Agosto, mes de Pachamama
por Adília Belotti em STUM WORLDAtualizado em 13/08/2007 10:25:49
Traducción de Teresa - [email protected]
Agosto es mes de Pachamama, la Madre Tierra, para nuestros vecinos de América, de Perú, de Bolivia, de Ecuador y de las regiones salvajes del noroeste de Argentina.
¿Nada que ver con nosotros? No lo sé... cuando volvemos nuestros ojos hacia la porción Sur de América, siempre tengo la impresión de que vamos siendo algo miopes, y sólo vemos aquella línea imaginaria del Tratado de Tordesillas, ¿os acordáis de él? Aquel que portugueses y españoles establecieron para delimitar sus posesiones en el "Nuevo Mundo"... y que, como siempre ocurre con estas "líneas imaginarias" que utilizan los políticos para dividir el planeta, no tuvo en cuenta las matas, los cerros, los animales, las historias y las aguas que compartimos... quedaron las cumbres de las montañas, la distancia... Horizonte, para nosotros, es el mar y las tierras de allende el mar...
No importa, siempre es tiempo de mirar para el ombligo de América. Y si te decides a mirar en esta dirección, descubrirás que tenemos, sí, una infinidad de cosas que ver con nuestros vecinos del otro lado de la mata, del otro lado de las grandes montañas de los Andes...
Pachamama, por ejemplo. Agosto, para mí, estaba rodeado por una aureola de desazón. Mes de disgustos, decían los antiguos. Mes de mal agüero. Eso ha durado hasta que he descubierto que agosto es mes de Pachamama, la Madre Tierra de los pueblos incas y quechuas. "Pacha", en quechua es universo, mundo, es el tiempo y el espacio en que se desarrolla la vida. "Mama", es madre. Pachamama es la divinidad que genera todas las cosas, los seres, las matas, las semillas... todo existe primeramente en su útero. La tierra es su cuerpo y todo cuanto está sobre ella es manifestación, es presencia divina. Piedras, rocas, grutas, son tesoros escondidos, joyas preciosas dejadas aquí y allá por la diosa para señalar lugares sagrados. En ellos, la Madre Tierra se abre y se expone.
Dicen también que, en el principio, cuando las criaturas vivían cercanas a los dioses, las fiestas que celebraban los tiempos de la siembra y de las cosechas eran momentos únicos, especiales. Porque durante estos tiempos sagrados, la Madre Tierra se abría, pronta a ser fertilizada por los espíritus del cielo. La tarea de las gentes era ayudar a los dioses a unirse, con ofrendas, regalos y sacrificios. Y asistir, en cada acto de la vida, a la representación de los esponsales divinos.
Con el tiempo, la Madre Tierra ha ido asumiendo el rostro de otras "madres". Cuentan, por ejemplo, que está ella tras la devoción a la Virgen de Salta y Jujuy, en Argentina, a quien los fieles ofrecen aún hoy comida y vino. Pero no solamente allí se repite el ritual, siempre en agosto. Peruanos y bolivianos también comparten la costumbre de la "challa". La palabra quiere decir verter, derramar, regar. Incorpora la idea primordial de "reciprocidad" de los seres humanos en relación a los dioses. Al fin y al cabo, es preciso agradecer a Pachamama por las bendiciones de la Tierra, por la vida renovada a cada año. Y el ritual consiste en derramar en la Tierra una pizca de chicha, cierto tipo de aguardiente de maíz, o en enterrar un pote con comida en el jardín.
Agosto, para mí, tiene ahora un sabor especial. Aunque tan lejos de las altas montañas y de sus tiempos sagrados, no puedo evitar sentir cierto escalofrío cada vez que comparto un traguito de vino con la Pachamama... aunque el cuerpo de la Madre Tierra tenga tan sólo el tamañito de mi jardín...