Amparadores Espirituales - Parte I
por Wagner Borges em STUM WORLDAtualizado em 24/03/2008 14:23:58
Traducción de Teresa - [email protected]
En entrevista especial para la Revista Sexto Sentido, el profesor Wagner Borges, especialista en proyección astral, habla de modo claro y objetivo acerca de los Amparadores Espirituales – seres que auxilian a las personas en la hora de la muerte – proporcionando detalles importantes sobre la transición a que llamamos muerte y las dimensiones del otro lado de la vida.
- Sabemos que formas parte de un grupo de Amparadores Espirituales en el plano astral, que ayuda a las personas en la hora de la muerte. ¿Quiénes son esos Amparadores y de qué manera ellos, o vosotros, actuáis?
WB: Los amparadores son un grupo de espíritus formado principalmente por orientales. Son egipcios, chinos, tibetanos, personas que ya han lidiado con algo parecido aquí en la Tierra, en otras épocas, que han desencarnado y están a un nivel excelente. Cuando el cuerpo espiritual se desprende del físico durante el sueño o con la muerte, ambos están ligados por un campo energético, que es el aura. En esa aura están los chakras, y los filamentos energéticos que salen de esos chakras se juntan para formar una conexión – la conexión del espíritu con el cuerpo a través del conocido cordón de plata. En la hora del desprendimiento definitivo o muerte, seres espirituales bondadosos y evolucionados aparecen y desatan esos filamentos para desprender el espíritu, de la misma forma que un partero ayuda al nacimiento de un bebé y a desligar la conexión que es el cordón umbilical. Los seres desligan el cordón de plata y sobra un trozo de cordón, sólo que no es en el ombligo, sino en la cabeza del cuerpo espiritual. En ese momento, normalmente la persona se apaga, como un mecanismo de la conciencia. Entonces es atraída hacia un vórtice, como si fuese un pasadizo entre dimensiones – por eso las personas que tienen experiencias de casi-muerte refieren acerca de pasar por un túnel de luz, que es una abertura entre dimensiones. Entonces, los Amparadores tiran de esa persona hacia fuera del cuerpo y le ayudan a atravesar el agujero energético, haciendo que ella salga a la dimensión siguiente, a que la gente llama plano espiritual o plano astral. Normalmente ella despierta algunas horas o días más tarde en un hospital espiritual. Esos hospitales han sido construidos por seres avanzados, que elaboran formas mentales y las plasman con el pensamiento. Son construcciones energéticas que, para los espíritus que están en aquella frecuencia, son tan sólidos como los objetos de esta nuestra dimensión terrestre. Los espíritus más sutiles atraviesan esos ambientes porque son más rarefactos, pero en aquella dimensión, para quien está allí, los objetos son tan densos como los de aquí lo son para nosotros. La persona se ve en un ambiente propicio para la recepción de recién desencarnados, donde lo que ha quedado del cordón de plata es entonces desechado.
La persona despierta en un hospital extra-físico tras la muerte, no porque esté enferma, sino para romper esa conexión. Esos hospitales son lugares de transición. De allí ella pasa a la dimensión correspondiente a su nivel. Nuestros pensamientos y emociones se plasman energéticamente en nuestra aura, en nuestro cuerpo espiritual. Así, somos la sumatoria de lo que pensamos, sentimos y hacemos durante la vida. Cada noche, cuando nos desprendemos para fuera del cuerpo físico, el cuerpo espiritual se lleva la vibración de todo cuanto ocurrió en aquel día. En la hora de la muerte, la vibración del cuerpo espiritual es la suma de todo cuanto has pensado, sentido y hecho durante una vida entera.
Se puede decir que cada persona que desencarna porta un campo vital conteniendo todo cuanto ella es como resultado de todo lo que ha desarrollado y hecho en vida. Quien tiene una vibración ‘X’ en el cuerpo espiritual, tras la muerte es atraído para el plano extra-físico de una dimensión ‘X’, compatible con la vibración que porta.
El plano espiritual se divide en tres subdimensiones. Muchos las dividen en siete niveles, otros en tres. Los que las dividen en tres lo hacen de la siguiente manera: plano astral denso, plano astral medio y plano astral superior. En el denso estarían las personas complicadas, sería el llamado umbral, el Infierno. El plano astral superior sería el Paraíso del Espiritismo. Y el plano astral medio serían donde se encuentran las personas más o menos, o sea, iguales a nosotros, más o menos buenas, más o menos complicadas. En otras palabras, la mayoría.
- ¿Y el lugar a que los Espíritas llaman Umbral?
WB: La palabra umbral significa muro, y es la divisoria entre el plano terrestre y el plano astral más avanzado. Una divisoria vibrátil, que quien tiene el cuerpo espiritual denso no atraviesa, como un tamiz vibrátil. Suelo decir que el Infierno y el Paraíso son portátiles: tú los llevas dentro. Si tú estás bien, el Paraíso está dentro de ti. Si sales del cuerpo en esa condición, serás atraído por una vibración semejante a la que existe en tu interior. El paso al Paraíso está dentro de nosotros. Y el Infierno es lo mismo, es un estado íntimo. Mira a una persona llena de auto-culpa y compárala con aquella imagen clásica del diablo colocando a alguien dentro de la caldera y aguijoneando. La auto-culpa pincha más que cualquier diablo, porque ni siquiera es preciso que el Infierno venga de fuera: él ya está dentro y el diablo eres tú mismo.
