Cuanto más estudio a la radiestesia y más me dedico a ella, más me sorprende la inmensa cantidad de aplicaciones posibles y el bien que podemos proporcionar a nuestro prójimo.
El estudio de la radiestesia nos pone frente a un mundo fantástico que va expandiéndose a medida en que verificamos todo lo que se puede hacer con ella. Además de la cura del ambiente en que vivimos, que es fundamental, podemos además auxiliar en la cura de enfermedades; esto es lo que más fascina de la radiestesia.
Hace algunos meses, fui llamada para medir el apartamento de una chica, a quien hoy considero amiga, pues ella tanto se identificó y tanto la aplica en su vida que hoy se convirtió también en una propagadora de esta ciencia maravillosa. Empezó acudiendo a una conferencia mía, llamándome entonces para medir su apartamento.
Llevé a cabo toda la verificación del apartamento, identifiqué algunos puntos de energía nociva y apliqué la cura, a través de placas radiónicas; a continuación hicimos una verificación personal y propusimos también curas.
Todo lo que identifiqué y pedí que hiciese, fue prontamente atendido y hoy la energía de la muchacha es otra, además de los objetivos personales que viene alcanzando a medida que toda la energía, personal y del ambiente, viene siendo curada. Estuve hoy temprano en su casa, y he podido presenciar todo ese cambio y alegría en sus ojos, teniendo la seguridad de que todo quedará bien y ¡tal como ella desea!
La historia que sigue, que relato con autorización de esta persona, dueña de ese apartamento, es la de su gato Lugh. El día en que hice toda la medición y cura, casi no veía a su gato, que permanecía todo el tiempo retraído bajo la cama.
Ella entonces me preguntó si sería posible aplicar la radiestesia a la cura de su gato, y le pedí que me describiese lo que le pasaba.
Empezó el relato diciendo que había comprado a Lugh, un gato persa de color caramelo maravilloso, y realmente lindo, con dos meses y medio; y cuando llegó a los 8 meses empezó a tener serios problemas en el intestino. Lo llevó al veterinario y el primer diagnóstico fue que el problema de salud se lo producía algún tipo de bacteria, que habría que investigar.
Las diarreas eran constantes y así la pérdida de peso era acentuada, aparte del sufrimiento del bichito y de su dueña.
Se le hicieron muchas exploraciones por ultrasonidos e incluso colonoscopias, ya os podéis imaginar el sufrimiento del animalito, esto sin considerar la cantidad de dinero que se gastaba con Lugh.
El buen corazón de la dueña de Lugh, su perseverancia y paciencia la hicieron no desistir en ningún momento de la posibilidad de curación, a pesar de haber oído consejos incluso de sacrificar al animal.
Además de las diarreas constantes, había otro problema más serio, que era el prolapso de intestino, lo cual le hacía muchas y muchas veces tener que acudir corriendo al veterinario a fin de salvar a Lugh.
Las crisis eran tantas que cuando fui al apartamento se producían una vez por semana; el gato en ese momento tenía 4 años y pesaba 3,5 kg.
Le habían recomendado un veterinario especializado en gastroenterología, y tras consultarlo, éste le propuso el siguiente tratamiento:
Leukeran – Este medicamento se utiliza para casos en que el animal presenta síntomas de cáncer; Lugh no lo tenía, pero como no respondía a ninguna otra medicación, esa fue la última alternativa.
Vonau (cortar el vómito)
Imosec (cortar la diarrea)
Con ese tratamiento Lugh llegó a perder 500g. Con el bajón en su inmunidad, fue infestado por hongos y quedó bastante abatido.
No se notó mejoría alguna con la medicación. Continuaban las diarreas, el prolapso y el poco apetito.
Según la dueña el tratamiento propuesto era altamente agresivo para el animal, ya que era a base de cortisona y el gato no estaba respondiendo al tratamiento. La pérdida de peso continuaba y las crisis permanecían a intervalos semanales, sin tener en cuenta los efectos colaterales de los medicamentos ingeridos.
Lo difícil de todo esto era el trauma causado al gato y a la dueña, que a todo asistía sin que nada se pudiese hacer. Como todos sabemos, el gato es un animal de poco contacto físico y bastante individualista; literalmente, le gusta quedarse en la suya. La manipulación constante del gato, bien para la higiene o bien para el tratamiento, lo hacía cada vez más arisco y distante, además de todo el estrés que debía sentir el pobre y que su dueña podía percibir.
Llevaba exactamente dos años de tratamiento cuando se solicitó la ayuda de la radiestesia para él.
Propuse entonces la aplicación del gráfico Diafragma II en los puntos donde más solía permanecer el gato, para que se tendiese sobre la placa durante 15 minutos al menos, sin que nada fuese forzado sobre el gráfico, a fin de equilibrar su energía y restaurar sus chakras.
He de relatar además que, aparte de esta colocación de los gráficos, hubo una intensa dedicación de la dueña de Lugh, que muchas veces ponía el gato en su regazo, como si fuese a acariciarlo y le aplicaba la placa en la barriga durante los 15 minutos sugeridos para el tratamiento. Estoy completamente segura de que esto le ayudó en extremo, pues así conocíamos de forma cierta el tiempo mínimo de aplicación de la placa sobre el gato.
Hoy pasados dos meses y medio, obtuve la declaración de la dueña de Lugh y decidí juntamente con ella, relatar todo cuanto hemos logrado, a fin de transmitir este testimonio y lograr entonces ayudar a más personas que puedan estar pasando por la misma situación.
Lugh hoy pesa 4kg, está súper sano y lindo, su dueña me dijo que la transformación en él ha sido increíble; ya no tiene crisis de diarrea, no hay náuseas ni vómitos y tampoco prolapso de intestino; el gato se ha vuelto más amoroso, alegre, cariñoso e interactivo, ¡al fin, el sufrimiento ha pasado! Se ha vuelto incluso más dispuesto para el intercambio de cariño y atención.
Y para finalizar dejo estas palabras de la dueña de LUGH:
Lugh y yo estamos felices de poder ayudar a otras personas con este artículo.