Existe una realidad en torno a la cual todos nosotros gravitamos: somos fuertes juzgadores acerca de las actitudes, hábitos y vicios de las demás personas.
La Filosofía Budista recomienda que no se juzgue, simplemente porque las personas, o almas, si se prefiere así, están en niveles distintos de evolución; lo peor es que esta actitud, la de juzgar, crea karma. Somos esencias en fase evolutiva. Nadie está listo del todo en este planeta. Este es el punto. Este lugar es una escuela donde se aprende por el dolor. Saber entender el dolor, y por qué se ha producido, es el mayor camino para elevarnos un peldaño...
Así:
Lo que es comprensible para algunos es absurdo para otros.
Lo que es correcto para mí, es detestable para ti.
Lo que es convención para algunos, es ridículo e inapropiado para otros.
Lo que es nuevo para uno, puede ser inaceptable para el otro.
Y así seguimos viviendo. Pero ¿cuál es el punto correcto en todo esto?
Simplemente aquel que nos satisface. En la vida no hay acertado o equivocado. Hay lo que nos colma y nos satisface.
Por tanto, no podemos rotular a las personas según nuestras verdades, porque simplemente la verdad de ahora será superada por la verdad del futuro. Y ¿quiénes somos nosotros para juzgar?
Hay una frase célebre que dice:
Cuando encuentro la respuesta, ¡el Universo cambia la pregunta!
O sea, estamos en constante evolución y necesitamos lucidez para comprender lo que ocurre a nuestro alrededor, sin preocuparnos por controlar la vida de los demás vía juicios y rotulaciones conforme a nuestras verdades.
Las novedades evolutivas pueden chocar.
Tú conoces, yo conozco también, un sin número de personas que nunca se equivocan. Siempre los equivocados en los episodios analizados han sido los demás. Unos porque estorbaron, otros porque han sido negligentes, otros omisos, pero ellos, siempre son los perfectos... y víctimas de las circunstancias.
¿Qué hacer con ellos?
Dejarles vivir la vida según les apetece y entienden que es lo acertado y, así, cosechar lo que han plantado: el hueco, el vacío y el sin contenido. Pero eso es problema suyo.
La vida es Causa y Efecto. Esto sí es verdadero. Tan verdadero como el dolor, pero superfluo como el sufrimiento. El dolor es inevitable, pero mantener el sufrimiento siempre es opción nuestra.
Aprendemos con el dolor. Con el sufrimiento estropeamos la salud. Solamente y todo esto.
Volviendo al tema, el mayor ejemplo de locura fue el de Einstein... En realidad, él iba siempre por delante de los que le rodeaban. Sabía mucho y, por tanto, era incomprendido por los que siguen esquemas. Aún era peor en su época, cuando el conocimiento estaba reservado solamente a algunos afortunados.
Para él, no existe el mal, sino la ausencia del bien. No existe lo malo, falta lo bueno. No existe la vanidad, falta humildad. No existe la rabia, falta el amor.
Por pensar así era insano, ciertamente un loco. Yo prefiero considerar que era incomprendido...
por tanto, siempre que alguien está siendo juzgado como loco, puede estar solamente viendo más allá de los patrones convencionales que aplicamos en nuestra vida, en aquel exacto momento. Actualmente, con la increíble velocidad de la información, ¿te has dado cuenta de cómo están disminuyendo las aldeas? ¿De cuán ávidas de conocimiento están las personas? Y ¿os habéis dado cuenta de cuánto han aumentado los locos?
¿Qué tal si somos uno de ellos? Las oportunidades están a nuestro alrededor. No hace falta más que actuar... Así acabamos por conocer el camino que nos lleva al saber de ser sabio. Ese que solo viene con el conocimiento realmente aplicado.
Saul Brandalise Jr. é colaborador do Site, autor do livro: O Despertar da Consciência da editora Theus, onde mostra através das narrativas de suas experiências como extrair lições de vida e entusiasmo de cada obstáculo que se encontra ao longo de uma vida. Email: [email protected] Visite o Site do Autor