El Umbral es una región muy pesada porque refleja el estado íntimo de quien allí está. Se encuentran lugares que recuerdan abismos, cavernas oscuras, todo exteriorizado desde el subconsciente de los espíritus, como formas mentales. Cuando se mira al fondo de esos abismos, se ve que está lleno de espíritus, pero ellos no vuelan, son densos. Se encuentran barrios de chabolas en el plano espiritual, ciudades medievales. Los espíritus viven presos a formas mentales de las cuales, muchas veces, es difícil escapar. Es a tales individuos a quienes los seres evolucionados buscan ayudar en esas dimensiones.- ¿Y cómo lo hacen?
WB: Normalmente, rescatan a los sufridores sirviéndose de médiums o de proyectores astrales fuera del cuerpo, utilizando la energía del cordón de plata para tornarse más densos y tirar de las personas. Por eso es que, desde hace 15 años, he sido llevado muchas veces a esos ambientes para dar pases a los espíritus, fuera del cuerpo. Das un pase y eso cambia el patrón vibratorio del cuerpo espiritual de la persona. Tan pronto eso ocurre, los espíritus más avanzados, que no tenían acceso, consiguen tomar a la persona y llevarla a un hospital extra-físico. Entonces comienza un tratamiento energético, puramente de luz, para desintoxicar los chakras extra-físicos del cuerpo energético, y un tratamiento psicológico, para hacer que la persona se enfrente a su situación, consiga entenderse y salir de aquel problema. Y también es trabajo o terapia para que la persona salga de aquello sin sentir auto-culpa, porque la auto-culpa retiene a la persona en el pasado. Ella necesita entender que Dios no condena a nadie.
He estado ya en lugares de ese Umbral en que estaba todo oscuro, y yo sentía que pasaba por encima de personas que se arrastraban. La única luz que había allí era la mía, un ser humano. Y algunas personas se agarraban a mí y decían “¡Ángel, sácame de aquí!”. Ellas creían que yo era un ángel porque tenía alguna luz.
- ¿Y tú no tenías modo de sacar a esas personas de allí?
WB: No, porque yo había ido a sacar a cierta persona determinada. Yo estaba dirigido para agarrarla y tirar de ella. Y, también, varios de aquellos que están allí sufriendo y pidiendo ayuda, si se les quitase de aquel ambiente y fuesen llevados a un lugar mejor, basta que se recuperen un poquito y ya empiezan a portarse mal. Esa pandilla necesita rallarse un poco para que se den cuenta de que no se puede hacer a otro aquello que no quieres que hagan contigo. No es una punición divina, es causa y efecto. Lo que tú haces a otro queda marcado en ti. Yo he crecido en Río, en la Baixada Fluminense. Varios amigos míos han muerto a causa de las drogas, otros porque se hicieron policías y murieron en tiroteos con bandidos, cumpliendo el deber, y otros se han convertido en marginados. Uno de esos muchachos se ha hecho policía y formó parte de un grupo de exterminio de bandidos. Yo ya me había mudado para São Paulo, y él incluso ya no vive en Río – ha dejado la Policía, ni siquiera sé dónde está. Yo desperté fuera del cuerpo en Río de Janeiro, en la calle del barrio en que crecí, y empecé a escuchar un griterío. Allá en la punta de la calle empezó a aparecer una energía anaranjada, pesada, y de repente llega el muchacho corriendo. Él estaba fuera del cuerpo, perseguido por un grupo de doce espíritus con palos en las manos – todo plasmado: machetes, etc. Gritaban “¡Agarra, agarra a ese miserable!”. Y el sujeto estaba proyectado fuera del cuerpo, o sea, fuera del cuerpo él es perseguido por los sujetos a los que mató. Ellos pasaron corriendo cerca de mí y, cuando pasó él, he visto que estaba lleno de agujeros de bala, plasmados en el cuerpo espiritual. Entonces he comprendido una cosa que el espíritu André Luiz siempre ha dicho en sus libros: cada cosa que haces a otro queda marcada en ti espiritualmente. Cada bala que él había metido a alguien, la marca estaba en él, porque la forma mental del acto ha quedado grabada en él. Si durante el sueño ya se encuentra así, imagina a la hora de desencarnar. Va a permanecer en ese plano astral denso durante una buena temporada.
- Recuerda un poco a la película Ghost.
WB: Muchas cosas en ella son reales, y también en la película Sexto Sentido. O en aquella película Amor Más Allá de la Vida, con Robin Williams – aquella parte de las formas mentales plasmadas. Es la riqueza de la película. Aquella parte del Umbral, en la que él va a buscar a la mujer suicida, está basada en la Divina Comedia de Dante Alighieri. Dante fue un gran proyector. Como vivía en el siglo XIV, en Florencia, Italia, no podía hablar abiertamente, porque iría a la hoguera. Entonces camufló los relatos. Todas las personas que se proyectan y ya han ido a esos planos pesados saben que Dante era un viajero astral, porque ya han visto cosas parecidas. Es otra realidad, que la humanidad no conoce. Pero una cosa es cierta: no vale la pena hacer el mal. No es que Dios te vaya a punir o que el Diablo te vaya a llevar, sino que portas dentro de ti todo aquello, que sale afuera y forma el ambiente. Todo verdugo se transforma en víctima. Lo que Jesús ha enseñado acerca de intentar hacer el bien, intentar ayudar a los demás en la medida de lo posible, no fue en vano. Aquello no tiene nada de religioso – es código de vida.
(Materia publicada en la Revista Sexto Sentido n. 21 – mayo de 2001)