¿De quién eres tú rehén?
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 30/07/2007 12:40:48
Traducción de Teresa - [email protected]
Hace algunos días, debiendo tomar una importante decisión en mi universo profesional, empecé a sentirme incómoda con algo, pero sin saber exactamente con qué. Me sentía sin ganas de trabajar, despistándome por cualquier motivo, improductiva. Decidí observarme; quería descubrir qué era lo que me volvía irritable, como si estuviese contestando a alguien o a algo.
Una tarde, conversando con mi agente y amiga muy querida, Claudinha, ¡lo descubrí! Mientras contaba cómo me venía sintiendo en los últimos días, incluso porque ella misma decía notar que yo no estaba dando la medida de siempre, ‘ha caído la ficha’: ¡me estaba sintiendo rehén!
Me zambullí en ese sentimiento... ¿Rehén de qué? ¿De quién? ¿A cambio de qué? ¿Cuánto debería pagarse por mi rescate, a fin de que yo me sintiese libre? ¿Quién tendría que pagarlo?
Según el Aurelio, ‘rehén’ significa: “Persona importante que el enemigo mantiene en su poder para garantizar una promesa, un tratado, etc.” Consideré perfecta esta definición, formidable. Era exactamente esto lo que estaba ocurriendo. Y me he quedado pensando que la mayoría de nosotros se convierte en rehén de algún enemigo durante buena parte de nuestra vida.
“Pero ¿qué enemigo? ¡No tengo enemigos!”, podrías argumentar. Y afirmo, con toda seguridad, que si no estamos atentos, tendremos un enemigo en potencia mucho más cerca de lo que imaginamos: una parte de nosotros mismos, bien en forma de pensamientos negativos, de creencias limitadoras, de promesas caducadas, de tratados que ya no tienen sentido, o simplemente de deseos que no valen el precio del rescate.
Traduciendo mejor, esos enemigos pueden ser opciones que garantizan la adquisición de bienes materiales – una casa o un coche, por ejemplo; pueden ser comportamientos para la conquista de fama o reconocimiento por parte de alguien, o bien la creencia de que actuando de determinada forma seremos amados; la aceptación inconsciente de la ilusión de que somos lo que vestimos, el lugar que frecuentamos, y así sucesivamente.
Claro... ¡todo eso tiene su importancia, sin duda! Pero siempre que seas tú el mentor de cada una de esas creencias y afirmaciones. Siempre que seas tú el comandante de tus acciones, el dirigente de tus pasos y el tutor de tus opciones – de cada una de ellas – durante todos los días de tu vida, recordando que tu verdad de hoy puede sencillamente convertirse en una mentira mañana... y que esto, la mayoría de las veces, si lo observamos con los ojos del corazón, no es del todo malo.
Finalmente, es bueno empezar a considerar que a partir del momento en que actúas sin respetar tus verdaderos sentimientos, sin tener en cuenta tu misión, tus dones y tus valores, te conviertes en rehén de ti mismo, tornándote tu propio enemigo.
Abdicas deliberadamente de tu derecho a cuestionar el camino que has venido siguiendo y si es el caso, cambiar de idea, de percibir que nada es garantía en esta vida, más allá de la posibilidad encantada de vivir...
Así, cuando algo nos incomode, qué tal si nos interrogamos: ¿quién ha dicho que sólo existe esta salida? ¿Quién ha dicho que yo solamente podré sentirme feliz de esta manera, en este lugar, con esta persona o en este trabajo? ¿Quién ha dicho que yo tengo que ser esto o aquello? ¿Qué es lo que yo realmente quiero? ¿Qué es lo que he venido haciendo para seguir mi verdad, aunque ella sea diferente de la verdad del ayer? Y, finalmente, ¿¡qué he venido haciendo para apostar diariamente por aquello en que yo genuinamente creo?!?
Así, estoy segura de que valdrá la pena pagar el precio de tu rescate. Sí, porque eres tú, siempre tú, quien habrá de pagarlo. A fin de cuentas, tú eres una persona importante y no puedes permitir que el enemigo – aunque seas tú mismo – te mantenga en su poder para garantizar una promesa, un tratado, etc. Si una promesa se convierte en un cautiverio, es hora de pagar el precio por tu libertad y retomar el camino de la felicidad, ¡tu propio camino!
