¿Por qué sentimos esa necesidad de búsqueda de lo desconocido, de técnicas que nos lleven a descubrir quién realmente somos? ¿Por qué sentimos esa falta de sosiego interno? ¡Es siempre como si algo nuevo pudiese indicarnos el camino de paz interna, de felicidad, de armonía con todos!
Esto es la búsqueda de nuestra esencia, cuando conseguimos conectarnos con el Yo Superior y con nuestro Yo interno verdadero. Todo eso pasa… sentimos una tranquilidad inmensa de alma, sentimos que estamos donde debemos estar, sentimos que estamos haciendo lo que hemos venido a hacer y, principalmente, que estamos al lado de las personas adecuadas, ¡que son como nosotros! ¡Que tienen nuestra esencia! Una tarea nuestra muy importante es traer nuestra esencia al conocimiento de todos, es ser verdadero, ser pleno, amar lo que es bueno y bello. Hacer algo solo para agradar a otros nos hiere internamente y nos hace estar cada vez más distantes de nuestra esencia.
Muchas veces en la vida elegimos caminos equivocados, procedemos de forma no correcta, decimos cosas que lastiman a las personas cercanas, nos enfrentamos a situaciones desgastantes. Pero de todo ello, lo más importante es comprender siempre la lección de vida que se nos da por detrás de estas vivencias.
El sufrimiento, la falta de amor, la falta de prosperidad financiera no forman parte de la esencia humana. Caso esto se presente en nuestra vida, hemos de encontrar los bloqueos energéticos que no nos permiten aprender la lección y salir de esa sintonía.
¡Todo esto es la búsqueda de nuestra esencia… la necesidad de encontrar la paz y el equilibrio personal es de hecho la búsqueda de nuestra esencia!
En la mayoría de los casos que atiendo percibo que las personas dejan de ser ellas mismas y de estar en contacto con su verdadera esencia debido a algún hecho significativo al que denomino bloqueo, y que ha de ser identificado y eliminado, porque si no es así permanecerá latente en diversas fases de tu vida, ¡no permitiendo que seas tú mismo!
La Radiestesia, mediante la identificación de las energías presentes en los ambientes y la cura energética en la mesa radiónica, principalmente de nuestros bloqueos, nos lleva al hallazgo de nuestro verdadero yo, de nuestra verdadera esencia y ésta, una vez encontrada, formará parte para siempre de nuestro día a día y de nuestra vida, haciendo que todo se vuelva más fácil.
Aquí cabe aquella frase: es preciso saber vivir, cuando encontramos esa plenitud interna, aprendemos a vivir, y todo se vuelve más tranquilo y armónico.
Deseamos internamente una vida mejor, ¡siempre! Deseamos un amor verdadero, deseamos un trabajo que nos proporcione realización personal y buenos ingresos, deseamos una familia de verdad, ¡y todo esto es posible cuando nos descubrimos como esencia pura!
Hace algunos años, atendí en mi consultorio a un muchacho del interior de San Pablo, que acudió a mí por indicación de un amigo que también trabajaba con Radiestesia, si bien su especialidad era solamente el sector viviendas.
El chico tenía mucha dificultad para expresarse y era muy difícil comprender lo que decía, era tartamudo y muy tímido. Tan pronto hubo llegado me confesó su dificultad y cuánto había tenido que luchar internamente hasta pedir cita para la consulta. Dijo que le habían dado mi referencia hacía dos años y que solo ahora había tenido el coraje de acudir a mí.
Le rogué que describiese lo que le ocurría y me dijo que por su problema aparente tenía mucha dificultad para encontrar un empleo y relacionarse con las personas, y que eso lo hacía ser más depresivo y distante de todo y de todos.
En ese momento me contó que había conocido a una chica que estaba viviendo en casa de su tía y que estaba perdidamente enamorado de ella, pero que nunca más había vuelto siquiera a visitar a la tía, para que la chica no viese su problema y lo rechazase. La había visto una única vez y casi no hablaron, había sido en un churrasco lleno de gente y él se mantuvo distante todo el tiempo.
Imaginemos con cuanta dificultad me contó toda esa historia… eso ya representaba, según mi análisis, un gran paso en orden a cambiar su vida… ¡Qué maravilla, pensé!
Le expliqué, entonces, cómo funcionaba el trabajo con la mesa radiónica.
Le dije que primeramente haríamos un análisis completo de todas sus frecuencias energéticas y evaluaríamos a fondo cada aspecto de su vida, a fin de verificar dónde podría haber bloqueos.
