¿Alguna vez te has enfadado con Dios?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/03/2010 11:20:56
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Como sabéis algunos, mi madre falleció hace algunas semanas y, justamente debido a ello, estaba recogida pensando en muchas cosas. Aprovecho para agradecer una vez más la demostración de cariño que he recibido de muchos de vosotros. Gracias. Y fue en ese momento cuando me deparé con esta pregunta en mi bandeja de entrada.
Una amiga querida, que hoy está viviendo en Australia, me escribió contando que estaba enfadada con Dios. Algunos hechos de la historia ya los sabía porque conozco a Marilia desde hace por lo menos diez años, cuando ella vino a consultarse conmigo. En aquella época, acababa de separarse y quería abrirse a un nuevo amor. Después de cierto tiempo, conoció a un extranjero y marchó al exterior a vivir con él, llevó a su hijo pequeño y empezó vida nueva.
En los años siguientes, conversamos varias veces. He sabido que ella intentaba quedarse embarazada, que su marido no era una persona muy estable profesionalmente, lo cual aportaba mucho estrés a la relación de ambos y, por fin, hace unos 6 meses, me he enterado de que una vez más estaban estremecidos y pensando en separarse. Así, Marilia muchas veces comentó conmigo que se sentía triste, sin mucha esperanza en su matrimonio, pero como era guerrera, siempre afirmó que no desistiría.
Dueña de una enorme fuerza interior, muchas veces afirmó que con la gracia de Dios superaría todos los obstáculos, y en esos e-mails llenos de emoción me enviaba también lindos mensajes, oraciones musicadas, power points maravillosos. Claro que por mi parte, comprendía que ella estaba armándose de fe, y con aquellos e-mails deseaba recibir palabras de apoyo de los amigos. Lo cual era bastante normal. Pero, por otra parte, yo también sabía que no servía de nada estar tapando el sol con un tamiz, hablando de superación de las dificultades en la relación, porque cuando se trata de relaciones solo superamos alguna dificultad si todas las personas implicadas se dedican juntas a mejorar. No hay forma de vivir bien si uno se transforma, se modifica, invierte en el matrimonio y el otro se queda parado, acomodado en su forma de ser. Resumiendo, las cosas se modifican cuando cada uno hace sus concesiones, cuando cada cual se compromete con el cambio. Si solo una de las partes quiere cambiar, no hay éxito.
Pero te confidencio, amigo lector, que ya me he peleado con Dios algunas veces. Esto siempre ha ocurrido cuando las cosas sucedían contrariando mi voluntad o expectativas. Me enfadé con Dios cuando Él me decepcionó en los resultados de inversiones profundas de mi fe. No fue fácil lidiar con la decepción de cosas que he deseado, en las que he invertido, que he mejorado. Porque decepcionarse con Dios no es algo trivial. Normalmente, cuando reñimos con Dios lo hacemos porque ponemos en manos de Él cosas que creíamos poder confiarle. Pero ¿será que podemos entregar relaciones afectivas a Dios? ¿Será que es de su competencia resolver cambios de actitudes en las personas? ¿Será que Dios puede cambiar al otro para que nos llevemos mejor con nuestro marido, esposa o hijo? ¿Será que Dios puede resolver tales cosas?
Sinceramente, considero que no. Y fíjate, amigo lector, en que yo trabajo con consciencia espiritual, enseño a la gente a cantar mantras, a hacer oraciones, en fin, a conectarse con lo divino. Pero todavía no he encontrado una forma fácil y objetiva de cambiar a las personas sin que ellas participen. Podemos, sí, perdonar, enviar vibraciones amorosas, vibrar por el bien de nuestra familia y, ciertamente, todo eso ayuda a que el ambiente sea más ligero y las personas más felices. Pero algunas situaciones no las podemos evitar. No podemos, por ejemplo, dar esquinazo a la muerte, o a la enfermedad en la familia, ni siquiera a un desempleo.
Pero cuando enfrentamos una situación como esa, si de hecho tenemos una conexión profunda, nuestra fe no se ver resquebrajada y encontramos fuerzas para la superación.
Enfadarse con Dios no funciona. Él, el Todopoderoso, sigue siendo el principio de todo y nosotros continuamos siendo quienes somos, tristes, acongojados por las circunstancias, o confiados, pese a los tropiezos del camino.
Así, amigo, si te has decepcionado con las personas, relaciones o resultados, levanta las fuerzas e intenta observar qué es lo que está equivocado en ti, y si no hay nada equivocado sigue adelante porque la vida siempre continúa y momentos mejores vendrán para todos.