El Sueño es un producto de nuestra psiquis. Se origina en una zona que podemos denominar “Más allá del ego” y, a groso modo, Inconsciente.
Somos por tanto, cuando menos, dobles. En analogía podemos decir que al Ego Consciente cabría el poder ejecutivo, o sea, EJERCER el comando de los actos en el mundo, mientras que LAS DEMÁS PARTES “deliberarían” – como en un congreso – sobre el sentido y la finalidad de nuestros actos y metas, informando al consciente acerca de sus decisiones.
De manera análoga al modo en como operamos conscientemente objetivando deseos, intereses o necesidades y aprendemos a concentrar nuestros pensamientos en finalidades específicas… del mismo modo, en nuestro cuerpo, otras funciones y sistemas DIRIGEN, EQUILIBRAN y CONTROLAN nuestras funciones vitales, sin que tengamos cualquier participación consciente o actitud personal sobre ello (Esa analogía ayuda mucho a comprender la autonomía de la acción del Inconsciente de cara a los mecanismos y controles del Consciente). Nadie necesita estar pensando en respirar, por ejemplo, o estar recordando al corazón que no puede dejar de palpitar.
El S. N. Simpático está para nuestro estado de vigilia al igual que el S. N. parasimpático está para nuestro estado de sueño. Hay una frontera bastante clara entre ellos – para algunos de nosotros demasiado clara – y la atravesamos cuando pasamos de la vigilia al sueño y nuevamente cuando volvemos del sueño a la vigilia. Dos mundos y un puente entre ellos. Dos universos y una conexión entre ellos. No en balde muchos de nosotros sufrimos para atravesarla y esta transición puede estar marcada por vértigos, miedo, resistencia, conflicto, etc. En este paso son frecuentes las disfunciones del sueño.
Los somníferos empujan a la persona al abismo, por decirlo así… y la inducen al sueño inmediatamente. Normalmente ninguno de nosotros necesita nada de esto para entrar en el sueño, pues la transición ocurre naturalmente dependiendo tan solo de que haya necesidad y oportunidad.