Vivir sin expectativas es una de las claves para experimentar la dimensión mágica de la existencia. Cuanto más logremos dejarnos sorprender por los acontecimientos, sin anticiparlos o tratar de determinar su curso, mayores serán las posibilidades de que exactamente aquello que anhelábamos acabe por suceder.
Aunque parezca una paradoja, es exactamente así como se desarrolla la vida, de forma espontánea y natural, fluyendo de modo armonioso, en profunda sintonía con aquellos que se entregan a su ritmo.
Está claro que llegar a este nivel exige de nosotros una profunda confianza y la seguridad de que, viviendo en sencillez y abandonando ilusorios objetivos grandiosos, estaremos cada vez más cerca de una total sintonía con el sentido divino de la existencia.
En los momentos en que sintamos profunda angustia, deseando algo como si nuestra vida dependiese de alcanzar ese objetivo, es el exacto momento para detenerse y reflexionar seriamente sobre lo muy prisioneros que aún somos de los deseos artificiales, en su mayoría, plantados en nosotros por el mundo exterior.
Liberarse de esa esclavitud no exige por nuestra parte ninguna acción espectacular, sino tan solo la decisión de, a partir de aquel instante, dedicarnos a descubrir la fuente de poder que habita en nuestro propio interior.
Esta actitud ciertamente nos llevará a dar el primer paso en dirección a una nueva conciencia, y solo ella puede salvarnos de un estado permanente de sufrimiento y permitir que alcancemos la tan soñada paz.
ZEN no es una enseñanza, porque él sabe que estás dormido. Lo primordial no es enseñarte. Lo principal es despertarte. ¡ZEN es una alarma!
Un maestro real es un despertador. Su función es totalmente distinta a la de un profesor, su función es mucho más difícil. Y muy pocas personas pueden estar con un maestro – porque despertar después de millones de vidas no es un hecho común, es un milagro.
Y para permitir que alguien te despierte, necesitas gran confianza, gran entrega.
Zen no cree que las personas solo deban vivir una vida sagrada, una vida virtuosa, sin hacer nada – solo haciendo girar semillas o repitiendo algún mantra.
EL ZEN CREE EN LA CREATIVIDAD. Zen cree en el mundo común. Él quiere transformar lo mundano en sagrado.
OSHO, del libro ¡Ah! ¡Esto!