Cuando Jesús nos enseñó a perdonar, nos concedió el máximo poder inmunológico para frustrar el contagio del odio y del desequilibrio en nuestras relaciones recíprocas.
Perdona a quien te persigue o calumnia, en el vehículo del silencio, y situarás al agresor en la celda íntima del arrepentimiento, en la cual se le transformarán los sentimientos para la sanación espiritual de que tiene necesidad.
Perdona, sin comentarios, a quien te ofende, y en breve tiempo tomarás conciencia de los males que evitaste y de las esperanzas con que renovaste muchos de los corazones que comparten tu vida.
Si alguien te ha herido, perdona y cállalo.
Si alguien te ha perjudicado, cállalo y perdona siempre.
Cuando todos practiquemos el perdón que Cristo nos legó, habremos alejado del mundo las calamidades de la propia guerra, que, en su esencia, es la cristalización del mal que nos induce a apoyar, voluntaria o involuntariamente, el exterminio de millones de personas.
Por el Espíritu Emmanuel, del libro: Hora Certa, Médium: Francisco Cândido Xavier - Edición GEEM.
Bendiciones Plenas
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