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¿A quién deseas agradar?

por Rosemeire Zago em STUM WORLD
Atualizado em 08/07/2017 08:01:48


Traducción de Teresa
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Una necesidad común a la mayoría de las personas es agradar. Aprendemos a hacerlo muy pronto, cuando somos comparados a un hermano, primo, vecino, cuando somos apartados en los juegos, o cuando somos humillados, avergonzados, o bien cuando nuestras necesidades no son suplidas, dejándonos la certeza de que algo debemos estar haciendo mal, que no podemos continuar procediendo del mismo modo, y poco a poco vamos alejándonos de quienes somos, de nuestra esencia. Así, nos pasamos la vida poniendo las necesidades del otro por encima de las nuestras, acabamos cediendo más allá de nuestros límites, y los conflictos comienzan.

No siempre la que procede agradando a todos tiene consciencia de que muchas cosas las hace con ese objetivo, pues a menudo esa necesidad es inconsciente. Necesidad ¿de qué? ¡De sentirse importante! ¡Lo suficientemente importante como para ser amada! Es preciso ser muy honrado consigo mismo para reconocer ese comportamiento. Lo hacemos de una manera tan natural que ni siquiera nos damos cuenta. Pero reconocemos claramente cuando nuestro objetivo de agradar se ve frustrado al no ser reconocidas.

¡Hacemos de todo para que alguien perciba nuestra valía, porque allá en lo más hondo, nosotras mismas no percibimos la valía que tenemos! Y cuando ese reconocimiento no lo recibimos por quienes somos, tratamos de obtenerlo por lo que hacemos. Pasamos sin comer las cosas que más nos gustan para adelgazar; trabajamos exhaustivamente sin descanso; dejamos la casa impecablemente limpia y ordenada, la ropa lavada, planchada y fragante organizada en el armario; preparamos una cena especial y tampoco así no hay ninguna reacción del otro lado que demuestre haber percibido todo nuestro empeño. Cuando no hay reconocimiento por parte de nadie nos decepcionamos, nos frustramos. Nos quedamos con la nítida sensación de que nuestra dedicación – casi compulsión – en agradar, no es siquiera percibida. Nos enojamos, gritamos y pasamos a ser el que está equivocado en la historia por el simple hecho de demostrar nuestro descontento con semejante desatención. Como respuesta oímos que sólo sabemos quejarnos y exigir.

Siempre que queremos agradar a alguien, nos ceñimos a la expectativa del reconocimiento, de un elogio y si no lo recibimos, nos frustramos. Y a cada frustración tratamos de agradar un poco más. El mejor camino para la decepción es la expectativa de la actitud de otra persona, pues cada vez que no recibimos el reconocimiento suyo por aquello que estamos haciendo con tanto afán, sentimos que nuestros esfuerzos no están valiendo la pena. ¡Eso acabará originando el lamento constante de que nadie reconoce nuestra valía! Así surge el sentimiento de no estar siendo valorada, dejando de responsabilizarnos por aquello que nos incumbe. Es importante recordar que asumir la responsabilidad es muy diferente de acusarse a sí misma o sentirse culpable.

Pero ¿qué es lo que nos lleva a querer agradar tanto a alguien sin siquiera darnos cuenta? Sólo percibimos el resultado: insatisfacción, tristeza, decepción. Además de la necesidad de obtener reconocimiento y aprobación, el impulso de querer agradar está muchas veces producido por el miedo a la pérdida. Es cuando tú te crees incapaz de vivir sin lo que – o quien – temes perder. Presientes que el menor error puede tener consecuencias terribles, debiendo tener cuidado con lo que dices y haces para evitar un rechazo. Así, una persona que siente necesidad de agradar, aunque sea inconsciente, está siempre tensa, ansiosa y sobrecargada, ¡porque, además de todo, difícilmente consigue decir no! Está siempre intentando adivinar lo que los demás quieren que ella sea y cómo debe proceder, pues la opinión de los otros es mucho más importante que la suya propia. Poco a poco aprende a no tener deseo alguno, opinión alguna. Todo lo que hace es para agradar al otro. Escucha las opiniones de los otros antes que la suya propia. La opinión de los otros, como las necesidades de ellos, son más importantes que las suyas. Quien desea agradar pone casi siempre su valía propia en las manos de los otros y depende enteramente del juzgamiento de éstos. Su estrategia está en concentrarse en los otros, con el deseo de obtener aprobación, admiración, reconocimiento, atención por parte de otras personas, de modo a ser aceptada por ellas, pues en realidad, no se acepta ni se aprueba.

Mientras no sea capaz de obtener aquello que en el fondo desea – agradar para conseguir atención – mayor se hará su necesidad. A decir verdad, su necesidad no es agradar, sino ser aceptada, valorada, amada. Sólo el hacer frente a lo que siente, sea lo que fuere, le proporcionará una percepción de su propia fuerza, de su riqueza de recursos internos y de su capacidad para conseguir lo que quiera y para llegar hasta donde se permita.
Todo ser humano necesita reconocimiento por lo que hace, pero hay una diferencia enorme entre querer ese reconocimiento de una manera saludable y depender del reconocimiento exterior hasta el punto de volverse incapaz de vivir sin obtenerlo todo el tiempo. Revisa honradamente tu objetivo y comprométete en agradarte a ti misma, reconociendo cada logro que consigas, ¡ese es el primer paso para alcanzar tus objetivos más sagrados!


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zago
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores.
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