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La vida común como método de meditación
por Elisabeth Cavalcante
Traducción de Teresa
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La práctica de la meditación se presenta, para muchas personas, como un gran reto. Hay innumerables técnicas meditativas que los maestros espirituales nos proporcionaron, pero practicarlas exige disciplina y dedicación.
Para quien vive bajo el dominio de la ansiedad y de la agitación interior, esto es casi imposible. En el Zen – que es descrito por los orientales como la flor suprema de la consciencia –, algo importante ha pasado.
En él no se hace distinción alguna entre la vida común y la vida espiritual. O sea, es posible entrar en contacto con la dimensión divina de tu ser, practicando las más simples y cotidianas actividades.
Como la base de la meditación es la concentración, cualquier cosa que estemos haciendo puede convertirse en una práctica meditativa. Tomar conciencia de esto puede marcar toda la diferencia en nuestra idea de lo que sea meditar.
Por ejemplo: puedes fregar los cacharros perdido en innumerables pensamientos, o mantenerte totalmente consciente de cada movimiento que realizas en la ejecución de esta tarea.
Del mismo modo es posible proceder al caminar, al alimentarse, al ducharse. La plena atención es el secreto para que el estado de no-mente se manifieste.
Claro que, a menudo, este proceso será interrumpido por la mente, pero basta dejar que los pensamientos pasen y volver nuevamente a la concentración inicial en aquello que se está haciendo.
La ceremonia del té, en el Japón, es uno de los más populares ejemplos de la práctica que convierte un acto simple en un ritual meditativo.
Al preparar y degustar el té, toda la atención debe estar colocada en la tarea: percibir el color, el aroma y el sabor de la bebida. A continuación, sorberla con calma, en silencio, tomando conciencia también de los sonidos del entorno.
El cantar de los pájaros, alguna música, en fin, todo lo que sucede en aquel exacto momento, debe convertirse en objeto de atención.
Cada día podemos elegir una actividad que servirá como camino para entrenar el estado de no-mente, de relajación total y percepción del silencio que habita en nuestro interior. Sin hacer esfuerzo gigantesco alguno, poco a poco la meditación se hará presente en cada pequeño acto cotidiano.
La verdad no puede estar contenida en ninguna palabra, cualquiera que ella fuese. La verdad sólo puede ser conocida por medio de la experiencia. La verdad puede ser vivida, pero no hay modo de decirla.
Osho
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Elisabeth Cavalcante é Taróloga, Astróloga, Consultora de I Ching e Terapeuta Floral.
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