No sé, no quiero saber, ¡y que quien sepa, no me lo cuente!
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 19/07/2007 12:16:40
Traducción de Teresa - [email protected]
He venido observando con más criterio, últimamente, una situación recurrente en las relaciones actuales. Es el deseo exagerado y la valoración equivocada que mucha gente ha venido alimentando respecto de la “transparencia”.
He oído a varias personas afirmar categóricamente que prefieren conocer todo cuanto hacen sus compañeros, aunque ello sirva más que nada para dilacerar su alma, destruir su corazón y pisotear sus valores.
Ello sin hablar del Orkut, un ‘sitio web-escaparate’ expuesto, por algunas personas, con liviandad y transformado en un mundo de fantasías absurdas. ¡Y como si no fuese bastante la construcción diaria de tamaña ilusión, miles de personas se dejan influenciar por ella para adoptar decisiones importantísimas en su vida!
Es una nueva y desastrosa forma de practicar el antiguo voyeurismo – es decir, curiosear al otro en su intimidad. Ocurre que, originalmente, la idea es mirar para (y sentir placer por) lo que existe de real, mientras que por el Orkut, aquello que se ve no es – definitivamente – real y, mucho menos, ha llegado a proporcionar placer.
Y lo que veremos, finalmente, es el resultado de deseos insanos y tentativas ‘muertas’, enmascaradas, carentes de coraje, de verdad y de fuerza para concretizarse. Claro que existen ventajas en usar el Orkut, ¡pero es preciso madurez para disfrutar de ellas!
En fin, vivimos la era de la transparencia, pero no sabemos qué es lo que eso significa ni siquiera para qué sirve. Queremos saber de la vida del otro bajo la justificativa de que somos sinceros y deseamos reciprocidad, de que preferimos aguantar el dolor de la verdad antes que imaginar la hipótesis de que nos están “tomando por tontos”.
¿¡Qué es esto!? ¿Desde cuándo estamos preparados para una verdad que, a fin de cuentas, ni siquiera existe? ¿¡Desde cuándo el humano es susceptible de tanta transparencia?¡? No sabemos ni siquiera acerca de nosotros mismos, ¡para cuanto más del otro!!! ¡Cambiamos de idea, de pensamiento e incluso de opinión todo el tiempo y queremos que el otro nos pase un informe de su mundo interior!!! ¿Cómo es eso?
Y luego, no comprendemos por qué estamos tan neuróticos, tan depresivos, tan ansiosos, tan estresados… Deseamos una verdad sin darnos cuenta de que, para conocerla, antes hemos de invertir en nuestra maduración, en nuestro equilibrio, en la conciencia superior de quiénes somos y de qué es lo que tenemos para dejar transparentar para el otro.
¡Pero no! Simplemente anhelamos la utópica sensación de poder, de control, de manipulación acerca del futuro y de la vida ajena… y ¿qué es lo que conseguimos? Frustración, decepción, riñas, represalias, desentendimientos, rompimientos, lágrimas, ofensas, falta de respeto y humillaciones.
No defiendo a ninguna de las partes: ni a la que construye una fantasía bajo el rótulo de verdad, ni a la que se corroe por descubrirla, como si acabase de encontrar un mapa del ‘tesoro’. Todo cuanto hemos encontrado, en estas búsquedas insanas e infantiles, está más cercano a la bomba atómica que a algo que se parezca a alguna verdad o tesoro.
Propongo que, antes de saber, querer saber o preguntar a quien lo sabe, acerca de cuánto el otro ha venido siendo sincero, transparente y verdadero con nosotros, consigamos respondernos a nosotros mismos cuáles son nuestras verdades, qué es lo que hemos venido haciendo para ser verdaderamente transparentes. Con qué intensidad y por cuánto tiempo podemos mantener un determinado sentimiento, una opinión o una circunstancia…
Y que todos nosotros, en alguna medida, siguiendo el ritmo de nuestra madurez, percibamos que más importante que saber todo acerca del otro es mantenernos enfocados en nuestras intenciones, en el deseo real de vivir lo que hay para ser vivido… y la verdad del otro será apenas y tan sólo una natural consecuencia…
Que cesemos, de una vez por todas, de dejarnos influenciar por fantasías o – peor – de invertir tanto tiempo construyendo fantasías por nuestra cuenta, ya sean sobre nuestro propio mundo, o bien sobre el mundo del otro.
Porque la transparencia de hecho no está en lo que él dice o hace, ¡nunca! Está dentro de cada uno; en cada una de las opciones que elegimos a cada instante, y que tantas veces ni siquiera percibimos…
¡Estar un poco más atentos a las opciones que hemos elegido, para así conocer un poco más acerca de nosotros mismos, es lo que realmente importa!