VIERNES 13, ¿LO ACLARAMOS?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 16/11/2015 09:43:11
por Maísa Intelisano - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Viernes 13, una vez más. No será el primero ni tampoco el último. Sólo uno más. Pese a todo, para los supersticiosos no es así tan sencillo.
Según algunos investigadores, el mito del viernes 13 tendría su origen en dos leyendas nórdicas (o escandinavas).
La primera parece explicar el estigma del número 13 y cuenta que hubo un banquete en Valhalla, el palacio a donde iban los guerreros muertos en batalla, para el cual fueron invitadas 12 divinidades. Loki, el dios del fuego, quizá el más controvertido del panteón nórdico, no lo fue, y celoso, apareció sin ser llamado y armó una emboscada a Baldur, el dios del Sol o de la Luz, el preferido de Odin, dios de los dioses. De ese relato habría surgido la idea de que tener 13 personas a la mesa para una cena era desgracia segura.
En cambio, la asociación con el viernes parece provenir de la segunda leyenda nórdica, sobre Frigga o Freya, la diosa escandinava de la pasión y de la fertilidad. Según la leyenda, cuando las tribus nórdicas y germánicas fueron obligadas a convertirse al cristianismo, las narrativas pasaron a describirla como una bruja, exiliada en la cumbre de una montaña. Se decía entonces que, para vengarse, ella se reunía todos los viernes con otras 11 brujas y el demonio, en un total de 13 entidades, para rogar plagas sobre los humanos. Eso era empleado para incitar a la gente a la ira y a la animosidad contra Frigga, pese a que ni siquiera existían figuras malignas como el diablo en aquellas culturas.
Como el viernes era un día consagrado a la diosa Frigga o Freya (cuyo nombre dio origen al nombre del día de la semana en las lenguas anglosajonas) y por tanto, a lo femenino, el advenimiento del patriarcado judeocristiano hizo que ese día fuese el elegido para ser “maldecido”, al igual que todo lo que concernía a las mujeres, como la menstruación, las formas redondeadas, la magia, el humor cíclico, el pensamiento no lineal, etc.
Esas leyendas, si bien muy anteriores, parecen haberse consolidado o asociado al relato bíblico de la última cena, donde había 13 personas a la mesa en vísperas de la crucifixión de Jesús, un viernes. El 13º invitado habría sido el traidor causante de la muerte de Jesús, Judas Iscariote, exactamente como Loki fue el causante de la muerte del hijo de Odin, por medio de una emboscada.
Leyendas aparte, el caso es que muchas personas supersticiosas evitan viajar en viernes 13; la numeración de los palcos en el teatro omite a veces el 13; en algunos hoteles no existe la habitación de número 13, sustituida por el 12-A; muchos edificios saltan del piso 12 al 14, temiendo que el 13 traiga mal fario; y hay personas que piensan que participar en una cena con 13 personas da mala suerte, porque una de ellas morirá en el plazo de un año. El viernes 13 en fin, está considerado un día nefasto y mucho cuidado en cuanto a las actividades programadas para ese día.
Esa interpretación, no obstante, es tan arbitraria como regional, ya que en otros puntos del planeta el número 13 parece estimado como símbolo de buena fortuna. El argumento de los optimistas se basa en el hecho de que 13 es un número afín al 4 (1 + 3 = 4), siendo éste un símbolo de próspera suerte. En la India el 13 es un número religioso muy apreciado y las pagodas hindúes presentan normalmente 13 estatuas de Buda. En China es corriente que los dísticos espirituales de los templos vayan encabezados por el número 13. también los mejicanos primitivos consideraban santo el número 13 y adoraban, por ejemplo, a 13 cabras sagradas.
¿Qué marca entonces la diferencia? ¿Qué hace que el número 13 y el viernes sean positivos para algunos y negativos para otros, y asimismo neutros para otros?
Una vez más es cuestión de sintonía. Somos lo que pensamos, convirtiéndonos en aquello que creemos, vivimos en aquello que creamos para nosotros mismos.
Cultivadas y difundidas desde hace siglos, estas leyendas vienen creando a su alrededor todo un complejo espiritual y energético, alimentado y soportado por las propias mentes que creen en sus relatos o que, aun no conociéndolos, creen en tales supersticiones.
Pensamientos y sentimientos son energía. Todo lo que pensamos y sentimos produce modificaciones vibratorias en nuestras energías, en nuestra aura, en el ambiente de nuestro entorno. Y lo mismo sucede cuando expresamos nuestras creencias, nuestros miedos, nuestras supersticiones, opiniones, etc. aunque sea silenciosamente.
Creencias, símbolos, mitos y leyendas cultivados durante mucho tiempo y por muchas generaciones tienden a crear enormes campos vibratorios colectivos (también conocidos como egrégoras o holopensenes), formados por las emanaciones mentales y emocionales de todas las criaturas que de alguna forma tienen afinidad con sus objetivos, principios o ideas. Como son muy grandes y también muy fuertes, campos como esos pueden perdurar durante siglos o nunca extinguirse mientras haya alguien dispuesto a realimentarlos con sus creencias e ideas, modificando las energías a su alrededor y entrando en sintonía con dichas energías.
Esos campos inmensos están por ahí, suspendidos, pairando sobre nosotros. Imaginemos, así, el campo vibratorio referente al desavisado viernes 13. ¿Cuántas y cuántas criaturas vienen realimentándolo? ¿Y desde hace cuanto tiempo? ¿Basándose en qué? ¿En leyendas antiguas? ¿O en mitos creados por religiosos que no querían otra cosa más que alejar a los pueblos de sus creencias originales por el miedo, a fin de alcanzar más poder?
¿Cuál será el tamaño de ese campo hoy? Y a cada viernes 13 que aparece en el calendario se hace un poco mayor, y más fuerte, alimentado por supersticiosos que insisten en continuar repitiendo mecánicamente manías de sus antepasados.
El viernes y el 13, juntos o separados, ciertamente nada pueden. Por sí mismos no tienen poder alguno. Son inofensivos. El poder está en quienes creen que ellos tienen poder. El poder, para bien o para mal, está en quienes creen que ellos pueden crear, generar o hacer el bien o el mal. Así, si alguien cree que el viernes 13 da o trae mala suerte, va a conectarse con el respectivo campo vibratorio ya existente, contaminándose de toda la angustia, el miedo y el terror almacenados allí, y atraerá hacia sí una parte de esa energía “ruin” que podrá provocar algo “ruin” en su vida. No es, por tanto, el viernes 13 lo que trae mal fario, sino el supersticioso que va a buscarlo cada viernes 13, con sus pensamientos, su miedo, su propia angustia y falta de confianza.
El problema es que esa superstición tiene tantos adeptos que siempre que aparece un viernes 13 el ambiente se hace más pesado, por culpa de las emanaciones de las personas que “sólo por precaución” permanecen al loro, en alerta, buscando signos de “mala suerte”, intentando pasar ilesas por el día que suponen maldecido. Y entonces parece como si la superstición tuviese algún fundamento...