“Aquellos a quienes el primoroso desarrollo espiritual ha brindado con la posibilidad de un vislumbre de futuro, pueden – ciertamente – comprender mis palabras. O incluso burlarse de ellas.
Los que no han tenido esa oportunidad también pueden hacerlo. Al fin y al cabo, son tan solo palabras de un humilde instructor, cuyo canal puede, en cualquier momento y con cualquier pretexto, ser duramente criticado, o desacreditado.
Me han pedido que comentase hoy sobre los acontecimientos del futuro próximo. Pese a comprender el por qué de que todos vosotros estéis siempre tan preocupados por conocer con antelación lo que el futuro os reserva, tengo que ser sincero. Tengo muy pocas ganas de hablar sobre los acontecimientos venideros, visto que ahora estoy más preocupado por lo que vosotros, queridos ((discípulos, aprendices espirituales)) chelas(*), estáis haciendo con vuestras vidas, en el presente.
Es cierto que los que pueden oírme, o mejor, leerme en este momento, juzgan ser los que menos necesitan de estas palabras mías.
Sin embargo se equivocan. Cada uno de los renglones que escribo ahora se destina a vosotros, seres amados, que os esquiváis por detrás de vuestro teclado.
Os amo. Os amo incondicionalmente, y no escatimo esfuerzos en la esperanza de veros crecer y manifestar vuestros propios dones.
Os amo tanto, que no puedo permanecer en silencio mientras os retrasáis en decidiros, considerando que tenéis todo el tiempo del mundo para realizar eso que tenéis que empezar ya.
¿Cómo he de haceros comprender que el tiempo es una ilusión, y que una vida se evapora tan deprisa, que cuando queráis abrir los ojos ya habréis perdido muchos ((eones: período de tiempo correspondiente a millones de años; el tiempo que le lleva a un alma completar un ciclo de manifestación en la materia)) eones(*), solamente aguardando el mejor momento, desperdiciando la oportunidad de emprender la misión a que os habíais dispuesto cuando os precipitasteis en la materia, impulsados por el deseo de manifestar las divinas cualidades?
¿Cuándo os daréis cuenta de que es más que llegada la hora de salir de vuestros confortables capullos y, como mariposas en la luz prodigiosa de la mañana, explorar todo el frescor de la realidad siempre renovada, aunque eterna, que existe por todas partes en torno a vosotros?
No me canso de intentar infundiros un poco más de coraje, de osadía, de desapego.
¿Cuánto aún tendré que esperar para que escuchéis vuestra propia voz interior y simplemente permitáis que ella hable por vosotros?
¿Qué cantidad o calidad de Luz tendremos aún que irradiar para que vuestros corazones se enardezcan, y abandonéis el viejo patrón del miedo a parecer débiles, ridículos o diferentes de lo que siempre habéis sido?
¿Qué hay de equivocado en permitir que las virtudes divinas se manifiesten y se hagan más poderosas que el ego, lleno de artificios e imperfecciones?
¿Acaso pensáis que seréis menos amados por aquellos que os rodean?
Yo os afirmo que no.
¿Acaso teméis perder aquello que consideráis vuestro más precioso bien, la brillante y adecuada razón?
Yo os digo que ninguno de aquellos a quienes os consideráis firmemente ligados dejará de prestaros apoyo y consideración. Y si dejasen de hacerlo, no habréis perdido gran cosa.
Pero no es propiamente para cubriros con un aluvión de lamentaciones por lo que busco contacto a través de este canal ahora.
Estoy aquí para decir que vuestro futuro depende únicamente de lo que hagáis de este momento, este mismo que estáis viviendo ahora, mientras ni siquiera os dais cuenta de la acción del prana, que entra y sale por vuestros pulmones.
Me comunico para afirmar que ningún oráculo podrá prever mejor lo que será del mañana que vosotros mismos, cada uno de vosotros.
Si no estáis dispuestos a vivenciar en el presente aquello que ya vuestro corazón sabe que debe ser realizado, de nada servirán previsiones dictadas por runas, cálculos cabalísticos, numerológicos o astrológicos.
¿Podéis imaginar a un paralítico, que habiendo sido milagrosamente curado por un Gran Maestro como Jesús – por ejemplo – y que habiéndole éste ordenado caminar y andar, continuase acostado, sin querer moverse?
Afirmo a cada uno de vosotros que el milagro ya ha sido realizado, en el momento mismo en que estáis frente a esta pantalla. El milagro está sucediendo y consiste únicamente en el hecho de que estéis, cada uno, de los miles que me leen, disponibles para compartir la Gran Aventura que es sentirse parte integrante del Universo.
El milagro está sucediendo cuando os hacéis conscientes de que lo que elegís en el presente determina todo lo que deberá ocurrir en el futuro, cercano o distante, a cada uno de vosotros y a toda la humanidad.
El Cristo, el Salvador, que todos esperan celebrar el 25 de diciembre, nace y renace cada día, dentro de cada uno de vosotros. Este es el milagro diario que todos debíamos siempre celebrar.
El milagro consiste en la llama que brilla en cada célula de cada cuerpo humano.
En la Luz de la Divina Presencia que fluye a través de vosotros.
¿Quién quiere transformarse en un ser iluminado? ¿Quién está dispuesto a ser un Defensor de la Vida, un Emisario de la Paz?
Entonces, amados, basta tan solo que aceptéis la realidad de que sois parte del Increado Ser Supremo, y que todo debéis hacer para mantener prendida, en el sagrado altar de vuestros corazones, la llama del Incondicional Amor Divino que, pese a toda desarmonía, insiste en brillar. Irradiando ese Amor, vivid, un día de cada vez, plenos de alegría, esperanza y Paz.
Yo saludo a todos y agradezco la oportunidad única de poder manifestarme.
De aquel que jamás habrá de abandonaros, en cualquier circunstancia, porque cree que Somos Todos Uno”,