El ego, esa dimensión del ser que nos permite actuar en el mundo material, enfrentar la competición y luchar por nuestros objetivos es, al mismo tiempo, nuestro aliado y también nuestro punto más vulnerable.
Esto porque él necesita todo el tiempo un aval exterior para poder existir en seguridad. Por ello nuestro sentido de propia valía, nuestro amor propio y nuestra confianza en nosotros mismo están constituidos sobre una base bastante inestable.
Mientras nos identificamos exclusivamente con el ego como parámetro para definir quiénes somos, corremos el riesgo de ver a nuestro yo debilitado al menor signo de rechazo.
La única forma de evitar tal desastre es comenzar a percibir que nuestra seguridad interior emana de otra fuente distinta. Ella se sitúa mucho más allá del ego, en lo que denominamos la Divina Presencia, el Self, o Yo Superior.
Allí habita la conciencia que nos permite enfrentar cualquier circunstancia de la vida sin dudar un instante siquiera de nuestro propio poder. El poder, en este caso, no tiene relación alguna con el ego, por eso no conlleva la necesidad de sentirnos superiores a quien quiera que fuese para poder ser felices.
Por el contrario, nuestro verdadero poder se fundamenta en la simple certidumbre de que somos una expresión de lo divino, de que a través de nosotros él ha realizado una vez más su impulso creador.
Somos, por tanto, parte no disociable del Todo, de todo cuanto existe de manifiesto en el Universo.
Aunque aún necesitemos del ego para actuar en el mundo de la materia, hemos de tener en mente que él no es más que una herramienta que nos ayuda a concretizar la misión para la cual cada uno de nosotros ha sido destinado.
Esta conciencia nos permite mirar la vida con una nueva visión, aceptando que todo lo que nos sucede constituye una parte fundamental de nuestra evolución.
“Relajación y paz
Siempre que te acuerdes, relájate profundamente y tranquilízate siempre que sea posible, cada día. Sin acción alguna por tu parte, después de algunos días sentirás que se ha establecido la paz. Ella te seguirá como una sombra.
Hay muchos niveles de serenidad. Hay uno que tú puedes producir apenas al sentirlo, apenas al darte a ti mismo una profunda sugestión de que estás sereno; esa es la primera cota. La segunda cota es aquella de la cual tú te haces consciente súbitamente; tú no la creas, pero la segunda sucede solamente si la primera está presente.
La segunda es la real, pero es la primera la que ayuda a crear el camino para aquélla. La paz viene, pero, antes de que venga, como un requisito previo, tienes que crear una paz mental a tu alrededor. La primera paz será apenas mental; será como una auto-hipnosis, creada por ti. Entonces, un día, súbitamente te darás cuenta de que la segunda paz ha aflorado. Ésta nada tiene que ver con tu acción o contigo. A decir verdad, es más profunda que tú. Procede de la propia índole de tu ser, del ser no identificado, del ser no dividido, del ser desconocido.
Nosotros nos conocemos solamente en superficie. Un pequeño lugar es identificado como siendo tú, una pequeña ola recibe un nombre, es rotulada como siendo tú. Justamente dentro de esa ola, en el fondo, está el gran océano. Así, acuérdate siempre de crear paz alrededor de todo cuanto estés haciendo. Ese no es el objetivo, sino apenas el medio. Una vez creada la paz, algo del más allá la inundará. Ella no vendrá a partir de tu esfuerzo".
Publicado dia 6/4/2010 12:42:44 PM em STUM WORLD
