Actualmente, como siempre, el tarot debe la mayor parte de su popularidad a su uso como artificio de adivinación. La adivinación no involucra apenas la superstición o al mera lectura de la suerte.
Por el contrario, ella es excepcionalmente sutil, y por su intermedio los secretos del inconsciente pueden ser descubiertos, nuestros poderes (extra sensoriales y otros) pueden volverse visibles y podemos obtener orientación para nuestras confusas vidas.
Lo más importante es que comprendamos que no existe nada casual o accidental en el universo y que los eventos exteriores – mismo aquellos que parecen triviales- están íntimamente relacionados con ocurrencias en la psiquis del ser humano.
Por lo tanto, si aprendemos el arte de descubrir e interpretar las señales exteriores, podremos así tener acceso al mundo de las realidades interiores de nuestras propias almas y del Alma Cósmica.
La magia de la adivinación del tarot no está en las cartas y si en nosotros mismos. Las cartas actúan como instrumentos a través de los cuales la realidad subjetiva en el interior del inconciente se vuelve capaz de proyectar una parte de si misma en una existencia objetiva. Por medio de esa proyección, podemos establecer una relación útil y significativa o un dialogo creativo entre los lados objetivo y subjetivo de nuestras vidas, lo que significa una gran hazaña.
Ciertas Escuelas Iniciáticas o Escuelas de Misterios del pasado, consideraban al arte de la adivinación una importante parte de su currículum. Sin embargo, la finalidad básica no era enseñar al alumno como ver el futuro, sino que tenia el objetivo de construir un mecanismo psíquico en el interior del iniciado, a través del cual una fuente de orientación y de conocimiento intuitivo podría volverse accesible a su Yo conciente. La adivinación, en este sentido, es un arte que construye un puente entre los hombres y Dios, y como todos los puentes él debe ser atravesado y no utilizado como cimiento.
Por todas las razones expuestas, el trabajo con el tarot exige una postura de respeto y seriedad, ya que la intención con que realizamos algo es esencial en lo que concierne a los resultados que serán obtenidos.
Stephan Hoeller, uno de los más renombrados tarólogo americanos, define como, en su opinión, podemos desarrollar la habilidad adecuada en la adivinación a través del tarot y al mismo tiempo evitar trampas de la superstición:
“Existen cuatro tipos básicos de adivinación adecuada y segura a través del tarot y, vamos aquí a describirlas en líneas generales:
1. La actitud adecuada
Esa actitud debe estar localizada entre la frivolidad y el temor supersticioso. La operación de adivinar a través del tarot es una actividad seria, pues no invocamos a los Dioses en vano. Al mismo tiempo, debemos recordar que las cartas son apenas cartas y, de ninguna manera, son objetos dignos de miedo y veneración por si mismos. Guardar las cartas en cajas de valor, pintarlas a mano, o encender velas cerca de ellas no alterará el hecho de que son apenas pedazos de cartulina, y nada más. Lo que importa es la respuesta psicológica que las cartas despertarán en nosotros; el resto tiene poca importancia.
2. El conocimiento adecuado referente al significado adivinatorio de las cartas es la próxima exigencia
Eso es mucho más importante de lo que el llamado “médium” desea admitir. No podemos practicar la adivinación apenas mirando las cartas y haciendo la “libre asociación” con cualquier cosa que penetre en nuestra mente. El tarot no es un método de test asociativo como las manchas de tinta de Rorschach. Tenemos que memorizar los significados básicos y simbólicos de las cartas (de todas, las 78), antes de que podamos pretender llegar a la condición de adivinos del tarot. Es realmente cierto que la adivinación también incluye el uso de material inconciente que viene de forma espontánea a la superficie de la mente del adivino durante la lectura, sin embargo ese material debe servir para ampliar y no sustituir el arte de interpretar las cartas en el sentido de su significado reconocido.
3. Un talento natural para la imaginación mágica
Es otra cualidad importante. Ella puede ser encontrada en determinado grado en la mayoría de las personas, y su crecimiento dentro de la psiquis individual puede ser cultivado. La imaginación mágica es simplemente la habilidad de hacer con que la realidad subjetiva o psíquica se relacione de modo significativo con las señales materiales disponibles. El tarot es ciertamente uno de los mejores medios de estimular esa imaginación mágica, y cuanto más lo estudiamos y utilizamos, más nos volvemos aptos para cultivar esa facultad importante y excitante.
4. La disposición para encarar los aspectos ocultos de la propia psiquis
Es la última condición y probablemente la más importante. Ninguna persona que sufra las formas más graves de neurosis puede practicar cualquier arte oculta sin causar daños a si misma y a los otros. Los antiguos tenían un dicho que decía que, en un recipiente no preparado, los Dioses derramarían su vino en vano. Aquellos que poseen poderosos demonios escondidos en la entrada de la conciencia podrán permitir que ellos se manifiesten en sus personalidades cuando están involucrados con la práctica de las artes ocultas.
Tales acontecimientos infelices no desmerecen el tarot o cualquier otro artificio adivinatorio; ellos meramente revelan la falta de sabiduría del tonto que se precipita donde los ángeles temen pisar. Motivos mercenarios, como el deseo de prestigio y de poder obtenidos por medio de la adivinación, son obstáculos poderosos para el éxito de una operación adivinatoria, pues ellos tienden a liberar fuerzas psicológicas indeseables que confunden al adivino.
La adivinación por medio del tarot es una actividad seria, que no debe ser emprendida pro razones mercenarias ni fútiles. Tales motivos representan una profanación, no de las cartas, sino del poder del alma a través del cual las cartas son interpretadas. Cuando el arte de la adivinación es interpretada por neuróticos o personas de intenciones indignas, ella pasa por una degeneración, de forma que lo que fue antes un templo, se transforma en un mercado vulgar donde los ladrones buscan su contenido sórdido y los vagabundos desperdician su tiempo.
No es sabio tentar a los Dioses. Solamente cuando nuestras mentes no consiguen aprender los asuntos más serios de nuestra vida, de forma que solamente la orientación más elevada puede solucionar nuestras dudas y nuestras ansiedades es aconsejable que recurramos a los ritos adivinatorios del tarot. En todos los asuntos comunes, el sentido común y la lógica son los jueces y los reguladores naturales, y solamente aquellos temas que ni el sentido común y ni la razón pueden resolver, deberían volverse objetos para e ejercicio de la facultad elevada de adivinación del alma”.
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