Vamos a hablar de gente, de personas. ¿Habrá, por casualidad, algo más espectacular que la gente? ¡Las personas son un regalo!
Algunas vienen en un envoltorio bonito, como los regalos de Navidad, de Pascua o de cumpleaños. Otras vienen en un embalaje corriente, las hay que se han dañado en Correos... y de vez en cuando, llega alguna certificada. Son los regalos valiosos.
Algunas personas traen envoltorios fáciles de abrir, mientras que a otras es dificilísimo, casi imposible quitarles el embalaje. Es la cinta-celo de nunca acabar... Pero embalaje no es regalo, aunque tantas personas se equivocan, confundiendo el embalaje con el regalo. Tú también amigo, y yo, somos un regalo de Dios para los demás. Tú para mí y Yo para ti.
Triste si solo fuésemos un ‘regalo embalaje’: ¡muy bien empaquetados y casi sin contenido dentro! Cuando hay un verdadero encuentro con alguien, en el diálogo, en la apertura, en la fraternidad, dejamos de ser mero embalaje y pasamos a la categoría de los regalos reales.
En los verdaderos encuentros de fraternidad, sucede algo muy esencial: mutuamente vamos desenvolviendo, desempaquetando, revelando, en el buen sentido, claro.
¿Has experimentado ya esa inmensa alegría de la vida? ¿La alegría profunda que nace del recóndito de un alma, cuando dos personas se encuentran, se comunican, convirtiéndose en regalo la una para la otra?
Contenido interno es el secreto para quien desea convertirse en regalo para los amigos y no solo embalaje... mi embalaje puede no ser tan bonito, pero el contenido puede ser un verdadero regalo...