Aceptación
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 12/03/2008 14:22:37
Traducción de Teresa - [email protected]
Todos hemos oído, en algún momento de la vida, que tenemos que ejercitar nuestra capacidad de aceptación. Sin embargo, la aceptación es un aprendizaje bastante difícil, tal vez uno de los mayores tests de la existencia.
Nuestra tendencia natural es aceptar apenas aquello que nos agrada, nos beneficia y nos da placer. El gran desafío es aceptar, de todo corazón y sin resentimiento, odio o rebelión, las dificultades y las decepciones que la vida nos reserva.
Todos los días son oportunidades para entrenar nuestra capacidad de aceptación, visto que nuestros anhelos y deseos están siempre pasando a través del filtro de la realidad. Muchas veces nos decimos que aceptamos determinada situación, pero en nuestro corazón, continuamos rechazándola y alimentando el sentimiento de que hemos sido víctimas de una injusticia.
La verdadera aceptación no conlleva reluctancia alguna y consiste en trabajar con lo que se presenta como la única realidad posible, con la cual tendremos que aprender a lidiar.
Lao Tsé, el gran maestro del taoísmo, solía decir que debemos aceptar absolutamente todo cuanto la vida nos envíe, sea bueno o malo, sin lucha ni resistencia alguna. Según él, la entrega pacífica a los dictámenes de la vida no constituye una actitud de pasividad o inercia, sino de integración total con el flujo de la existencia, que nos hace vivir en completa armonía con las fuerzas del Universo.
Sin embargo para eso se necesita una conciencia permanente de que tenemos un destino que cumplir en nuestro paso por el planeta y que cada acontecimiento, bueno o malo, que la vida nos envía, es parte esencial del proceso de evolución que nuestra alma se ha propuesto experimentar en la presente andadura.
“Sucedió que un hombre solía ir hasta el místico Eknath desde hacía muchos años. Era un devoto, pero había dudas en su mente que continuamente le pellizcaban.
Y porque siempre había muchos discípulos, él no lograba preguntar. Así, un día, fue muy temprano, antes de nacer el sol. Eknath venía del río. Había ido a darse un baño antes de su meditación matinal en el templo. Se acercó a Eknath y dijo: ‘Perdóname por perturbarte a esta hora, pero he venido cargando con una pregunta durante toda mi vida’. Él era un joven saludable y fuerte…
…Eknath dijo: ‘¿Cuál es el problema?’
Le dijo: ‘El problema es que desde hace muchos años acudo aquí para verte, pero nunca te he visto triste. Nunca te he visto con rabia. Nunca te he visto con envidia; nunca te he visto en un estado negativo de la mente. Siempre estás riendo, alegre y relajado como si no hubiese ningún problema o preocupación en el mundo. No te afecta ni siquiera la muerte. Lo conduces todo tan fácilmente. Y el problema es que una duda surge en mí: ¿eres un actor o realmente eres iluminado?
…Eknath dijo: ‘Espera un minuto. Antes de responder a tu pregunta, no puedo olvidarme de algo que quería decirte… Hace tres o cuatro días, me ocurrió mirar tu mano, y quedé muy asustado. Tu tiempo de vida ha llegado al fin, tan sólo una pequeña fracción permanece, de modo que tú vivirás todavía como máximo siete días. Al séptimo día, cuando el sol esté poniéndose, tú morirás. Se me olvidaba esto, que es tan importante como tu pregunta. ¡Ahora podemos conversar sobre tu pregunta!
El hombre se levantó y dijo: ‘No tengo pregunta alguna y no tengo tiempo para conversaciones. Si la muerte está llegando en siete días ¿por qué debería preocuparme si tú eres verdadero o no? Eso es cosa tuya; ¡no es problema mío!
El hombre empezó a bajar las escaleras. Había muchas escaleras en el templo, y Eknath permaneció observando. Apenas cinco minutos atrás él llegaba muy fuerte y jovial, ahora se iba como un viejo, tambaleándose, apoyándose en el pasamano, donde nunca se había apoyado antes, temeroso de caer. Y al llegar a su casa, se fue directamente a la cama, aunque no era la hora, era por la mañana y acababa de levantarse. Reunió a toda la familia y les contó lo que Eknath le había dicho.
