ANSIEDAD Y ANGUSTIA
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 07/12/2015 09:07:36
Autor: João Carvalho Neto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Actualmente, con la divulgación de conceptos psicológicos en los medios escritos y electrónicos, estamos más familiarizados con las terminologías propias de esta ciencia, pero no siempre las comprendemos de forma productiva para nuestras vidas.
Lo mismo que los conceptos de ansiedad y angustia, tan ampliamente comentados y analizados.
Como punto inicial, quiero afirmar que puede haber diversas formas de entender este tema, principalmente en cuanto a sus causas. El análisis que pretendo aquí hacer lo es más desde el punto de vista psicoanalítico, aunque superficialmente, tocando de paso otras observaciones.
Es preciso asimismo reafirmar la fuerza de la industria farmacéutica en la sobrevaloración de esos síntomas psicológicos, ya que son fuente para una comercialización muy lucrativa de psicofármacos.
Bien… pero ¿qué son la ansiedad y la angustia?
Se puede decir que la angustia es siempre algo siguiente, mientras que la ansiedad es lo que antecede; son susceptibles de mezclarse en ciertos momentos porque lo que antecede también sigue como expectativa de alivio, y lo que sigue viene marcado por las experiencias anteriores.
Entonces, es poco probable que se sienta angustia sin la ansiedad de librarse de ella, e igualmente que se sienta ansiedad desvinculada de algún acontecimiento anterior donde la angustia ha estado presente.
Me gusta definir la angustia como una emoción que indica algo equivocado en nosotros, en nuestra vida física, psíquica, social, espiritual. Es como si ella viniese a indicar que hemos de cambiar, que algún patrón de conducta ya está desajustado en relación al nivel evolutivo en que nos encontramos. Y esto se ha formado porque no hemos tenido madurez necesaria para lidiar con alguna situación que al final se ha quedado mal resuelta.
Especialmente en este momento de transición planetaria, eso viene siendo muy corriente. Muchos ya van avanzando hacia una comprensión más amplia de la vida y de sí mismos, pero todavía continúan sujetos a las invitaciones de una filosofía socioeconómica altamente perniciosa. Es lo que he dado en llamar con los términos “inadecuación evolutiva”, cuando la persona ya podría estar haciendo más y mejor por sí misma pero todavía permanece acomodada a costumbres enraizadas.
En cambio, la ansiedad está marcada por una expectativa de goce, que no siempre identificamos, y que puede ser un placer que nos gustaría disfrutar lo más pronto posible o incluso la satisfacción de librarse de un dolor que nos molesta. En este último, en especial, la ansiedad viene acompañada de la angustia.
La ideología imperante incentiva la búsqueda del goce total y absoluto – estrategia de alta eficacia en el estímulo al consumo – lo cual conduce a la aparición de una ansiedad que nunca cesa, ya que esta satisfacción plena no existe. Es como si estuviésemos siempre buscando algo que ni siquiera sabemos qué pueda ser, como si un vacío interminable sorbiese nuestro foco de existir y de anhelar otras realizaciones. Pero este vacío ya existe en nosotros de forma inalienable, la falta que se origina de nuestra ruptura con el Poder Creador a cuenta de la propia aparición de la individualidad en nosotros, que trae esta sensación de fragmentación con el todo. El llamado trauma primordial. Entonces, en vez de elaborar este vacío, aceptamos las invitaciones del sistema, que tienen por objetivo taponar de forma paliativa la sensación de dolor, pero potenciándola todavía más.
Claro que, como la angustia es necesaria para indicar lo que necesita ser resuelto, la ansiedad, en cierto nivel, también es indispensable como mecanismo de preparar al ser humano para las adversidades. Freud defendía que cierto nivel de ansiedad impediría la aparición de reacciones traumáticas a las frustraciones. Según él, un trauma se establece a cuenta de la falta de preparación psíquica para enfrentarse a una frustración. Pues la ansiedad tiene ese papel, generando una aprensión que predispone a una mayor seguridad del aparato psíquico. Algo muy parecido a lo que hace el miedo. A decir verdad, el miedo sería una reacción fóbica de la ansiedad.
El caso es que, ante lo expuesto hasta aquí, sentir angustia y ansiedad no sería el problema, ya que ambas poseen funciones mantenedoras del aparato psíquico. El problema es no saber lidiar con ellas, es no utilizarlas en beneficio del desarrollo personal. Lo que se nos ha venido proponiendo es que debemos eliminarlas químicamente, sin que se haga una lectura de sus mensajes silenciosos. No quiero decir con esto que los medicamentos sean innecesarios. A menudo lo son, pero no siempre, y aun cuando sean utilizados no deben hacernos olvidar lo que se oculta por detrás de esas emociones.
El inmediatismo de la vida contemporánea nos hace querer estar siempre bien para gozar y el sistema nos quiere bien para producir, sin medir las consecuencias de ese pragmatismo.
La falta de comprensión de la complejidad de la vida, de sus aspectos trascendentes, del por qué de estar nosotros aquí y de los comprometimientos que vamos acumulando para un futuro que se desdobla inexorablemente, puede hacer de nosotros embarcaciones perdidas en la noche tempestuosa, sin rumbo seguro hacia el puerto de arribada. La depresión surge, hoy, como la segunda causa de incapacidad en el mundo, y será la primera hasta 2020. En el Brasil, la estadística de los trastornos depresivos ha crecido más de 700% en los últimos diez años.
Y nosotros, ingenuamente, continuamos en la creencia de que podemos resolver nuestros problemas con un simple comprimido. “Ciegos conduciendo a ciegos hacia el fondo del pozo...”
