Ahora que he vuelto a casa – Capítulo 28
por Angela Li Volsi em STUM WORLDAtualizado em 02/03/2007 17:14:12
Traducción de Teresa - [email protected]
Mi iniciación al Reiki, en los niveles I y II, se da por manos de la misma maestra que había coordinado el grupo “El arte de morir”. Lo que me encanta en este trabajo es, ante todo, la pureza de intención de su descubridor, Mikao Usui. Me conmueve creer que alguien, habiendo ido a buscar, a costa de muchos sacrificios, los secretos de esta técnica milenaria, haya tenido el propósito de ofrecer un instrumento de cura tan sencillo, tan al alcance de cualquiera, bastando querer renovar la misma intención de su descubridor.
Es la terapia más democrática que conozco, que dispensa cualquier instrumento y puede ser accesible a cualquier hora, en cualquier lugar.
Uno de sus beneficios más sutiles, a mi modo de ver, es proporcionar a quien lo recibe la oportunidad de sumergirse profundamente en el contacto con sus propias energías, iniciando un diálogo consigo mismo que puede llevar a desdoblamientos preciosos en el camino del auto-conocimiento.
Son tan raras las oportunidades que tenemos de permitirnos esa inmersión hacia adentro, que me parece un regalo valioso poder encontrar esa isla de paz de manera tan sencilla y accesible.
Me quedo pensando en la maravilla que es poder ser apenas un canal entre la energía universal vital y el cuerpo del receptor. No soy yo quien determina lo que el paciente necesita recibir, sino la inteligencia de la energía me guía y se encarga de hacer llegar al destinatario exactamente lo que él necesita.
A pesar de establecer un contacto bastante íntimo entre terapeuta y receptor, es una de las terapias menos agresivas que conozco.
En la medida en que no es necesario pasar por el filtro de las palabras, la sesión puede tener lugar sin necesidad de hablar absolutamente nada. Para el que está acostumbrado a valorar demasiado la mente, es un alivio poder descansar de su tiranía.
Siento la necesidad, algunos años más tarde, de recibir también la iniciación al nivel III-A, esta vez de manos de otro terapeuta, también sannyasin, pues mi querida maestra está muy lejos, empeñada en otro trabajo.
La utilización del Reiki me abre infinitas perspectivas de poder ayudar a distancia en la armonización no sólo de personas, sino de situaciones, acontecimientos, emergencias, en fin, un sin número de ocasiones en que puedo ser útil, incluso sin que los receptores se enteren.
Mi introducción al mundo del Eneagrama me aporta el sorprendente descubrimiento de un poderoso instrumento de auto-conocimiento del cual nunca había oído hablar.
Tengo la suerte de ser presentada a él por intermedio de una excelente terapeuta, una joven sannyasin que tiene el don de saber interpretar a la perfección, uno tras otro, cada uno de los nueve tipos, exactamente como si se tratase de una incorporación mediúmnica.
Asistimos al desfile de cada tipo y cada uno de nosotros comienza a identificarse, bien con uno, bien con otro, hasta que, cuando todos los nueve son presentados, no resta sombra de duda en la identificación del único que corresponde al nuestro.
No me parece nada lisonjero saber que mi raíz egoica es la de la avaricia, que a su vez forma parte del grupo de raíces comandadas por el miedo. No obstante soy obligada a reconocer que la descripción del tipo número cinco me sirve como un guante.
Solamente ahora puedo percibir que esa conexión con la avaricia, que tanto me ha sorprendido en aquel momento, se refiere principalmente a lo que siempre he practicado conmigo misma, no permitiéndome tener acceso a mis verdaderos sentimientos.
La puesta en escena de nuestra presentadora es realmente impresionante. Ella hace sus presentaciones enfatizando los lados graciosos de cada uno, lo cual transforma el taller de trabajo en una especie de delicioso espectáculo.
Esto no impide que ella ponga de relieve también, con precisión quirúrgica, todos los aspectos negativos de cada tipo. Lo que me consuela es que, en realidad, no existe defecto o virtud, sino características que, como todo en la vida, tienen las dos caras de la moneda, la de la luz y la de la sombra.
Lo bonito de todo esto es que el taller de trabajo se propone que tomemos conciencia de la “máquina” que constituye cada tipo exactamente, para mostrar las armadillas del ego, que quiere ocupar el lugar de nuestra esencia y desgraciadamente lo consigue, si no nos empeñamos en un trabajo de auto-conocimiento.
En verdad, aprendemos como funciona la “máquina” para luego aprender a desmontarla, a desactivar la armadilla.
No sé si lo que digo parece claro, para mí ha sido una revelación fulgurante, que me ha hecho lanzarme de cabeza en el mundo del eneagrama, procurando explorar todos sus ángulos. Todo lo que he aprendido se desdobló en varios talleres de trabajo, que he procurado ampliar con la lectura de todo cuanto he podido encontrar al respecto.
Me ha encantado particularmente el libro de Helen Palmer, donde la descripción de cada tipo es tan minuciosa y exhaustiva, que realmente es como si nos fuese revelada la esencia de cada uno.
La gran lección aprendida por mí en ese estudio ha sido, en primer lugar, lo muy reconfortante que resulta constatar que todos nosotros formamos parte de un inmenso proyecto en el cual, si bien hemos sido determinados por patrones colectivos, al mismo tiempo poseemos una unicidad que cabe a nuestro libre albedrío y al esfuerzo de cada cual hacer prevalecer.
En segundo lugar, es muy útil enterarnos de las especificidades individuales, pues esto nos lleva a reconocer y a respetar las dificultades de cada cual.
Por otra parte, ese conocimiento puede acabar sirviendo de disculpa para tolerar todos los “vicios” de cada “máquina”, tanto en la nuestra como en la de las personas con quienes convivimos.
O bien se puede caer en la tentación de salir rotulando a todo el mundo con el número que nos parece corresponder a aquella persona. En realidad, las apariencias pueden engañar, en la medida en que todos nosotros, en general, tenemos una mezcla de características de varios tipos, y cabe a cada uno de nosotros identificar el único que nos corresponde.
Nunca está de más resaltar que el objetivo de ese estudio es justamente el de conocer los mecanismos que nos determinan, para que aprendamos a desarmarlos.
Pero esto, obviamente, depende de la determinación de cada cual en querer superarse.