Ahora que he vuelto a casa – Capítulo 8
por Angela Li Volsi em STUM WORLDAtualizado em 15/02/2007 18:49:28
Traducción de Teresa - [email protected]
En Americana me voy a vivir a una república de profesoras que comparten una casa durante la semana y pasan los fines de semana en Sao Paulo. Por primera vez en mi vida tengo una habitación sólo para mí.
El trabajo es un poco fatigoso porque se trata de alumnos más jóvenes y principiantes.
La novedad de vivir con otras personas, en una ciudad que tiene sus encantos, y el contacto con los colegas compensan los trastornos de la mudanza.
Todos los fines de semana me voy a Sao Paulo, y ahora la convivencia con mi familia es más agradable, a causa de la distancia.
Las vacaciones de julio han llegado y estoy nuevamente en Sao Paulo. Es sábado, salgo para hacer una visita a una pareja de colegas de la facultad que vive en el centro, cerca del Campus. Encuentro en su apartamento a otros muchachos, son amigos que han participado del Festival de Música Popular que acaba de realizarse. Uno de ellos es un compositor, está allí con su guitarra, continuamos en clima de festival.
Él comienza a tocar para mí, diciendo cosas que me hacen estremecer. Es como si nos hubiésemos conocido hace mucho tiempo, una gran familiaridad se entabla entre nosotros. Propone que salgamos juntos, pero yo tengo un problema: había quedado con otros ex – colegas de facultad para ir a tomar sopa de cebolla en el CEASA, es el programa “caliente” (en todos los sentidos) del momento. La cita es en la puerta de mi casa. Él sugiere ir hasta allá, dispensar a los amigos para que podamos estar a solas. Acepto salir con él, tomamos un taxi hacia mi casa.
Desde lejos, veo a mis amigos parados frente al portal, esperándome. Digo a N. que venga conmigo para explicar el cambio de planes, pero él insiste en que vaya sola. No sé si la lealtad a mis amigos, o la simple rebeldía, me lleva a decir que, o él va conmigo, o no diré nada y mantendré lo que tenía acordado.
Él hace hincapié en su postura y yo, inflexible, lo dejo solo y voy al encuentro de mi grupo. Vamos todos al CEASA a tomar sopa de cebolla, como si nada.
Sin embargo, el remordimiento por mi estupidez, y la secreta esperanza de encontrar a N., me hacen volver a casa de mis amigos al sábado siguiente. Él no está. En su lugar, está otro de aquellos muchachos del festival, que yo había visto la semana pasada, pero que no me había llamado la atención. Sorprendentemente, él me dice que sabía que yo volvería, y que estaba esperándome. Me describe con detalles una visión que ha tenido, de la cual formo parte yo, como si fuese una premonición.
Es lo bastante para dejarme hipnotizada con sus palabras, por la energía que emana de él. Con aires de dueño toma rápidamente las riendas de la situación, me conduce lejos de allí y comienza a emborracharme con sus palabras en cascada.
Este hombre tiene el poder de enredarme completamente en sus historias, de convencerme de las cosas más inverosímiles. Cuando lo vi por primera vez, su figura no me había atraído ni pizca: ahora me siento completamente hechizada por él, incluso sus defectos más chillones parecen formar parte de su encanto. Tiene el tipo físico de un indio, habla perfectamente el español y dice ser descendiente de mejicanos. (Más tarde descubro que había nacido en el interior de Bahía).
Él se proclama poeta, dice que todo cuanto desea en la vida es encontrar la tranquilidad necesaria para escribir sus obras. De hecho, presencio orgullosa, a su lado, el lanzamiento de una obra colectiva, junto a un grupo de poetas. Es una poesía muy fuerte, contestataria.
También él, como aquel italiano de París, está sintonizado con los vientos de rebeldía política que vienen adueñándose del mundo. Mantiene una postura de desprecio por la sociedad burguesa, habla de manera irreverente de todas las instituciones, parece una especie de paladín de todos los débiles y oprimidos. No vacila en enfrentarse a cualquiera que no esté conforme con sus ideas, nada parece poder detenerlo.
Ya ha provocado varios incidentes “ideológicos” con algunos de mis amigos, pero yo continúo impávida defendiendo sus actitudes, no me pasa por la cabeza objetar lo que quiera que fuese, incluso su manía de soltar palabrotas no me incomoda lo más mínimo.
Se adueña completamente de mi vida, ya no consigo volver a pensar con mi propia cabeza.
Después de muchas vacilaciones, lo llevo a mi casa, para presentarlo a mis padres. Es un verdadero desastre. En primer lugar, el color de su piel no agrada poco ni mucho. En segundo lugar, no tiene la menor diplomacia para cautivar a los viejos, parece que lo hace a propósito al mostrarse agresivo e impertinente. Mi madre queda horrorizada, y todavía más porque él se atreve a cuestionar sus creencias religiosas.
No existe posibilidad de entendimiento entre ellos.
Durante los seis meses siguientes es como si un mecanismo sin retorno hubiese sido accionado. Todo cuanto estaba represado dentro de mí explota finalmente. Me siento como si él hubiese abierto las compuertas de donde salen todos mis sueños más locos. Finalmente puedo hablar con alguien de todo cuanto me viene a la cabeza, sin censura.
Los dos formamos una isla impenetrable e invencible, a su lado siento coraje para enfrentarme a todo y a todos. Es muy celoso y posesivo, pero hasta eso me encanta, es la primera vez que alguien parece importarse tanto conmigo.
No estoy en condiciones de oír consejos de quien quiera que fuese. Decidimos casarnos, a pesar de la oposición de mis padres.
Y así es como salgo de mi casa, sola, una mañana de viernes, para ir a casarme con él por lo civil y por lo religioso.