Era inconcebible que Eknath mintiese; no tenía sentido mentir. Entonces, solamente había llanto y lamento, y el hombre dejó de comer. ¿Para qué comer, ahora que va a morir?
Pero una cosa extraña empezó a ocurrir tan pronto como él se conformó con la idea de que la muerte se acercaba y nada podía hacerse. ‘¿Por qué no usar ese tiempo para la meditación, que he aplazado durante muchos años?’
Eknath dice continuamente todos los días que hay que meditar, para emplear energía en el descubrimiento de uno mismo, y yo he venido aplazándolo, pues ¿para qué apresurarse? Soy joven y esas cosas, meditación y auto-conocimiento conciernen a las personas viejas que ya no tienen qué hacer…
…El hombre se acostó y, por primera vez, empezó a observar su mente. Durante dos o tres días permaneció completamente silencioso… no le importaba cosa alguna… Al cuarto día… tenía una apariencia tan bella, tan llena de gracia, tan silenciosa. Todo su cuarto tenía casi la misma cualidad existente en torno a un hombre de silencio o que existe en un templo vivo, donde no sólo hay estatuas, sino la presencia de algún maestro vivo.
…Al séptimo día abrió los ojos y preguntó a su familia: ‘Cuánto tiempo falta para que se ponga el sol?’ (…) Y le decían: ‘El sol ya está casi poniéndose, faltan pocos minutos.’ Y él demostraba tanta gracia, tanta alegría, tanta felicidad, que la familia no podía creer en la metamorfosis que tuvo lugar en esos siete días.
…Exactamente a la hora en que se ponía el sol, todos comenzaron a llorar y a lamentarse. Y él les decía: ‘Estad quietos. No hay nada con qué preocuparse.’
En aquel momento, llegó Eknath. Toda la familia le tocó los pies, y le dijeron: ‘¡Sálvalo! ¿Puedes hacer algo?’ Eknath dijo: ‘Con la muerte no existe posibilidad. Dejadme verlo.’ Así, todos, respetuosamente, se apartaron y dejaron paso a Eknath.
El hombre estaba sentado silenciosamente con los ojos cerrados, casi pareciendo una estatua de mármol de Gautama Buda… Eknath lo llamó por su nombre y le dijo: ‘He venido para verte y para contarte que aquello fue un dispositivo. No vas a morir. Todavía tienes una vida muy larga… Has vivido apenas la mitad de la vida, te quedan muchos años para vivir. Aquella fue una manera de responder a tu pregunta.’…Eknath dijo: ‘No había otra manera. Con cualquier cosa que yo te hubiese contestado, las dudas permanecerían. Un hombre que consigue, durante años, fingir que es feliz, también consigue mentir, diciendo que es iluminado. Yo quería darte alguna experiencia acerca de esto, de que esto no era una representación teatral. Y estos siete días te han dado esa experiencia. ¿Has recibido la respuesta o no?
El hombre saltó de la cama y se levantó… tocó los pies de Eknath y dijo: ‘Tu compasión es grande. Has mentido tan sólo porque tu compasión es muy grande. Pero has contestado a mi pregunta.’
…Eknath dijo: ‘No importa si vas a morir dentro de siete días o dentro de setenta años. Una vez que te haces consciente de que vas a morir, no importa cuando.’
La conciencia de la muerte te hace vivir la vida tan totalmente y tan alegremente cuanto sea posible. La muerte no es tu enemiga. En realidad, ella es una invitación para que vivas intensamente, totalmente, para exprimir y disfrutar toda gota del zumo de cada momento. La muerte es un tremendo desafío y una invitación. Sin la muerte no habría ni Gautama Buda, ni Jesús, ni Lao Tsé.
Es la muerte y la conciencia de ella lo que te hace vivir tan totalmente, tan profundamente y tan conscientemente cuanto sea posible. Antes de que la muerte llame a tu puerta, deberías ser capaz de ver la vida eterna dentro de ti. Entonces no habría muerte alguna; la muerte es una ficción. Es una realidad apenas para aquellos que no han vivido, no han vivido en su completitud, en su entereza…
OSHO – The Invitation