¿Cuántas veces tenemos necesidades físicas y emocionales y las negamos como si no las sintiésemos? Hasta puedes decir que sabes cuando tienes hambre y por eso comes incluso más de lo que te gustaría. Pero ¿cuántas veces has comido, incluso sin hambre, solo para satisfacer una necesidad que creías ser hambre? ¿Estás segura de que tu necesidad en ciertos momentos es verdaderamente de comida? ¿Cuántas veces has comido por rabia, ansiedad, nerviosismo, preocupación y solo has percibido tus reales sentimientos después de que has comido? No percibimos nuestras necesidades, en la misma proporción en que no percibimos nuestros sentimientos, negamos incluso necesidades básicas.
Desde muy pequeños hemos aprendido a distanciarnos de lo que sentimos y a priorizar las necesidades de los demás. ¿Nunca has dejado el mayor trozo de pastel o el mayor filete para que lo comiese tu marido o tu hija? ¿Cuántas veces has dejado de comprar una prenda para ti, pero no has dejado de comprarla para tu hijo? ¿Nunca has ahorrado a tu marido el tener que ir al supermercado y tú, incluso sobrecargada y sin tiempo, has logrado hacer las compras?
¿Cómo se reparten las tareas de la casa? ¿Por igual entre todos? ¿Tienes el privilegio de llegar a casa después de haber trabajado todo el día y marcharte directamente a la ducha, sin tener que hacer nada? ¿O al llegar pones la lavadora, cueces las habichuelas, y mientras tanto conectas el computador, recibes e-mails, devuelves algunas llamadas telefónicas pendientes, mantienes una conversación con tu hijo, pones la mesa para la cena y después de todo esto, llega tu marido y al encontrarlo todo prácticamente en orden, se marcha directamente a la ducha? ¿Pasa esto en tu casa? Y al salir de la ducha, él se acuesta un poquito nada más porque está muy cansado. Y tú ¿cómo te sientes?¿Qué es lo que hace que la necesidad del otro se vuelva más importante que la tuya? Por lo regular ni siquiera nos damos cuenta de que tenemos necesidades. Algunas veces no hablamos de lo que sentimos para evitar una disputa y llegamos al punto de negarnos a nosotros mismos lo que sentimos y, así, se va llevando, como dice el refrán: empujando con la barriga. Pero ¿hasta cuándo podemos vivir así? ¿Te has parado a pensar en las posibles causas de esas actitudes? ¿Qué es lo que hace que neguemos nuestras propias necesidades mientras procuramos suplir las de quienes están a nuestro alrededor?
Muchas veces aprendemos a negar nuestras necesidades siendo aún muy pequeños. Un ejemplo: un bebé que llora porque tiene hambre, pero la madre no lo atiende. Por otra parte, cuando no llora, la madre lo alimenta porque es la hora. Así, poco a poco, el bebé llega a la conclusión de que al expresar su necesidad no es escuchado, y cuando no lo hace, recibe atención. Otro ejemplo: el niño al llegar de la escuela triste porque se ha peleado con un amiguito, oye a la madre decir que eso no tiene importancia, que las peleas de críos pronto pasan, que son tonterías. Cuál es la tontería, ¿la tristeza del niño? ¿Y las infinitas veces que ese mismo niño oyó que los críos no saben lo que dicen, o que siempre hacen las cosas mal? ¿Y aquella madre que dice no es nada cuando el pequeño pregunta por qué ella está llorando? ¿Es que alguien llora por nada? ¿Es posible sentirse digno de la confianza de esa madre que niega lo evidente? ¿Cómo puede alguien crecer sintiéndose importante y consciente de su valor como persona, si todo cuanto hace o siente está mal, o si no le dicen la verdad?
A medida en que ese niño crece irá registrando en su inconsciente que es mejor negar y no demostrar lo que se siente, pues ha aprendido que aunque demuestre sus necesidades, éstas no serán atendidas. Y tú, ¿cuántas veces has tenido alguien a quien realmente le importase lo que sentías, en tus miedos, tus pesadillas, tus dudas, cuando eras niño? ¿Quién te oía con atención y te hacía sentir comprendido y seguro?
Antiguamente, era raro que los sentimientos de un niño fuesen escuchados y respetados, lo cual nos llevaba muchas veces a la conclusión de que para satisfacer nuestras necesidades no debemos demostrar que las tenemos. Así es como desde niños hemos aprendido a negar nuestras necesidades, nuestros sentimientos, y valoramos en exceso las necesidades de otras personas. Así, hemos pasado a dar a otro aquello que nos gustaría recibir.
Como todo ese proceso se verifica de forma inconsciente, raramente percibimos que lo hacemos así, e incluso damos justificativas cuando hacemos por otro lo que siquiera hemos pensado hacer por nosotros mismos. Nos preocupamos por todos, buscamos suplir las necesidades de todos, suavizamos el sufrimiento de muchos, pero insistimos en negar lo que está dentro de nosotros. Resultado: insatisfacción, depresión, dolencias. ¿Hasta cuándo vas a actuar como si no sintieses?
Mientras tú mismo no respetes lo que sientes, lo que necesitas, difícilmente otras personas habrán de respetarte. Procura oírte más. Identifica qué es lo que necesitas, tus necesidades en todos los aspectos, no solamente las físicas, sino además, y principalmente tus necesidades emocionales. ¿Qué es lo que más echas en falta en este momento? ¿Un regazo, un hombro amigo para llorar?
Habla de esto a tu novio, marido, esposa, amigo. Permítele saber lo que quieres, así darás al otro la posibilidad de hacer un poco más por ti. Continúa haciendo que las personas que están a tu lado se sientan importantes por ser tratadas de la forma especial en como tú las tratas, pero eso no requiere que dejes de lado tu voluntad, tus deseos, necesidades y sentimientos. No esperes a que alguien perciba tus necesidades para que éstas sean cubiertas. ¿Sabes aquella atención, amor, cariño y dedicación que has distribuido entre aquellos a quienes amas? ¡Regálate un poco a ti mismo, siempre e incondicionalmente!
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor