Reencarnación – Parte 2
por Acid em STUM WORLDAtualizado em 19/09/2007 14:52:29
Traducción de Teresa - [email protected]
Continuando con nuestro estudio sobre la reencarnación que hemos iniciado en el otro texto, vemos que nuestro abordaje psicológico/metafísico de la reencarnación hoy es como aquella fábula del elefante y los tres ciegos: todos están en lo cierto y al mismo tiempo todos están equivocados. Ken Wilber nos habla de que cada escuela o teoría psicológica sería más adecuada a la explicación de una serie de comportamientos específicos dentro de un “espectro” de comportamientos posibles al desarrollo humano.
Así, tendríamos, desde un cuadro más mecanicista, dado, por ejemplo, por el behaviorismo radical, hasta los más avanzados, como el de la Psicología Transpersonal. Estando cada escuela, dentro de su encuadre teórico, relativamente en lo cierto, en estas condiciones.
El pensamiento transpersonal de Ken Wilber bebe en la tradición de la Teosofía (y, por consiguiente, de los Rosacruces) que, a su vez, se inspira en el modelo budista Tibetano, encontrado en el Libro Tibetano de los Muertos, que rompe con lo que comúnmente conocemos como reencarnación de la personalidad.
Con base en esto, Frank Visser propone que el Ego espiritual (o sea, lo que consideramos ser el espíritu de Juan Cualquiera, que ya ha sido Napoleón en otra vida y que ya ha tirado piedras a la cruz de Jesús en Jerusalén) está desasociado de la personalidad terrena (o sea, ese espíritu no ha sido nada de eso, siendo apenas una gota en un océano que ya ha comportado en sí gotas que animaron a Napoleón, a Juan Cualquiera y al miserable que apedreó la cruz). Tras la muerte del cuerpo físico, el Ego espiritual se marcha a su mar y aquella personalidad todavía permanece durante algún tiempo en el mundo astral y mental, desvaneciéndose gradualmente (como una pila que pierde la carga) hasta esfumarse. ¡Puf! Allí en el océano, el Ego “descansa” (durante horas o años), hasta sentir la necesidad (que él describe como un “hambre”) de recibir estímulos de los planos más groseros, de sentirse “vivo”.
No se nos manda de vuelta a la Tierra en contra de nuestra voluntad, sino por necesidad. Sólo si somos espiritualmente conscientes (o sea, si ya hemos alimentado nuestras baterías en el plano espiritual con plena consciencia), no tendríamos ya la necesidad de retornar. Algunas almas buenas regresan puramente por el deseo de liberar a otras almas de ese ciclo inconsciente (¿alguien ha dicho Jesús?).
Lo que me ha parecido raro en la teoría es que, si el ego espiritual encarna a una personalidad, ¿qué se ha hecho de las memorias y experiencias de esa personalidad? ¿Quedan retenidas? Si es que sí, entonces es lo mismo que decir que la personalidad está retenida en el ego.
Si quedan compartidas con otros egos, entonces ¿cómo puede el ego sentir necesidad de “bajar” para “alimentarse”, puesto que comparte la experiencia de vida de otros egos que están “subiendo”?
Es más, esta última alternativa es la idea que Carl Gustav Jung se formaba de la existencia consciente después de la muerte: una consciencia de la humanidad. Cuando alguien se muere, “transmite” su experiencia a la consciencia colectiva (que nunca excede el límite de lo que el hombre encarnado puede alcanzar, o sea, nunca “aprende” nada del “lado de allá”), y por eso la vida aquí en la Tierra tendría tanta importancia, pues sólo aquí, en la vida terrena, donde los extremos se tocan, podríamos elevar la consciencia general.
Una imagen interesante del Ego espiritual de Wilber es la del buceador que va a buscar una perla a grandes profundidades. El espíritu busca la perla de la experiencia/vivencia en la Tierra, pero no puede permanecer mucho tiempo allí. De cuando en cuando necesita retornar a su mundo original, para “respirar”.
