del tipo de afecto, establecimiento de límites y ritmos adecuados o no para el crecimiento del bebé, etc. La mente individual se formará y entenderá la vida conforme a experiencias que pueden ser tanto estructuradoras como desestabilizadoras.
En la adolescencia, tras esta breve pero importante primera estructuración del psiquismo, niños y niñas tienen la oportunidad de buscar una personalidad más auténtica. La intención es diferenciarse. Hacerse uno. Para ello, los adolescentes suelen andar en grupos que afirmen la conquista de esta supuesta nueva identidad independiente.
Tenemos innumerables ejemplos de grupos que promueven los más variados tipos de identidades. Son grupos que amplían y crean normas y reglas de conducta respecto de sí mismos como entidad grupal, normas y reglas en relación a los otros y, finalmente, en relación a la vida.
Es en este importante momento cuando los jóvenes suelen afiliarse a entidades religiosas, a grupos deportivos, equipos de fútbol, a grupos que solo hablan de Internet, grupos sobre videojuegos, entre tantos otros…
La gran cuestión es que en todos estos grupos, invariablemente, se crean reglas de conducta y de percepción de la realidad. En grupos más antiguos las reglas son conocidas y transmitidas a los novatos. Como ejemplo, podemos contar sobre los grupos religiosos en que los conceptos morales además de ser estudiados son vivenciados. En los grupos deportivos, suele pasar lo mismo y, en los demás, cada uno a su modo, con sus propias leyes, también acaba sucediendo la explanación y paso de sistemas con distintos valores.
En la mayoría de estos grupos, incluso teniendo en cuenta la variedad de su visión de mundo, parece que el objetivo es hacer un pacto con el mundo de la realidad. Se parte de una identidad grupal en que se buscan, de modo individual, temas para ser y estar en el mundo.
Sin embargo la cuestión puede volverse delicada en la medida en que estos jóvenes buscadores se encaminen hacia determinados grupos de conducta dudosa. Eso se debe a la inexperiencia frente a la propia vida. La mayoría de las veces son situaciones de encuentro con las que por casualidad se topan los jóvenes ya por influencia de conocidos o incluso de amigos.
Los jóvenes están expuestos al mundo, quieren salir del reducto familiar y deben hacerlo, pero todavía no están preparados, puesto que están en plena fase de formación de su identidad.
Todos sabemos qué cantidad de energía tienen los jóvenes. Tienen abundante energía física, sexual, agresiva y creativa. A cuenta de esta cuestión y por estar iniciándose en el mundo fuera del ambiente familiar, deben poner todo el cuidado y ser lo más abiertos posible con sus padres respecto de la elección de los grupos por los cuales se sienten atraídos o que ya frecuentan. Algunas veces, a lo largo de su fase inicial de vida, por haber inconscientemente comprendido de modo distorsionado cómo pueden expresar sus más diversas energías, o incluso por inexperiencia e inmadurez, muchos sin saberlo se vuelven presa fácil al asociarse a grupos sospechosos y de dudosa conducta.
Con mucho pesar relato que ya he recibido en mi clínica algunas historias de ese orden, en que padres trabajadores siquiera tenían conocimiento de las actividades clandestinas de sus hijos.
Una de las funciones de nuestro aparato psíquico es la de organizar un eje conductor que defina quiénes somos en medio de todas estas vivencias. Funcionamos de un modo asociativo en que todas nuestras vivencias se intercambian; y el resultado de ese montante está en el modo en cómo cada cual piensa sobre sí mismo y sobre la realidad en que vive. Así formamos nuestra identidad, nuestros conceptos.
Somos así. Entendemos la realidad a través de estos ejes conductores. Por atracción, semejante prefiere compartir con semejante las mismas ideas, los mismos ideales. La identidad individual se refuerza en ese tipo de conversaciones, y en medio de tantos tipos diferenciados de vivencias en pleno siglo XXI, corremos el riesgo de no afianzar una identidad única que nos proporcione un apaciguamiento interior, que nos defina como Uno.
Es muy probable que esa muchachada que busca medios violentos y reglas más rígidas de expresión grupal, en nombre de sentirse dueños de una identidad fuerte, en el fondo, sientan exactamente lo inverso. La identidad es frágil y hueca y permanece intentando a toda costa reafirmarse. Ya hemos visto suceder esto innumerables veces a lo largo de la historia. La tentativa de sentirse fortalecidos en su identidad, por la desesperación camuflada, se traduce en la expresión de variadas formas de violencia y de intolerancia a la libertad de expresión de la individualidad del otro. A partir de ahí, se decide que no gustan determinadas etnias, religiones, opciones sexuales, entre otras. En esta vertiente de la falta de identidad interior, la posibilidad de identificación con los grupos de los supuestos valentones es infinita y altamente peligrosa. Primero, porque allí se inventa una identidad reactiva que en modo alguno cubre la cuestión fundamental que es la de colmar saludablemente la esencia del ser. Segundo, porque la vida permanece en un ciclo vicioso girando en torno a reglas agresivas de violencia, con lógicas de las más absurdas, apenas y tan solo para que algunos jóvenes puedan descargar de modo distorsionado sus abundantes energías y tengan la ilusión de que poseen alguna identidad que los defina en el mundo.
Ser es completarse por dentro, tener un sentido sagrado y amoroso en todo cuanto se hace. Sentirse creativo en cualquier tipo de función constructiva que se haga. Esto puede ser lavar platos, leer y elaborar lo que se lee, en fin, como he dicho antes, todo cuanto se hace con intención constructiva.
Constantemente somos atropellados por ideas y anhelos de otros, ya sea del estado, de religiones, amigos, vecinos, net, o por nuestras lecturas. Podría aquí citar una infinidad de fundamentos que pueden adueñarse de nuestra identidad todavía no auto consciente, muchas veces promoviendo estragos inconmensurables, tanto en uno mismo como para con el otro.Aquí dejo una advertencia a los padres para que atiendan a sus hijos cuando éstos traen cualquier duda en sus mentes y que estos mismos padres puedan estar efectivamente junto a sus hijos orientándoles. Sabiendo que son la matriz. Y si por casualidad descubren algo sospechoso en la conducta de sus hijos, responsabilícense como padres, pero eviten la culpa excesiva que no conduce a nada. No somos así tan omnipotentes hasta el punto de evitar todo lo que no sea bueno. El mal existe y cabe a cada uno de nosotros el desarrollo de la responsabilidad personal para permanecer en lo que es ético. Y si necesario fuese, tener humildad para pedir ayuda.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
Publicado dia 6/26/2009 2:12:39 PM em STUM WORLD
