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La Retracción en la Depresión
por WebMaster
Autor João Carvalho Neto
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Traducción de Teresa
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Hablar sobre el trastorno depresivo ya se está convirtiendo en lugar común, tanta es la necesidad que ese tema trae de informaciones y soluciones para un contingente significativo de la población que se percibe, un día, envuelta en ese cuadro patológico. E incluso aquellos que no se ven con un diagnóstico cerrado, a menudo una melancolía o tristeza persistente, la falta de motivación para llevar adelante su vida, pueden ser señales de una depresión leve.
Pero hoy aquí, en estas pocas líneas que voy ensayando, quiero hablar del aspecto semántico de la palabra depresión y cuánto puede indicar de iniciativas profilácticas y sanadoras.
En todas las fases en que una depresión pueda manifestarse, tanto leve como moderada o grave, el sentido de la propia palabra trae implícita una idea de lo que está ocurriendo en la vida psíquica del individuo. Los diccionarios de la Lengua Portuguesa proponen los siguientes significados: rebajamiento, abatimiento, reducción, disminución, decrecimiento, retracción.
Veamos que, en todas las posibilidades, lo que más caracteriza el sentido general es justamente la idea de retracción, de un movimiento de retorno al centro del núcleo de la individualidad psíquica, un estado egocéntrico que es contrario al movimiento natural de la vida y de la evolución, marcado por la expansión.
Podríamos caminar aquí hacia un abordaje más psicológico - y mi hábito psicoanalítico intenta insistir en ello - pero no voy a rendirme a la tentación.
Quiero, en este artículo, llamar justamente la atención hacia este aspecto tan olvidado, casi nunca mencionado por los médicos - quienes, las más de las veces, se limitan a prescribir medicamentos - que es el movimiento físico y energético vivenciado en los trastornos depresivos.
Unos de los síntomas más comunes relatados por los pacientes es la falta de ganas de salir de casa, de salir de su cuarto, de su cama, a decir verdad, de salir de sí mismos.
Con ello, la rutina mental de la persona pasa a girar solamente alrededor de sus cuestiones mal resueltas, de sus emociones, sus lamentos, "su" depresión. Claro que a estas alturas algún familiar o amigo, con la mejor de las intenciones, ya debe haberle dicho: "Sal de esa cama, la vida está pasando fuera, tú necesitas ver gente..." y cosas de ese tipo. Y el deprimido contestará: "Pero yo no soy capaz..." Y tenemos que considerar que es difícil de veras.
El trastorno depresivo es una enfermedad, se instala y se adueña de la vida psíquica, prevaleciendo sobre todo lo demás. Quien lo ve desde fuera no siempre comprende esas imposiciones. Pero también es preciso que el enfermo tome conciencia de la necesidad de hacer un movimiento de expansión contrario a la retracción que se opera. Ninguna estrategia terapéutica, en cualquier tipo de patología física, mental y espiritual, alcanzará eficiencia sin el concurso activo del paciente. Por eso los procedimientos que puedan trabajar el restablecimiento del individuo, como la psicoterapia, terapias complementarias, medicamentos prescritos por médico (si la situación lo exigiese), vivencias religiosas, deben buscarse, si posible, simultáneamente. Pero es indispensable que se haga un movimiento contrario a la retracción.
En ese sentido, no podemos olvidar nuestra esencia, tanto animal como espiritual. Somos seres animales y, como tales, necesitamos alimentarnos de las energías de la naturaleza, del contacto con los demás seres de la Creación. Por otra parte, somos seres espirituales, con una demanda silenciosa de reencuentro con nuestra fuente de vida, que se expresa justamente en la vida por ella creada, y en que ella se manifiesta.
Observad que la incidencia del trastorno depresivo es mucho mayor en las regiones frías y además aumenta en las épocas en que el frío se agrava, debido a la retracción y la reclusión que el frío provoca.
Queda claro que la acción contraria establece una predisposición sanadora, higienizando y restaurando la energía biológica y psíquica, liberando el pensamiento de la restricción de la monoidea y abriéndolo a nuevas perspectivas, aparte de favorecer los procesos intuitivos que sugieren respuestas para los conflictos psicológicos peculiares a aquella persona.
Buscar la vida al aire libre, sentir el frescor de los vientos, bañarse en las aguas de los mares o ríos, absorber la energía de la vegetación y de los minerales, contemplar la belleza de la Creación en todas sus dimensiones, son actitudes difíciles para aquel que se encuentra deprimido, y sin embargo, de extrema valía para su restablecimiento.
La propia acción de decidir y realizar algún movimiento ya favorece un estado más optimista. Pese a todo, qué hacer y dónde serán siempre opción de cada uno, siendo importante que, poco a poco, lleven a la sensación de algún nivel de placer, lo cual en el fondo, será el remedio y la cura: el placer de vivir.
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