Cuando la vida de la pareja se hace insoportable, una alternativa saludable puede ser la separación. Si ya no os habláis, no hay respeto, complicidad, amistad, es preciso hacer un análisis e indagar qué es lo que todavía tenéis en común, además de vivir bajo el mismo techo. Hay también casos en que no se producen riñas, pero la indiferencia y la distancia ya se han vuelto una constante, pudiendo ser un signo de que algo no va bien. En cualquier caso, el diálogo es lo más indicado, siempre. Y tras muchas conversaciones, caso las dos partes lleguen a la conclusión de que ya nada sano les une y ya no es posible mejorar la vida en común, puesto que ambos pasan el tiempo peleando o soñando con el alejamiento, la separación puede ser la última opción saludable, aunque dolorosa. Si, tras una consulta seria a tu corazón, aún te restan dudas, busca buenos motivos para que continuéis juntos y define qué habréis de hacer ambos para reformular la relación.
Intenta definir los motivos que te han llevado a unirte a aquella persona o a convivir tanto tiempo con ella. Pregúntate, por ejemplo, ¿por qué he permanecido con esta persona hasta ahora? Tal vez descubras cosas buenas de la relación y motivos para intentar mantenerla. Recuerda, por ejemplo, cómo era vuestra relación en sus comienzos. No obstante, si la respuesta a tu análisis profundo se inclina por la separación, pregúntate y escribe los motivos que te hacen desear separarte y analiza tus respuestas. Si es realmente lo que desea tu corazón, no tengas miedo, no temas, sigue adelante, pero consciente de que la separación no es una salida mágica, no es sencilla. Separarse de forma saludable, sin culpas, manipulaciones o prejuicios no es fácil. Hay parejas que incluso tras charlar y llegar a la conclusión de que lo mejor es disolver la unión, no lo consiguen, teniendo grandes dificultades para poner en práctica ese deseo. La separación aún es una experiencia extremadamente dolorosa y desgastante, y por eso muchas veces es importante buscar el auxilio de un profesional – psicólogo. Recordando que ningún profesional habrá de decidir por ti, pero puede ayudarte a aclarar tus sentimientos.
El deseo de separarse raramente se produce de repente. Solo se hace claro cuando ya no hay respeto, confianza, admiración, ni amor o atracción. O bien cuando se nota que ya no es posible realizar los deseos con el otro, cuando ya no hay sueños en común, cuando ya no hay añoranza. Puede incluso suceder que una de las partes no lo perciba o finja que no lo percibe, pero la otra, poco a poco, va dando señales del desgaste, pues nadie deja de amar de un momento para otro. El gesto de la separación puede parecer repentino, pero el deseo ya estaba presente desde hace mucho tiempo.
Saber que sobrevivimos a la separación no impide estar indecisos, sentir miedo y dolor por la pérdida. Cualquier decisión tomada en la vida implica ganar algunas cosas y perder otras, abrir ciertas puertas y cerrar otras. El enfrentar pérdidas, con todo, es uno de los mayores problemas del ser humano. Por eso, la pérdida de una relación, de una posibilidad de vida en que se había creído un día, ha de ser elaborada. Para elaborar esa pérdida con menos sufrimiento, tenemos que pensar en las ventajas que obtendremos con la decisión, a corto y largo plazo.
Lo que no podemos hacer es permanecer en la indecisión. Cuando al fin logramos decidirnos y tomamos las actitudes necesarias para cumplir la decisión, es común sentir cierto alivio, pues con eso se acaban las riñas, las discusiones interminables y las agresiones, no solo con el otro, sino principalmente, con uno mismo. Muchas parejas se sorprenden al descubrir que el acto de la separación no provoca sufrimiento; esto sucede cuando ya han sufrido a lo largo del tiempo, y al concretizarse la decisión, el alivio es mayor que el dolor. Pero también están aquellos que sufren, y mucho, tras la separación, ya que ni siquiera la imaginaban.
También son comunes sentimientos como culpa y rechazo. La pérdida se hace dolorosa, pues, además de la pérdida física del otro, se pierde la relación, los planes futuros, todo aquello en que se había creído un día y la expectativa de vivir para siempre junto a aquella persona. Podemos y debemos permitirnos sentir la tristeza, pero sin exageraciones, para no caer en depresión. La forma de evitarlo es la conciencia clara de que todo tiene límites. Pese a que no es fácil aceptar esta realidad, nadie puede imponer el vivir al lado de alguien con quien ya no se desea compartir la vida.
La ruptura es un proceso que tiene lugar a diversos niveles. En el plano externo, tenemos que comunicar al otro nuestro deseo, pero lo más difícil es el proceso interno, psíquico. En ese plano, el proceso de elaboración de la pérdida empieza antes de la decisión y, en general, termina mucho después de la separación.
De nada sirve tratar de evitar la sensación de pérdida, la frustración y el duelo, pues son sentimientos inevitables, pero para soportarlos nuestro inconsciente desarrolla mecanismos de defensa como la agresividad, la huida a través del trabajo y la total desvalorización del otro. Muchas personas se ponen en constante movimiento, ocupando todo su tiempo y negando sus deseos y emociones más auténticas, lo cual no contribuye a la superación de la pérdida.En cambio es posible aprovechar este momento de elaboración para transformar la crisis en algo enriquecedor, encarándolo como una oportunidad de reconstrucción de nuestro propio yo. Al elaborar todas las rabias, culpas y tristezas y asumiendo nuestras responsabilidades, se adquiere la capacidad de perdonar a sí mismo y al otro. El pasado no puede ser modificado, pero podemos aprender con él. Así, nuestra autoestima, que estaba baja, poco a poco tiende a crecer y readquirimos confianza para dar los próximos pasos. Como consecuencia del crecimiento personal, podemos hacer un balance de nuestros sentimientos más íntimos y experiencias pasadas, no para llorar, sino para aprender y crecer todavía más. Generalmente quien se decide por la separación se preocupa por los sentimientos del otro, como se quedará, si lo podrá soportar. No hay nada peor que pensar que el otro es un ser incapaz de sobrevivir y de aprender también con todo esto, pese al dolor. Tras la separación, es preciso comprender que cada cual pasa a ser responsable por los propios sentimientos.
Los momentos de soledad serán inevitables, pero pueden ser vividos con dignidad y serenidad. Ofrecen una oportunidad de conocernos más y más, de hacernos responsables por nosotros mismos, tener confianza en nuestra capacidad de pensar, discernir y seguir adelante. Reestructurando nuestra autoimagen, aprenderemos nuevamente a amarnos, sin esperar más del otro.
Es importante recordar que la separación es una alternativa positiva cuando a la relación ya no le queda nada de sano, pero no debe ser una postura de vida, que nos lleve a pensar a todo instante en marcharnos tan pronto surge una dificultad. Si tras una consulta seria a tu corazón la respuesta es negativa, o sea, seguir juntos, pide perdón por tus errores, reconoce tu parte, repiénsalo todo y vuelve a empezar. Pero si la respuesta es por la separación, puesto que ya no hay amor, sigue adelante, ¡creyendo, por encima de todo, en ti mismo!
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor
Publicado dia 8/18/2009 10:23:00 AM em STUM WORLD
