El filósofo francés Jean Paul Sartre afirmo cierta vez: No importa lo que la vida hizo contigo, pero si lo que tú haces con lo que la vida te ha hacho.
Esas afirmación me lleva a reflexionar sobre la capacidad que tienen algunas personas de hacer de los eventos de su vida, aún los peores de ellos, una oportunidad para transformarse, crecer y sacar algo de valor de la experiencia.
Otros, al contrario, aún ante problemas que no son tan significativos, se encajan definitivamente en el papel de víctimas infelices y pasan a cargar éste fardo a lo largo de su vida, sin darse una chance de dar vuelta la página, de dejar los malos acontecimientos en el único lugar en que deberían permanecer: el pasado.
Una de las imágenes más increíbles que vi sobre el terremoto de Haití fue la de las personas en las calles dándose las manos y cantando. A pesar de haber perdido absolutamente todo, ellas se negaban a entregarse al desespero y la infelicidad.
Hacer este cambio no es nada fácil, requiere una conciencia permanente sobre el poder que tenemos en direccionar nuestra vida en una u otra dirección. Los pensamientos que alimentamos poseen un poder inimaginable, pues se tornan los guías de todas nuestras acciones.
Entonces, se creemos que nuestra trayectoria será para siempre una sucesión de tragedias, naturalmente este destino vendrá a nuestro encuentro, inevitablemente.
La salida es recordar que tenemos, si, el poder de elegir todos los días entre la tristeza y el sufrimiento o el equilibrio y la serenidad. Por más desesperante que sea la realidad a nuestro alrededor, precisamos recordar que siempre será posible dar voz a la esencia divina que habita nuestro ser.
La libertad de elección
El hombre puede ser tremendamente feliz y tremendamente infeliz. Él es libre para elegir. Esa libertad es un riesgo. Esa libertad es muy peligrosa, porque te vuelves responsable.
Y algo sucedió con esa libertad. Alguna cosa esta equivocada. El hombre está, de cierta manera, de patas para arriba.
Viniste hasta mi buscando meditación.
La meditación es necesaria solamente porque tú no elegiste ser feliz. Si hubieras elegido ser feliz, no habría ninguna necesidad de meditación.
La meditación es medicinal: si estás enfermo, entonces el medicamento es necesario. Los Budas no precisan de meditación.
Una vez que tú has comenzado a elegir la felicidad, una vez que has decidido que tienes que ser feliz, entonces la meditación ya no es necesaria.
La meditación comenzará a suceder naturalmente, por ella misma. La meditación es una función del estar feliz.
La meditación sigue al hombre feliz como una sombra: en cualquier lugar que el vaya, cualquier cosa que él esté haciendo, él estará meditativo. Él estará intensamente centrado.[…]
La meditación ocurre naturalmente a una persona feliz.
La meditación ocurre naturalmente a una persona alegre.
La meditación es muy simple para una persona que puede celebrar, que puede disfrutar de la vida.