Muchas veces somos víctimas de agresiones de las cuales no siempre nos damos cuenta, y que con mucha frecuencia se producen entre padres e hijos, familias, parejas, personas que se aman, en fin, en las relaciones cotidianas. Muchas nos ocasionan culpabilidad, enfermedades, conflictos. Parece que es difícil percibir esas agresiones y principalmente las heridas que causan, pues en general solo se enfatiza la violencia física y explícita. Las agresiones silenciosas no siempre dejan marcas externas, físicas y visibles, pero logran dejar marcas eternas.
Mucha violencia velada se transmite en las familias en las entrelíneas de la comunicación diaria, mediante consejos, avisos y cuidados que nos impiden entrar en contacto con nosotros mismos y con nuestras necesidades. ¿Cuántas familias, aún en los días de hoy, enseñan que sentir y expresar sentimientos es signo de debilidad? ¿Cuántas veces no hemos sido o somos comparados con el hermano que es más inteligente y saca las mejores notas? ¿O entonces las críticas sobre lo que hacemos, que son constructivas y por “nuestro bien”? ¿Qué “bien” es ese, que nos recuerda a todo momento que todo lo que hacemos está equivocado? ¿Por qué es tan difícil elogiar al otro, dando valor a lo que hace bien? ¿Quizá porque vas a percibirlo como mejor? ¿Es más fácil solamente criticar?
¿Cuántas personas no perciben que continuamente agreden tal como han sido agredidas? ¿Cuántas otras no consienten el ser agredidas, incluso siendo adultas? ¿Cuántas personas por miedo permanecen encadenadas, sin motivación interior para cambiar, prefiriendo la postura de comodidad, el conformismo, la aceptación, aunque esto cause mucho más sufrimiento que el cambio en sí? ¿Por qué olvidamos que al nacer todos traemos dentro de nosotros el potencial para ser feliz y vivir en paz? El control y las manipulaciones están presentes para dominar las emociones del otro e, inconscientemente, limitar su crecimiento.
¿Serán conscientes algunos de cuánto han sido o son víctimas de la agresividad silenciosa o de cuánto reproducen esa misma agresividad sin darse cuenta? Digo víctimas, pues constantemente esto se hace a los críos. ¿Percibe el agresivo cuánto destruye a sí mismo y a todos los de su entorno? Muchas veces son personas tan destruidas por dentro que ni siquiera se dan cuenta del propio dolor o agresividad, pasando por alto esos comportamientos al considerarlos “normales”.
Las agresiones silenciosas son sutiles y no siempre fáciles de percibir, y por eso mismo, peligrosas. Muchas veces son simples gestos, miradas, que reprueban, censuran, juzgan. En muchos casos pueden originar enfermedades y casi siempre el que enferma en un grupo familiar, inconscientemente revela la enfermedad latente en su propio grupo, y es frecuentemente el que busca ayuda, no por ser el más enfermo como creen muchos, sino el más sensible. El peligro queda reforzado por el aspecto repetitivo de las actitudes agresivas, que hacen a los implicados acostumbrarse a tales actitudes, pudiendo ser consideradas normales, tanto por quien las hace como por quien las recibe. Muchas personas mantienen relaciones afectivas incluso cuando no hay respeto, cariño, afecto, con total desinterés por lo que hacen y principalmente por lo que sienten; tal como han sido tratadas durante su vida, y acabaron por acostumbrarse a esa realidad. No logrando identificar el origen, los patrones se repiten, pues no siempre hay conciencia de la agresión recibida. Lo cual puede llevarse al otro extremo, sentirse agredido incluso sin haberlo sido, interpretando erróneamente algunos hechos y procediendo asimismo de modo agresivo.
Un ejemplo muy simple, cuando se refieren a alguien como “pobrecito”, esto puede generar un sentimiento como de alguien incapaz de defenderse. O bien, cuando oímos: “lo hice por ti”, o “no me separé por ti”. A principio puede parecer una frase de alguien preocupado por nuestro bienestar, una aparente valoración, pero en realidad revela una provocación para que te sientas culpable, como si fuese: “mira cómo me sacrifico por ti”. O, cuando has intentado desahogarte y has sido juzgado en tus sentimientos, ¿cómo te has sentido? Una persona constantemente desvalorada en todo lo que hace, piensa o siente, tratada con indiferencia y desprecio, difícilmente creerá en sí misma. Y eso ¿no es una agresión silenciosa? Hay muchos otros ejemplos, basta recordar con atención frases oídas, gestos observados, preguntas o comentarios que nos constriñen o nos inducen a no reaccionar o no defendernos. Todo aquello que nos hiere, nos agrede, aunque no sea por la violencia explícita de bofetones y gritos, puede considerarse una agresión silenciosa.
Pasa mentalmente una película sobre tu vida y percibe cuántas agresiones silenciosas no claman hasta hoy, quizá después de años, dentro de ti. Percibe cuántas veces te has sentido agredido y al no reconocer ese hecho, aún consientes en serlo. El conocimiento de esas agresiones puede ser muy doloroso, pero ¿no será más doloroso y destructivo mantener esos patrones? Solo identificando tu sufrimiento podrás buscar soluciones y modificar aquello que consideras necesario que cambie. El dolor será mucho menor que continuar pasando por alto las agresiones que has sufrido o aún consientes sufrir.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor