Desde el inicio de los tiempos, la cuestión de la muerte y de la finitud muchas veces acaba por alterar la tranquilidad y el placer de existir, siendo frecuentemente sustituida por flujos de pavor e incluso de desorganización psíquica.
Las preguntas que permanecen en relación al tema permean cuestiones sobre lo desconocido, sobre la propia finitud, sobre la razón de la vida, sobre lo que es trascendente.
A lo largo de nuestras vidas, innumerables son las veces en que vivenciamos ciclos emocionales repetitivos. Eso se debe al hecho de que “allá”, cuando aún éramos pequeños y con los recursos y conocimientos limitados que puede tener un crío, entendíamos que manifestarnos con determinados patrones de comportamiento sería, ciertamente, lo mejor para sobrevivir a situaciones conflictivas.
Ocurre que con el desarrollo que viene a través de la línea del tiempo y con las nuevas oportunidades que la vida nos ofrece, gradualmente podemos percibir que lo que ha podido ser comprendido por nuestro crío de aquel tiempo, puede ser totalmente redimensionado, abriendo espacio a nuevos conocimientos sobre nosotros mismos, así como sobre nuestras relaciones con la vida. Desgraciadamente, este tipo de transformaciones saludables no suceden siempre.
Infinitas son las veces en que caminamos rumbo a nuevas experiencias, pero aún fijados en referencias antiguas que de nada nos sirven para la dinámica de nuestra actualidad individual y única. Tal vez por cuestiones traumáticas, por el miedo excesivo o por el grado distorsionado de fijación del placer, advenido de respuestas de la infancia, se hace posible la indefinida perpetuación en una situación de realidad donde ya no hay validez alguna para la actual conciencia evolucionada. En este sentido, hay una emergencia silenciosa por salir de esta especie de burbuja.
Nótese que al perpetuarnos en este ciclo vicioso, sin que lo percibamos, acabamos por interrumpir la vivencia plena de aspectos fundamentales de nuestra existencia. En consecuencia, gran parte de la energía que poseemos queda represada de modo circular, generando un tipo de hipnotismo que literalmente impide la inmersión en una realidad más profunda del existir.
A veces, en un engaño atroz y por miedo a lo desconocido que representa el salir de la “burbuja” y lanzarse al mundo de la realidad, personas y más personas acaban por perpetuarse en las mismas cuestiones emocionales, vagando como sonámbulas, cambiando los escenarios vivenciales, pero no las cuestiones emocionales implicadas; permaneciendo en un lugar en que nada se recicla.
Es exactamente en esta situación donde la vida no sucede.
El miedo a morir, en este sentido, ocurre cuando la persona siente que se queda en deuda consigo misma, con su propia vida. Dejando de lidiar con el mundo de la realidad, con las alegrías y con las frustraciones inherentes a todo aquel que efectivamente está vivo.
Quien deja de vivenciar aspectos fundamentales de su propia vida, puede tener un miedo a la muerte cristalizado. Es frecuente que la persona sepa que tiene una cuenta que pagar a sí misma y, ya sea por la falta de coraje o por la falta de iniciativa, siente que no se ha producido la renovación de lo que ya estaba muerto.
La gran cuestión es nutrirse de coraje y a veces pedir auxilio cuando se es más consciente de este proceso de salir de la burbuja conocida que se mantuvo año tras año sellada en medio de un montón de ilusiones, sueños de realización, idealizaciones y miedos.
En esta situación, para que efectivamente se produzca una ruptura y, por consecuencia, una transformación de vida, el “Yo” ha de estar suficientemente fortalecido para que se pueda comandar con total fuerza transformadora todo ese cambio paradigmático.
Observad que la cuestión de la muerte, de la finitud, es un tema que siempre interesa. Los sentimientos implicados pueden ocurrir durante una ruptura afectiva, la pérdida de una mascota, de personas cercanas e incluso en el vislumbrar de nuestra propia muerte. Es lógico que el proceso de desligamiento sea muchas veces complicado. Hay innumerables cuestiones implicadas. Aquí, hablo de la plenitud de la vida para que podamos de algún modo alcanzar lo que nos espera en la condición de humanos que somos de modo más autoconsciente y lúcido.
¡Teniendo seguridad absoluta de que nuestras existencias están validadas!
Y, para finalizar, como ocurre en el efecto burbuja, volvemos al tema…
Imagina a un actor que no quiera abandonar el papel en el cual esté actuando y el personaje acabe asumiendo el control sobre el actor (consciencia encarnada), para ese personaje sería la muerte. Pienso que romper la “burbuja” forme parte del camino de nuestra iluminación. Ese tipo de pasos no siempre es sencillo o fácil al principio… Después de que se toma conciencia de la dimensión del drama/burbuja en que se está inserido es cuando efectivamente se comienza a salir de él. Es cuando nos volvemos incorruptibles en el camino de vuelta, por el hecho de la autoconciencia adquirida. En la secuencia, nos encaminamos a percibir que esas mismas dimensiones/burbujas se volverán solamente imágenes, después memorias distantes y, a continuación, alcanzamos el status de quedar permanentemente sin identificación con el antiguo lugar. En este momento es cuando la vida empieza a estar totalmente dinamizada de otro modo.
En este escenario terreno, todos somos protagonistas, elegimos los antagonistas con que lucharemos y, en esa épica lucha individual, anhelamos salir victoriosos; y a veces la victoria consiste en solo abandonar un ciclo que se repetía y que no conducía a lugar alguno.
Pienso que la vida debería ser encarada más deportivamente, aprendiendo a dar valor tanto a las derrotas como a las victorias.
Ese tema sobre vidas no vividas también es muy oportuno, porque lo observo todo el tiempo en muchas personas, siendo que esa exigencia sobre sueños y proyectos no realizados es muy común. También veo personas que, para huir de esa frustración, dicen vivir solo el momento presente, abren mano de proyectos y sueños para no tener que enfrentarse a posibles derrotas.
La filosofía puede ser: “Deja que la vida me lleve, pero que tenga yo el timón en mis manos.”
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos