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Las mujeres y los nuevos tiempos

por WebMaster

por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Los pensamientos y las discusiones respecto de tiempos pasados podrían hacernos olvidar que en la nueva era de la espiritualidad la mujer representa el ideal de vida para los seres humanos, fuertes y al mismo tiempo, amables.

Durante tiempos, la ley de los hombres dejaba al ser humano, mujer, paralizado y domesticado. Alguna que otra se ha destacado, pero, enseguida, el machismo reinante, aliado a religiones igualmente machistas, hicieron el triste favor de apagar sus luces. Lo peor es que, todavía hoy, muchas de estas religiones aún esclavizan este sexo, que no es así tan frágil. Durante mucho tiempo ellas han estado a merced de las leyes de los hombres y de las religiones, y todavía están lejos de su total libertad. Vivimos en una sociedad cruel, reglada por pensamientos religiosos que perciben el pecado en casi todo en la vida, y, así, las aprisionan. La mujer ha sentido y siente aún en su piel el peso de tales leyes.

Por la inmensa riqueza de sus sentimientos y por las varias posibilidades de su constitución, la mujer será la palanca en la recta final de la nueva era. Ella será la pieza principal en la evolución del ser humano, pues a lo largo de su existencia ha conseguido su libertad de manera sufrida, pero brillante, y ha hecho valer su importancia en todos los aspectos.

Puede parecer que estamos en un momento en que una nueva visión de mundo sea demasiado grande para la medida de los pensamientos de la mujer, imaginada y amada en todos los sentidos por los hijos y por los hombres. Puede parecer que si no existiese ese basamento de sentimientos que lleva en sí la mujer, estaríamos viviendo en profunda brutalidad. En este mundo nuevo, ella será capaz de equilibrar y de centrar aún nuestro crecimiento espiritual. Parece que esa figura familiar muy amada viaja en el corazón de todos y se disuelve en los contornos infinitos de los pensamientos de los hombres.

La mujer ha hecho el descubrimiento libertador de la vida con conciencia y fe. El mundo material y las personas se han vuelto transparentes para ella, que nos ha mostrado la figura dulce que es, y sus luchas. Ella nos ha enseñado a amar y a reconocer su fuerza y su importancia en un contexto de liderazgo en la dirección del planeta. Así lo hicieron María de Nazaret, María Magdalena, Maestra Nada, Juana de Arco, Madre Teresa de Calcuta (mujer abnegada, que encarnó el divino amor hacia los más necesitados), María Antonieta, Cleopatra, Santa Teresa de Jesús, Helen Keller, Helena Petrovna Blavatsky (maestra de la Fraternidad Blanca y fundadora de la Sociedad Teosófica), Guenevere o Ginebra (esposa del Rey Arturo), Nefertiti (reina egipcia), Helena de Troya, (en su aspecto arquetípico es el Alma Gemela, la compañera mística de todos los guerreros de la Luz), Minerva (la sabiduría de lo Eterno Femenino, un aspecto peculiar de la Madre Divina, una parte auto-consciente de nuestro Ser Divino), Sofía (la sabiduría, aprisionada por los Arcontes del Destino, pero liberta mediante el Salvador a cambio del sacrificio de la Santa Eucaristía. Cristo es el único liberador de Sofía). Tú, mujer, que lees este artículo, y otras muchas, tenéis en vuestra vida el alma para guiar el mundo.

Así, a la luz de la fe, el mundo entero que nos rodea y que somos nosotros, puede hacer trasparecer la figura amada de la mujer madre, de la mujer libertadora, de la mujer trabajadora, de la mujer ama de casa, de la mujer amada y amante. Obedeciendo a la ley de la vida y colaborando en el desarrollo de la humanidad, nosotros reconocemos su lucha, su voz. Nosotros nos sometemos a la fuerza de sus atracciones y reconocemos nuestros deseos, pues van más allá de los deseos materiales. Hasta en la alienación de la muerte, cuando el hombre pierde el mundo y a sí mismo, ella saca fuerzas para administrar, a menudo, la cruel venganza del hombre. En la vida y en la muerte, en el trabajo, en las decepciones, en la mujer, podemos encontrar la personificación del amor y del cariño.

La mujer puede unir a la familia, puede unir la comunidad, puede unir los pueblos, puede unir los hombres, pues ella, unida a la Tierra, trae la energía del amor, el perfume de las flores y la fuerza de la naturaleza. El amor de la mujer, al estar por encima de todo, se dirige a lo que es al mismo tiempo más universal y más profundamente personal en el prójimo. Su relación y su vocación divina, carismática y amada, por la necesidad que tiene el hombre de tenerla siempre a su lado.

En la medida en que la mujer cree en su propia fuerza, el mundo entero toma para ella la forma de la verdadera naturaleza del amor. Donde sus manos divinas y maternales tocan con cariño, allí se produce un milagro.
BNN



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