En la primera consulta no fue posible identificar el bloqueo mayor, pues todo había estado encerrado dentro de él durante muchos años, y penetrar en su energía era algo muy difícil. Permití que fuese verbalizando lo que sentía, abriéndose y confiando.
Le facilité entonces un gráfico que se llama desenredador de relaciones para que él en su casa trabajase esa energía que estaba tan presa; le pedí que volviese dentro de 2 meses. El ansia por mejorar era tanta que ya quiso dejar marcada la cita. Pensé conmigo, ya se ha iniciado el cambio, todo será más fácil en la segunda consulta.
El día y hora fijados allí estaba él; le pregunté cómo había pasado ese tiempo y me dijo que habían aflorado muchos recuerdos del pasado, y se había sentido muy triste y melancólico.
Le expliqué que ese gráfico radiónico tenía la función de deshacer cordones emocionales formados a lo largo del tiempo entre las personas; que eso era natural y que pasaría.
Empezamos el atendimiento por la mesa radiónica; después de verificar todas las frecuencias energéticas, entré en los bloqueos e identifiqué en la mesa uno muy grande, producido a la edad de 7 años.
Le rogué que identificase algo muy malo y significativo que pudiese haber ocurrido y que se hacía presente en su mente con constancia.
Se quedó mirándome muy serio y de sus ojos brotaron lágrimas. Me pidió un tiempo, tomó un poco de agua y dijo: voy a contarte algo que nunca he contado a nadie y que me causa mucha angustia, un secreto de vida, ocurrido exactamente en esa fase de mi vida – aún bromeó: me empieza a encantar esa tal mesa radiónica… esto lo hacía, seguramente, para poder relajarse un poco.Empezó a relatarlo así: cuando yo tenía exactamente siete años, mi madre me llevó al dentista, que era un amigo de mi padre y frecuentaba mi casa con ocasión de fiestas y reuniones familiares. Me dijo entonces: tú sabes que todo crío odia ir al dentista, pero ese, por ser amigo, no me importó ir hasta allí. Él me sentó en el sillón y mi madre se quedó en otra sala leyendo una revista. Empezó su diagnóstico y un cierto momento me dijo: voy a la otra sala a buscar unos instrumentos que están en el autoclave, y explicó además: el autoclave sirve para matar bichitos que podrían hacerte daño… y ya vuelvo.
El sillón era alto y el dentista lo había puesto aún más alto. La tardanza fue tanta que el niño había decidido entonces bajar de allí y averiguar qué estaba ocurriendo, o ir hasta su madre. Cuando llegó a la otra sala, vio a la madre abrazada con el dentista y besándose con él; volvió corriendo, entonces, a su sillón, y allí permaneció perplejo.
Desde ese día en adelante la tartamudez se instaló en su vida. Cada día se hacía mayor su dificultad para hablar y se encerraba más en su mundo. En la escuela tenía dificultades para relacionarse e interactuar, y todo se había vuelto más difícil en su vida.
Para resumir, deshicimos dicho bloqueo energético en la mesa radiónica ¡y la vida se puso en marcha nuevamente!
Le rogué que acudiese a un fonoaudiólogo para que le enseñase a pronunciar las palabras y a expresarse mejor, explicándole que por haber tenido ese problema durante tantos años era preciso que volviese a aprender. En ese mismo momento él me dijo: ya he hecho muchos y muchos tratamientos como ese y en nada resultaron.
Le expliqué entonces que como habíamos deshecho el bloqueo energético, todo sería conducido de forma diferente, incluso los progresos alcanzados serían perceptibles.
Siguió mi indicación y me mandaba noticias, semana tras semana. La alegría en sus palabras era algo que me contagiaba. ¡Qué maravilloso es todo esto!
Tras 6 meses de tratamiento, su evolución era óptima, casi no se percibía el problema, y yo lograba entenderlo perfectamente por teléfono.
Además había empezado un curso de informática, encontró trabajo y su vida se armonizó.
Aquella muchacha que había desencadenado todo esto, nunca más la ha visto. Pero estoy segura de que ella fue la que despertó en él el enorme deseo de ser feliz, de cambiar su vida, de encontrar su verdadera esencia, el deseo de saber y de encontrarse a sí mismo.
Hoy, después de algún tiempo, sé que él está feliz y pleno y siempre me dice: ¡qué bueno es vivir así!!!
Por esos y otros atendimientos, siempre digo: ¡amo lo que hago!