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¿A quién sirves: A tu ego o a tu espíritu?
por WebMaster
por Teresa Cristina Pascotto -
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Traducción de Teresa -
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La verdad es que servimos a nuestro ego. Nuestro espíritu, antes de encarnar, pasa por todo un proceso de evaluación de sus necesidades evolutivas, a fin de elegir nuestro propósito de vida, incluyendo todas nuestras características y condiciones necesarias para que él pueda realizarlo. Sin embargo, cuando encarnamos, nuestro ego asume el poder sobre nosotros, convirtiéndose en un tirano autoritario, orgulloso y terco. Pese a que nuestro espíritu ha planificado nuestra encarnación, no encuentra una mínima condición para ponerse al mando, como gestor sabio y capacitado. Pero él sabía que esto iba a suceder, pues la contraposición del ego trae la condición ideal para las provocaciones necesarias, a fin de poder abrir nuestro "bagaje de cuestiones negativas" al objeto de trabajar esas cuestiones, iluminándolas, más allá de las barreras del ego. Si bien esto no es tan fácil de vivir cuando estamos inmersos en la dualidad, dominados por el ego, que todo hace por mantener nuestro espíritu cuanto más lejos de cualquier posibilidad de manifestarse y asumir el mando de nuestra vida. Pero al ego esto no siempre le sale bien, pues en algunos momentos, incluso con las barreras que pone, si nuestro espíritu ha determinado que algo debe suceder, así será. Si el ego se opone mucho, seremos llevados al sufrimiento, pero esto, aunque doloroso, es lo que nos conduce a lo que había sido determinado por el espíritu.
Si el ego es tan dominador, ¿por qué no se "desvencija" de nuestro espíritu y asume el total control? Obviamente, sabemos que esto no es posible, pues si el ego expulsase al espíritu de "nuestro cuerpo", ya no existirían ego ni cuerpo, pues llegaría el desencarne. Así, podemos comprender que el ego es muy avispado y solo se sirve de nuestro espíritu para lo que le conviene. Nuestro espíritu pasa a ser utilizado únicamente como un "combustible" que nos ofrece la pulsión de vida necesaria para que todo lo restante de nosotros pueda sobrevivir. Y esto define exactamente lo que nos pasa cuando nos abandonamos a las manos ignorantes y autoritarias de nuestro ego: sobrevivimos nada más, pues vivir, en la esencia de la palabra, es algo que ni por asomos experimentamos en nuestra vida cuando el ego asume el mando.
Citaré un ejemplo: imaginemos que nuestro cuerpo, mente y emociones, componen nuestra estructura como si fuese un coche. Si fuésemos un coche, éste necesitaría ser conducido y comandado por un chofer capacitado para ello; siendo así, nuestro espíritu haría ese papel, el de chofer. Imaginemos que el coche tenga voluntad propia y que cuando el chofer entra para conducirlo, dispuesto a ir en dirección "norte", el coche manifiesta su terca voluntad y se niega a seguir en la dirección determinada, y le dice al chofer (espíritu): quien determina la dirección y quien conduce soy yo, tú solamente te quedarás ahí sentado mientras yo conduzco de la forma que quiero y voy a donde quiero y he decidido que iremos en dirección "sur". Y así lo hace, sin atender mínimamente al chofer. Pero, si es así, ¿por qué el chofer se deja llevar y no salta fuera del coche? Porque él está ligado al coche, si se marchase, el coche "moriría"; con eso, permanece pacientemente esperando el momento en que el coche llegue a rendirse a las evidencias, pues ir en dirección al sur traerá consecuencias muy dolorosas. Nuestro espíritu no es más que un generador de energía, de combustible, para que el ego conduzca a su antojo.
Para saber si quien nos comanda es el espíritu o el ego, basta que observemos nuestra vida. Si estamos perdidos, confusos, perturbados, insatisfechos, tristes, ciertamente el mando lo lleva el ego.
En mis atendimientos, cuando hago la captación de inconsciente, eso es justamente lo que encuentro: la acción del espíritu es prácticamente inexistente en la vida de la persona; solo es algo que "hay que llevar también", pues sin él no hay vida en aquel cuerpo. Excepto eso, no vale para nada. Cuando tengo a la persona ante mí, pidiendo apoyo para mejorar su vida, en realidad el mensaje que su ego me está enviando es más o menos este: mira, yo solo he venido para que me ayudes a salir del dolor y para que me des fórmulas mágicas para cambiar el mundo, no me vengas con esa de señalarme mis errores y mi responsabilidad, pues el mundo es el culpable y no yo, solo soy un sufridor y quiero que me enseñes una manera de cambiar a los demás y de cambiar mi vida, pues ellos no comprenden y no saben que lo que yo digo, hago y quiero es la única verdad que existe. En fin, este es básicamente el mensaje velado - que yo capto telepáticamente - de los egos.
Pero cuando presto el apoyo necesario, al espíritu de la persona es a quien sirvo, captando la realidad oculta en su inconsciente y entregándole toda su verdad. Ante esto, la persona - o mejor, su ego - se inquieta y se molesta, llevándola a experimentar una mezcla de contrariedad frente a las cosas que "no deseaba conocer sobre sí misma", al mismo tiempo en que se siente perpleja ante la magnitud, en toda su sencillez, de lo que le es revelado. Incluso con la tentativa del ego, de oponerse a lo que digo, la persona siente que todo forma sentido y es perfectamente coherente con su corazón.
Pese a que la persona aún no sabe qué es exactamente lo que tiene que hacer para cambiar su vida - este es el ego intentando asumir el poder, tratando de racionalizar sobre algo tan subjetivo y sutil - ella se siente segura y tranquila, pues su corazón le dice que todo está bien, en el divino orden de las cosas, y que ella sabrá qué hacer, sin tener que "pensar" al respecto, pues todo el cambio se verificará por el sentir.
Mientras la persona está envuelta en la energía del proceso, que le permite estar en contacto con su propio espíritu, todo le parece muy extraño, pues la sensación que experimenta mientras está saliendo de la ilusión y entrando en contacto con la realidad es muy diferente de todo lo que está acostumbrada a experimentar cuando está dentro de la rigidez del ego. Esto ocurre porque se ha puesto en marcha un proceso, entre fuerzas contrarias, en que el ego está cuestionando y detestando todo, en la tentativa de sabotear el trabajo, al mismo tiempo en que el espíritu se está felicitando con la sabiduría que está teniendo la oportunidad de manifestar. Todo se vuelve "malo y bueno" al mismo tiempo, la persona quiere pensar y contestar, pero no lo consigue, pues la intensidad con que se está manifestando el espíritu hace callar a cualquier pensamiento contrario a él, como si el propio espíritu ya contestase a todas las preguntas de la persona, sin "decir una palabra". Todo forma un inmenso sentido para la persona y siente que, pese a no saber racionalmente qué es lo que deberá hacer para cambiar su realidad, tiene una certidumbre en su corazón de que todo va a cambiar, que sabrá lo que debe hacer y que las respuestas llegarán. La quietud y la serenidad la envuelven, callando la voz del ego, que se rinde entregado, suave y confiado. Es posible, sí, quitar al ego del poder sin tener que aniquilarlo, pues él pasa a tener una comprensión de la realidad verdadera, saliendo de la realidad ilusoria en que está acostumbrado a vivir.
La entrega al espíritu es un aprendizaje que hemos de conquistar. Buscad, por caminos que agraden a vuestro corazón, un medio de liberaros de los dominios del ego. Para ello basta tener determinación y buena voluntad. ¡Confiad en vosotros mismos!
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