Es un concepto similar en parte la concepción órfica de la inmortalidad” el alma está enterrada en el cuerpo como en un túmulo (soma-sema, que significa en griego cuerpo-túmulo). Como consecuencia, la existencia encarnada se asemeja más a una muerte y el fallecimiento constituye el comienzo de la verdadera vida. Esta verdadera “vida” no es obtenida automáticamente; el alma será juzgada según sus faltas y sus méritos. Tras cierto período, se reencarna. La influencia egipcia – juicio de Osiris y reencarnación – no puede ser objeto de sofismas en el orfismo. Durante ese vía crucis, de reencarnación en reencarnación, incluso en cuerpos de animales, el alma se va purificando. En esos intervalos reencarnacionistas, el alma llega a demorarse unos 1.000 años en el castigo del infierno, donde sufre un ciclo de pesadas penas. Cuando llega a estar completamente purificada, sale de ese ciclo de generaciones para reinar entre los héroes. El destino, obviamente, no será el mismo para los iniciados órficos y para los profanos. El común mortal profano deberá recorrer diez veces el ciclo antes de escapar.
Existe un concepto difundido en la Iglesia Mesiánica (y también en la Iglesia budista Risho Kossei-kai) de que somos la suma de millares de antepasados. Es la Doctrina Anatta (del “no-yo”), en la cual lo que permanece tras la muerte no es el alma individual, sino el karma (acción) que se hizo en vida. Según la enseñanza de Buda, la existencia, la continuidad de la vida y su cesación son explicadas en una fórmula detallada – llamada Patika Samuppada (producción condicionada), constituida de doce factores:
1. Por la ignorancia son condicionadas las acciones volitivas o formaciones kármicas.
2. Por las formaciones kármicas es condicionada la consciencia.
3. Por la consciencia son condicionados los fenómenos mentales y físicos.
4. Por los fenómenos mentales y físicos son condicionadas las seis facultades (es decir, los cinco órganos de los sentidos y la mente).
5. Por las seis facultades es condicionado el contacto (sensorial y mental) 6. Por el contacto es condicionada la sensación.
7. Por la sensación es condicionado el deseo.
8. Por el deseo es condicionada la posesión.
9. Por la posesión es condicionado el proceso del llegar-a-ser.
10. Por el proceso del llegar-a-ser es condicionado el nacimiento.
11. Por el nacimiento son condicionados:
12. La decrepitud, la muerte, las lamentaciones, las penas, etc.Nótese que todo el proceso ha comenzado por la ignorancia, generando una acción que ha causado una consciencia. Hay semejanzas aquí con el Viejo Testamento (Génesis) y la ignorancia de Adán y Eva al dejarse engañar por la serpiente (una lectura atenta muestra que en el fondo ellos deseaban tener el mismo conocimiento/discernimiento que Dios). Después de esto, tenemos una acción (el mordisco al fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal) y, finalmente, el chispazo de consciencia (‘yo’ distinto de ‘tú’) que les hizo percibir que estaban “desnudos”. Fábula semejante está representada por la caída de Lucifer: la “caída” en sí está tan justificada por la consciencia recién adquirida, que no la percibimos como una ganancia.
Quien cae por el corazón, el sufrimiento es tanto que redime. Quien cae por la inteligencia – véase el ejemplo de la entidad demoníaca del texto bíblico, que no es tan simbólico como parece – no se siente caído…
(Emmanuel)
Así es como aparece la vida, existe y continúa, en forma circular (la tal rueda de Samsara). Sin embargo, si tomamos esta fórmula en sentido contrario, llegamos a la cesación del proceso, una vuelta a ligarse con el Todo.
Lo que Buda niega es la idea de la existencia de un alma inmortal individualizada. Al fin y al cabo, si el alma ha sido “creada” en algún punto, ella estará sujeta a cesar. Y el budismo es enfático en decir que nada es permanente. Entonces su individualidad también es una ilusión que tiene que ser superada para evitar el sufrimiento, así como su idea de “mi cuerpo”, “mi familia”, etc.
Tal vez estemos demasiado apegados a nuestra personalidad para analizar la reencarnación no sólo como flores individuales abriéndose y muriendo, sino como un jardín, en el cual cuidamos de las flores individual y colectivamente, buscando un efecto que sólo puede ser apreciado a distancia.
