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La metáfora del elefante encadenado y la manipulación perversa materna
por Silvia Malamud
Traducción de Teresa
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En el espectáculo de circo, el elefante hace mil y una demostraciones evidenciando diversas habilidades en uso de su asombrosa fuerza. Antes de entrar en escena, no obstante, este aparatoso animal permanece apático, contenido en sus movimientos, preso por una pata con únicamente una ínfima cadena que lo ata a una pequeña estaca de madera clavada en el suelo. Incluso aunque la cadena fuese más gruesa, que no es el caso, ciertamente él tendría la capacidad de derribarla con un mínimo esfuerzo, pudiendo rescatar al momento su capacidad innata de moverse libre y espontáneamente hacia donde sus instintos lo llevasen. El punto es que él no adopta ninguna actitud en ese sentido. ¿Por qué será?
Desvendando el enigma: el elefante no escapa de su cautiverio por un motivo bastante obvio y dramático, él fue atado a aquel pedacito de madera en su más tierna edad. En aquel tiempo intentó arduamente liberarse de lo que lo prendía, pero no tenía fuerza suficiente para tanto, y pese a todos sus esfuerzos, fue vencido por lo que lo sujetaba en aquella situación. Al final, exhausto, renunció a todo intento, entendiendo que su existencia sería restringida de aquel modo. Estaría medianamente libre únicamente cuando sus dueños así lo permitiesen. Ansioso y entristecido con su destino, pasaba las horas a la espera de poder disfrutar de una pequeña brecha de libertad y movimiento.
El circo de la dependencia y de la falta de contacto con la propia fuerza, tanto en los elefantes como en los humanos, comienza desde muy pronto y si no es debidamente tratado, pasará por el riesgo de repetirse en el mismo patrón, en relaciones que fatalmente tendrán características abusivas.
En el universo del circo el elefante no se suelta porque no tiene consciencia de su tamaño y de su fuerza, y por consecuencia, no cree que puede. Del mismo modo, hijas de madres narcisistas perversas igualmente pasan por dificultades semejantes, y como rehenes se perpetúan en ese estatus de quebrantamiento emocional, donde la cadena esta vez, que las mantiene atadas a la estaca, está en las palabras dañinas y descalificadoras, que cumplen la función de situarlas en una posición de total inseguridad frente a cualquier actitud más asertiva que puedan llegar a tener. Como resultado, al igual que los elefantes, no creen en sus fuerzas innatas, dudan de sus capacidades y de la validez de todo lo que podrían alcanzar. Siguen tímidas en sus andaduras, en medio de un vacío afectivo innombrable, en la infinita espera de que un día finalmente serán amadas en la medida de lo que a ellas les hace falta, pudiendo así definitivamente verse libres de tales cadenas. Como pordioseras de amor, con la necesidad de la aprobación de todos a su alrededor, y por temor a ser rechazadas, pasan por encima de cualquier dolor o sentimiento propio, con el fin de satisfacer las menores necesidades de los otros.
Únicamente cuando rompen con la cadena que las aprisiona, en un grito de sobrevivencia máxima, definitivamente aprenden que pueden decir no, que pueden sentir lo que sea de manera segura y pasan a comprender que pueden afirmarse sin la amenaza de la reprobación, sin la necesidad de rendir cuentas a los sayones al acecho.
La lealtad para con la cadena que las ata, inventa que las madres son las únicas fuertes del entorno y que las hijas deberán ser eternas dependientes suyas. En ese papel, estas madres se sostienen en las identidades de magnanimidad a costa de las hijas, que han sido severamente adoctrinadas para confirmar continuamente esa desvariada alucinación de grandeza.
Como estrategia, las madres tóxicas mantienen a sus hijos prisioneros en sus cadenas so pena de no recibir amor y de la inexorable sensación de abandono si se atreviesen a no cumplir las reglas de sumisión impuestas.
Para que el elefante logre desvencijarse huyendo lejos de las cadenas que lo atan a la estaca, es necesario que ocurra algo muy grave venido de fuera, como un accidente natural, un terremoto, una tempestad, un huracán, un diluvio, incendio, en fin, alguna situación que lo coloque en riesgo real. El miedo y la lucha por la supervivencia le harían apostar por la vida de modo muy diferente a todo cuanto él había aprendido anteriormente. Hijas de madres narcisistas logran desatarse de esos grilletes también cuando están en situaciones de riesgo, cuando pasan por depresiones severas, cuando se ven asoladas por cuestionamientos que las impulsan a descubrir la verdadera trama en que están insertas, cuando la solicitud por la vida origina una masa crítica de consciencia de que algo muy equivocado está sucediendo, y que la única salida es escapar a ese aprisionamiento tóxico.
En algunos casos, la ayuda de terapia competente puede marcar toda la diferencia para que un nuevo ciclo de vida saludable pueda ser inaugurado.
Tu vida es tu bien mayor.
¡Cuanto más despiertos, mejor!
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Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
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