Uno de los ejercicios más practicados por la humanidad es el juzgamiento. Juzgamos al otro basados en nuestros códigos de valores, en nuestras percepciones y en aquello que nuestra imaginación crea respecto de cada persona con quien convivimos.
Ocurre que no siempre esta evaluación se muestra correcta y, por esa razón, al juzgar corremos el riesgo de cometer equivocaciones y practicar injusticias.
Lo peor que puede pasar cuando juzgamos a alguien es, sin duda, no tener en cuenta los sentimientos de aquel a quien estamos criticando.
Por más que no estemos conformes con las actitudes de una persona, no podemos olvidar que están motivadas, de un modo general, por sus emociones y que, procediendo de modo rígido e inflexible, también estamos dejándonos llevar por nuestra parte emocional.
Saber reconocer cuando estamos siendo influidos por nuestros conflictos internos en el momento en que evaluamos los actos ajenos, es el primer paso para poder abandonar la postura de jueces implacables y ponernos en el lugar de aquel a quien estamos juzgando.
El sistema judicial se basa en leyes preconcebidas con el objetivo de garantizar la convivencia civilizada entre los seres humanos. Pero, fuera de esta esfera, en las actitudes cotidianas, nos erigimos muchas veces en el papel de jueces implacables de aquellos que no se encuadran en nuestros hábitos y costumbres.
La humildad, la sabiduría y la capacidad para aceptar las diferencias de modo tolerante, constituyen los mejores instrumentos para que escapemos de la trampa del juzgamiento.
…Cuando dices que te juzgas, eso es algo tomado prestado. Las personas te han juzgado, y tú has debido aceptar sus ideas sin ninguna investigación. Estás padeciendo toda clase de juzgamiento por parte de unas personas, y estás arrojando esos juzgamientos a las otras personas. Y todo ese juego se ha desarrollado más allá de la proporción – a causa de eso la humanidad entera está padeciendo.
Si deseas librarte de ello, esto es lo primero: no te juzgues. Acepta humildemente tu imperfección, tus fracasos, tus errores, tus faltas. No hay ninguna necesidad de fingir otra cosa. Sé tú mismo: Así es como soy yo, lleno de miedo. Yo no puedo andar en la noche oscura, no puedo ir a la densa selva. ¿Qué hay de equivocado en esto? – es humano.
Una vez te hayas aceptado, serás capaz de aceptar a los demás, porque tendrás una clara visión interior de que ellos padecen la misma dolencia. Y tu aceptación de ellos, los ayudará a aceptarse.
Podemos revertir todo el proceso: acéptate. Esto te hace capaz de aceptar a los demás. Y porque alguien los acepta, por primera vez aprenden la belleza de la aceptación– ¡cuánta tranquilidad se siente! – y empiezan a aceptar a los otros.
Si la humanidad entera llega al punto donde todo el mundo es aceptado tal como es, casi el noventa por ciento de la infelicidad simplemente desaparecerá – ella no tiene fundamentos – y sus corazones se abrirán por cuenta propia y su amor estará fluyendo.
En este exacto momento, ¿cómo puedes amar? Cuando ves tantos errores, tantas debilidades… - ¿cómo puedes amar? Tú quieres alguien perfecto. Nadie es perfecto, así tienes que aceptar un estado de no-amor, o aceptar que no importa si alguien no es perfecto. El amor puede ser compartido, compartido con toda clase de personas. No hagas exigencias.
El enjuiciamiento es feo – hiere a las personas. Por una parte, vas haciéndoles daño, hiriéndolas; y por otro lado, quieres su amor, su respeto. Eso es imposible.
Ámalas, acéptalas y, quizá, tu amor y respeto pueda ayudarlas a modificar muchas de sus debilidades, muchos de sus fallos – porque el amor les dará una nueva energía, un nuevo significado, una nueva fuerza. El amor les dará nuevas raíces para alzarse contra los vientos fuertes, un sol ardiente, la lluvia fuerte.
Si tan solo una única persona te ama, eso te hace tan fuerte, que ni siquiera lo puedes imaginar. En cambio, si nadie te ama en este vasto mundo, te quedas simplemente aislado; entonces, piensas que eres libre, pero estás viviendo en una celda aislada en una cárcel. Y es que la celda aislada es invisible; tú la llevas contigo.
El corazón se abrirá por sí mismo. No te preocupes por el corazón. Haz el trabajo preparatorio.
OSHO,
The Transmission of the Lamp.