Hoy al despertar creía que iba a hacer una cosa para mi trabajo porque según mi razonamiento sería el momento oportuno... Solo que mi cuerpo parece que no era de la misma opinión... y no tenía deseo alguno de hacer tal trabajo ese día...
Estaba completamente desanimada para lo que tenía programado... Claro que la razón intentó convencerme de que si no lo hacía hoy no me daría tiempo, y empleaba para ello los muchos argumentos que ella tiene...
Pero como sé que... para todo hay un momento oportuno, en el cual las cosas fluyen sin esfuerzo, cuando estamos en sintonía con las energías del día... y que ese tiempo no es el marcado por el reloj ni por nuestra razón... escuché mi cuerpo y decidí que no haría hoy aquella parte del trabajo... Mi corazón así lo indicaba...
Es que de otras veces en que obedecí al corazón, en situaciones como esa, ya había podido constatar que, aunque por el tiempo según la razón, si no hiciese determinada cosa en tal día no iba a darme tiempo... algunos días más tarde, contrariando las previsiones de la mente, todo fluía tan natural y perfectamente, sin ningún esfuerzo, que ni con muchos días de trabajo forzado hubiera podido lograr aquel resultado.
Muchas veces ponemos un esfuerzo enorme en hacer algo que no está en sintonía con las energías del momento, y aunque nuestro cuerpo intente avisarnos de que no es por ahí, insistimos, empleamos una enorme cantidad de energía y el resultado no es satisfactorio... no da frutos. Mientras que, cuando escuchamos nuestro corazón y procedemos en sintonía con el Universo... todo se produce sin esfuerzo y los resultados son sorprendentes. Percibimos claramente cómo las energías del día son favorables para aquella acción...
Parece que el Universo hace el trabajo contigo... facilitando todo de una forma que aunque empleásemos todos nuestros recursos racionales jamás lograríamos crear semejante sincronía...
Y disfrutamos de esa acción que se vuelve extremadamente placentera.
Considero que es de nuestro derecho divino el que todos nuestros actos estén así en sintonía con el Gran Misterio, y, por tanto, sin esfuerzo... pero también sé lo difícil que es a veces creer que es así... creer que existe una acción que está guiada por la Divinidad... sin pasar por la mente racional y por los muchos límites que ésta nos impone.
Esa acción, así guiada por el corazón, es tan natural que todo sale bien, como si todo el Universo estuviese con nosotros.
A decir verdad, Él siempre está... nosotros somos los que muchas veces no damos apertura porque nuestras memorias nos hacen creer que tienen que estar al control... un control basado en experiencias pasadas, que no dejan espacio para lo nuevo... para lo inusitado... lo inesperado...
No quiere esto decir que vamos a dejar de actuar y de hacer las cosas, sino que esta acción puede ser guiada por el corazón en vez de ser guiada por las memorias.
Y eso marca toda la diferencia.
Sé que hay que arriesgar y tener coraje para ir por ahí... pero, cuando pensamos en lo que estamos dejando de seguir y en lo que estamos siguiendo, a partir de entonces... se hace más fácil meterse por esos caminos...
Decidida una vez más a respetar mi corazón... me fui a tomar café mientras pensaba en escribir sobre esto... cuando mi madre entra en la cocina y me dice que estaba leyendo en el libro de Deepak Chopra Las Siete Leyes Espirituales del Éxito... que ella viene siguiendo, observando cada día una ley – que hoy era el día de la ley del mínimo esfuerzo.
La hierba no se esfuerza por crecer, simplemente crece.
Los peces no se esfuerzan por nadar, simplemente nadan.
Las aves no se esfuerzan por volar, simplemente vuelan.
La tierra no se esfuerza por girar sobre su eje, es propio de su naturaleza girar.
Es propio de la naturaleza de los niños pequeños ser dichosos.
Es propio de la naturaleza del sol brillar, de las estrellas relucir y parpadear.
Aceptación, responsabilidad e indefensión.