Los apegos son fuentes de inevitable sufrimiento. Cuanto más nos apegamos a situaciones, objetos, personas, más vulnerables nos hacemos.
Visto que la esencia de la vida es la no permanencia, desear la posesión eterna de todo aquello a que nos aficionamos es una ilusión. No obstante, pocos de nosotros están preparados para vivir una existencia sin apegos.
Las experiencias de pérdida nos recuerdan, de modo doloroso, cuánto necesitamos aprender a aceptar esta realidad. Aceptar significa, ante todo, no resistirnos a las pérdidas cuando éstas ocurren.
Crear una resistencia interior solo hace prolongar todavía más el dolor y la angustia que sentimos. Cuanto más rápidamente aprendamos a dominar el arte de la aceptación, más capaces seremos de mantenernos inmunes al temor al rechazo, a la escasez, a la soledad.
Aunque sea este uno de los principales aprendizajes de la vida, nadie nos enseña a cultivar esta actitud. Por el contrario, somos entrenados no para compartir, sino para depender del otro, como si nuestra propia individualidad fuese algo sin valor.
Reaprender a ser libre y a no mantenernos presos a condiciones para poder estar felices es el camino más sensato para liberarnos de una vez de la prisión de los apegos.
Sin Hogar
La bienaventuranza nunca tiene hogar, es una errante.
La felicidad tiene un hogar, la infelicidad también tiene un hogar, pero la bienaventuranza, no.
Ella es como una nube blanca, sin raíces en lugar alguno.
En el momento en que tú creas raíces, la bienaventuranza desaparece y empiezas a apegarte a la tierra.
Hogar significa seguridad, garantía, confort, conveniencia.
Y, finalmente, si todas esas cosas quedasen reducidas a una sola, hogar significa muerte.
Cuanto más vivo estés, menos hogar tendrás.
Este es el significado básico de ser un buscador: vivir la vida en peligro, vivir la vida en inseguridad.
Vivir la vida sin saber lo que vendrá seguidamente, permanecer siempre disponible y capaz de sorprenderse.
Si puedes quedar sorprendido, estarás vivo.
Maravillarse (wonder, en inglés) y peregrinar (wander, en inglés) vienen de la misma raíz.
Una mente fija pasa a ser incapaz de maravillarse, porque ha pasado a ser incapaz de peregrinar.
Así, sé un peregrino, como una nube, y cada momento trae infinitas sorpresas.
Permanece sin hogar. Sin hogar no significa no vivir en una casa;
significa simplemente nunca permanecer apegado a cosa ninguna.
Aun si vives en un palacio, nunca te apegues.
Si llega el momento de partir, sigue adelante sin mirar atrás.
Nada te prende; tú lo usas todo, lo disfrutas todo, pero permaneces como señor.