Acciones creativas en la búsqueda de la evolución
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/07/2011 13:01:05
por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Para actuar en el seno de nuestro Yo Interior, es propio de la acción divina dejar que cada uno busque su evolución, obedeciendo al libre albedrío. Encontramos, entre las acciones creativas, la bondad, que será diseminada por todas partes, dentro de un complejo sostenido, interpersonal y, de alguna manera, en nuestras acciones.
Hoy día está bien claro y reconocido que la doctrina de la evolución no perjudica en nada la fe en la Creación. Las acciones creativas son muy sencillas, tan sencillas que escapan a nuestra empecinada manía de buscar siempre las cosas que están fuera de nuestro alcance. Nada de sobrenatural, sino todo lo contrario, está dentro de cada uno de nosotros la tan soñada evolución, deseada, representada, idealizada en la búsqueda de nuestra paz interior. La evolución está en la creatividad para hacer feliz al prójimo.
La acción creadora de Dios está necesariamente oculta en la acción y en las leyes propias que cada cual trae en su alma. Es tan sencillo desear la felicidad del prójimo. Eso es bondad y, por su sencillez, jamás podrá ser considerada un fenómeno, algo sobrenatural. Todos debemos creer que nuestra independencia depende del todo, o mejor, de la felicidad de la raza humana.
La acción creadora de Dios solo puede ser vista por los ojos de la fe y al nivel de la reflexión de la bondad. Una característica de la nueva espiritualidad será, pues, la tendencia a reencontrar al Creador en la acción de la propia naturaleza. “Dios nos crea, actúa sobre nosotros, a través de la Evolución”.
Bien comprendida, la evolución no va contra los dogmas de la Creación en modo alguno, pero nos obliga a contemplar de modo crítico y quizá a reevaluar nuestra idea respecto de crear. Este método de crear no puede ser anunciado y admitido por la fe, simplemente tiene que tener cierto grado de acción. La primera idea de la evolución, al comienzo de todo, perdió, por decirlo así, toda la fuerza de representación precisa de una buena acción. Pues el primer origen ha de buscarse más adelante, en un pasado futuro tan lejano que se hace imposible de imaginar.
Fue en un ambiente natural y de evolución donde Dios nos creó. No es de admirar, pues, que Él haya advertido ese inconveniente y buscado nuevas formas para que lleguemos a la cumbre de la Luz Divina. Sin la creatividad de realizar los buenos sueños ajenos, jamás podremos llegar a donde el Creador nos espera de vuelta. La vida nos enseña que, en su “ser” más profundo y más amplio, todas las cosas dependen del acto creador de Dios: Dios es la causa primera. La doctrina de la evolución sostiene que, en nuestro mundo experimental, todas las cosas han sido producidas por causas naturales, ella no se limita a las relaciones cósmicas. Ella no se pronuncia sobre el primer y el último fundamento de la existencia de la realidad y de las acciones Universales.
El filósofo y el creyente dirán que todas las fuerzas naturales son determinadas por el Creador, pero eso no destruye la idea de que las causas naturales tienen sus efectos específicos. Eso, por el contrario, supone que la Creación divina dio a las cosas su naturaleza propia y, por tanto, la acción y causalidad adecuadas a cada uno de nosotros. La presencia creadora que está dentro de ti no acaba con el ser propio y con la libertad, sino que por el contrario, los fortalece. Su acción no limita ni aumenta la acción creadora de la evolución de tu espíritu, sino que las conduce.
Lo que hay de más revolucionario, en último análisis, y de más creativo en nuestro tiempo, es la relación transparente entre espíritu y materia. No se puede negar que uno depende del otro, o mejor, podemos decir que uno está dentro del otro, y uno puede sufrir separadamente del otro, pero las emociones del amor hacen que los dos se conviertan en uno.
Cada día que pasa estoy más impresionado por la especie de prioridad de que gozo en los acontecimientos del día a día. Enseguida, so pena de no comprender nada en mí mismo ni en mi entorno, he sido obligado a cambiar de perspectivas y atribuir eminencia a la nueva visión de la evolución de mi ser.
Lo que da consistencia al Universo en torno a mí, según creo, no es la aparente solidez de las materias pasajeras con que se construye mi vida, sino la llama de la organización que, desde el origen, pasa por el mundo y en él se propaga. El mundo, con todo su poder, lleva a un centro colocado ante sí. Lejos de ser frágiles y accidentales, son las almas, las alianzas de almas, las potencias de almas, las que solas progresan infaliblemente y solas deben perdurar.
Lo que es imposible en el Mundo es más de lo que en él podemos tocar. Las insistencias sobre mi propio desarrollo espiritual, por la educación y por la evolución, siempre las admitiré dócilmente como una composición de fondo entre materia y espíritu, cuerpo y alma, consciencia e inconsciencia. Son dos sustancias de naturalezas diferentes, dos especies de Ser, incomprensiblemente asociadas en el compuesto vivo. Que se juzgue por lo que sigue mi impresión interior de liberación y alivio, cuando, en mis primeros pasos en el Universo, descubrí que lo que primero vino en mí fue la misión de la evolución. A cada instante verifiqué que el cambio se hacía necesario, y que el pasado tenía que disiparse como una niebla al rayar el sol. Materia y Espíritu no son dos cosas, sino dos estados, dos aspectos de una misma materia cósmica, según se la considere, o entienda, en el sentido en que ella se realiza, o por el contrario, en el sentido en que ella se deshace.
Considero que, para mi evolución, primero tengo que seguir las reglas sencillas y naturales de crear situaciones en que haya disposición para realizar los sueños del prójimo y verle feliz.
BNN