El Prof. Alberto Cabral, del CEFLE, suele decir que aquí en la Tierra hay “reencarnaciones por arquetipos”. A su modo de ver, diferente del que predica el espiritismo, las personas no vienen a reencarnarse con sus parientes y las situaciones de otrora, pues sería imposible en términos prácticos. Los espíritus tan sólo visten encarnaciones similares, situaciones parecidas donde se puedan encajar, las cuales sumadas cierran el escenario para que la persona encuentre – o supere – los complejos que necesitaría, kármicamente, encontrar. Por ejemplo: Tú tienes la impresión de que en la vida pasada estabas encarnado con un amigo de esta vida. Pero en realidad tu amigo de la vida pasada ha “evolucionado” más rápidamente que tú, que continúas siendo, por ejemplo, pendenciero. Entonces, tu amigo actual es otro espíritu camorrista, solamente parecido al que tu primer amigo era en la vida pasada. La fila ha avanzado. No tendría sentido que tu primer amigo siguiese a tu lado viviendo las mismas cosas si él ya ha aprendido aquello que tú todavía no has conseguido aprender. Reencarnaríamos por sintonía – lugares y personas necesarias o compatibles para la vivencia de los karmas, algo así. Tal concepto guarda semejanza con el Anatta budista.
Sin embargo el Krishnamurti nos habla de que al morirnos nada resta de individual, existiendo tan sólo un tipo de “patrón colectivo de emociones”, un campo que habrá de ser “personalizado” en cada nacimiento. Considero que, para esa doctrina, solamente sale de esta rueda de Samsara quien despierta, sale del río de la vida y del patrón “ego/pensamiento/emoción; tan sólo que, de ahí, tampoco restaría nada individual, porque ese “despierto” entonces se fundiría en el grande e incomprensible Todo que existe allende el río.
Según la Gnosis, el alma individualizada tiene a su disposición 108 vidas para alcanzar la auto-realización. Caso no lo consiga, deberá involucionar al reino mineral hasta que pase por la “Segunda Muerte”. Después de eso, la Esencia, el Alma, o principio inmortal, escapa y vuelve para la superficie, para la luz del sol, a fin de iniciar una nueva evolución, desde el estado mineral, pasando por el vegetal, animal y nuevamente llegar al estado humano o humanoide que otrora había perdido. En él de nuevo le serán asignadas 108 vidas. Si nos auto-realizamos en el nuevo ciclo, estupendo; si fallamos, repetiremos todo el proceso.
Para los Rosacruces, cada ser humano renace en el plano terreno cada 144 años, como media. Si, por ejemplo, una persona vive 80 años en este plano terrestre y muere, el alma y la personalidad de la referida persona permanecen en el plano cósmico psíquico por cerca de 64 años antes de reencarnarse, a fin de completar el ciclo de 144 años. Siguiendo el mismo razonamiento, el niño que desencarna a los cuatro años tendría que permanecer 140 años aguardando la reencarnación.
En el Bhagavad-gita, la más famosa escritura del hinduismo y base principal del movimiento Hare Krishna, se lee: “Tal como el alma corporificada continuamente pasa en ese cuerpo de la infancia a la juventud y a la vejez, del mismo modo, el alma pasa a otro cuerpo tras la muerte. El alma auto-realizada no se confunde con tal cambio.” Los Vedas explican también que, en el mundo material, el alma transmigra dentro de un ciclo de nacimientos y muertes materiales a través de 8.400.000 formas de vida. La forma de vida humana, sin embargo, es la única en que la persona puede auto-realizarse. Las especies de vida inferiores a las humanas no están dotadas de inteligencia suficiente para comprender la diferencia entre el yo y el cuerpo.
Para la ciencia, existe aún la posibilidad de los ‘multiversos’. Entonces, ¿cómo queda la individualidad en cada universo paralelo? El resultado de toda esa ensalada parece indicar el perfeccionamiento de una individualidad duramente conquistada, reformada y perfeccionada para volver otra vez al Todo de donde sólo aparentemente había “salido”. ¿Por qué ha comenzado todo esto? ¿Será el Creador/Todo, que quiere reconocerse (In Lake’ ch)? ¿El Dios en mí saludando al Dios en ti (Namasté)? ¿Será que todo ese proceso ha sido un engaño? ¿O será que genera algún tipo de energía que mantiene nuestro universo?
Referencia: Consideraciones sobre la Idea de la Reencarnación Ayer y Hoy: Un Abordaje Científico, Histórico y Psicológico; El mito de Orfeo.