Aún no estamos preparados
por Izabel Telles em STUM WORLDAtualizado em 05/06/2007 15:17:43
Traducción de Teresa - [email protected]
Salí temprano de casa para sacar a mi perro de paseo. Bajaba a pie por la calle Padre Joao Manuel en dirección a la Alameda Lorena – única dirección permitida a los vehículos – y, cuando cruzaba la Alameda Franca, veo a un señor conduciendo un coche japonés bastante grande, entrando a la calle por la que yo bajaba en una violenta y peligrosa dirección prohibida.
Por su apariencia casi senil le hice una señal amable tratando de impedir que él fuese alcanzado por otro vehículo.
Bien, el hombre abrió la ventanilla y disparó contra mí un repertorio de barbaridades gritando que él sabía que la calle era de dirección prohibida, pero hacía aquello para entrar a su edificio – que hacía esquina con la Calle José María Lisboa – media manzana más adelante.
El odio del hombre dio de lleno en mi pecho. Mi corazón se disparó, sentí mareo. Mi pecho galopó descontrolado y mi mente intentó buscar en mi cerebro explicaciones plausibles para calmarme:
-Venga, déjalo… el mundo es así de agresivo… no era contra ti que él despotricaba… el más perjudicado por el odio que siente es él… respira… y así sucesivamente.
Por la noche asistí a una conferencia de un médico y profesor de esos que solamente para contar sobre su biografía se tardaron unos quince minutos, y que comienza su plática diciendo:
-Esta noche estaremos viendo las funciones del cerebro y qué pueden estas funciones estar haciendo en el conjunto de vuestra vida, para que podáis estar preparando vuestras tesis…
Al oír esta colocación en gerundio de manera tan adulterada, traducida directamente del inglés, específicamente de los manuales de aparatos electro-electrónicos, sentí un estremecimiento de pies a cabeza.
Pensé rápidamente en cómo es posible que un profesor utilice la lengua portuguesa de manera tan incorrecta.
Una vez más intenté calmar mis estremecimientos: sé tolerante… el lenguaje es algo que sufre modificación con las influencias del medio… intenta disfrutar del contenido que explica… no te levantes… no te marches de la conferencia… respira… deja pasar… desvía tu atención a otro punto…
Durante el trayecto que me llevó de vuelta a casa pensé:
-Voy a escribir un artículo acerca de la tolerancia. Pero lo dejé de lado.
Sin embargo, hoy fui a la tiendecita de reforma de ropa y me juré que el artículo tenía que salir.
Esperé pacientemente mi turno. Comencé a probar las prendas que quería reformar. En la segunda pieza, entra una joven ejecutiva. No dice buenos días, no pide permiso. Se cuela delante de mí, se cambia la ropa y comienza a hablar con la costurera que me atendía sobre lo que pretendía que le ajustase en la blusa. No permití que la costurera me abandonase y fuese a atenderla. Pues bien, ella se colocó detrás de mí y golpeando con el pie en el suelo comenzó a hablar bajito todo cuanto pensaba de una mujer que le impedía ser atendida en aquel momento. Su rabia fue creciendo y mi espalda comenzó a doler, a pulsar. