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Aprendiendo a Respirar - Parte I

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 08/04/2020 11:34:24


por CASULO DE LUZ - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

"El Eterno formó al ser humano del polvo de la tierra
Y sopló en su nariz el hálito de vida,
Y el hombre pasó a ser alma viviente".
(Gen. 2:7)


Existe, cada vez más, un sentimiento de vacío y dispersión alejando al ser humano de su esencia, y consiguientemente, de su paz original. Los descubrimientos científicos y el desarrollo tecnológico, que han adquirido un ritmo nunca antes experimentado, no ayudan a la integración verdadera de las personas unas con las otras, ni de ellas consigo mismas.
No hay tiempo ni espacio para "ser consigo mismo", ni verdaderas posibilidades de "estar con los demás". Todo es falsamente grupal, pero profundamente individualizado.
La inmensa oferta de distracciones y la sensación de que las manecillas del reloj han empezado a andar más deprisa, hacen que todo tenga que ser rápido y superficial. Hay un sentimiento generalizado de tedio y de prisa que genera una búsqueda frenética de diversión y hace que todo el mundo tenga constantemente el sentimiento de que se le hace tarde.
Pero, ¿tarde para qué? ¿Para no sentir la vida sucediendo, con su infinita belleza y sabiduría? Para no vivir en toda la plenitud, en fin.
Estudios serios confirman que la prisa, generalmente injustificada, es el "mal del siglo". La correría mina la salud, desgasta las energías, provoca dolencias físicas y mentales. Con ello, acorta la vida.

UN MUNDO DISPERSIVO - La atención se dirige entonces hacia varias cosas a la vez. No se puede correr el riesgo de perder tiempo. No estar enterado, estar desconectado con el exterior, y cuanto más exterior mejor, es inadmisible.
Pero, desacelerar y volver a dentro de sí mismo, buscando una integración hace mucho perdida, ¿es todavía posible, en este mundo de la dispersión y de la prisa?
Sí lo es, aseguran los maestros de varias tradiciones religiosas. Y toda la naturaleza hace coro a la enseñanza de los sabios. La germinación de la semilla tiene su tiempo oportuno. La gestación de los mamíferos, la maduración del fruto, el curso de las estaciones. No es posible apresurarlo. Si se le obliga a asumir un ritmo diferente del natural, no se produce, o resulta en una aberración.
¿Y cómo desacelerar sin abandonarlo todo, sin dejar la vida profesional, social y familiar? ¿Cómo cambiar el ritmo de todo sin estar "fuera de onda", sin quedarse atrás? ¿Y las necesidades del día a día?
¿Desacelerar es volverse un ermitaño, un recluso?
No. No es exactamente eso.

Desacelerar es retomar el ritmo normal de la vida. Y, para ello, dejar de lado las imposiciones de las superficialidades, artificialmente creadas para dispersar y entorpecer; para inducir a la indiferencia y al consumo.
¿Necesito esto, realmente? ¿De veras es preciso que yo haga esto? ¿Tengo que hacerlo a esa velocidad? ¿Cuál es, en fin, el motivo real de mi prisa? Estas son las preguntas que debemos hacernos a nosotros mismos, a todo instante.
Para contribuir en esa lucha por una mejora de la condición existencial del ser humano, hemos buscado en las tradiciones de sabiduría y espiritualidad de todos los tiempos y lugares, a fin de proponer un ejercicio aparentemente simple, pero extremadamente profundo y eficaz: la Respiración Integradora.

RESPIRAR ES VIVIR Y VIVIR ES RESPIRAR - Pero ¿cómo puede la práctica de un ejercicio respiratorio ayudar en la solución de los problemas existenciales humanos de la actualidad? Simplemente porque la respiración es el acto más básico de la existencia y el más importante.

A fin de cuentas, respirar es el principio básico de la vida. Sin respirar, no se vive. Ha habido casos de personas que han permanecido doscientos días en ayuno y más de 48 horas sin agua y no se han muerto. Sin embargo, nadie hasta hoy ha logrado estar más allá de ocho minutos sin respirar. Si respirar es vital para vivir, respirar bien es fundamental para vivir en plenitud.
Lo primero que se hace al salir del útero de la madre es respirar. La primera vez que el aire llega a los pulmones escuece y provoca un dolor y un malestar terrible. Tanto que la segunda respiración sólo se produce tras unos segundos de indecisión. De ahí viene la antigua técnica de la palmada en el pompis que el médico daba al nene para hacerle llorar.
A partir de ahí, respirar se convierte en un hábito normal, automático. Inconsciente, incluso. Así como otras funciones vitales, como son comer, beber, andar y a veces hasta hablar y hacer el amor, la respiración también pasa a verificarse con poca o ninguna intervención nuestra.
No obstante, el principal medio de vida, el respirar, quizá sea la función corpórea menos observada por las personas. Además de recibir menos atención, sólo se le valora en los momentos en que respirar se hace difícil o imposible.
Por eso es urgente promover la práctica saludable de una buena respiración.


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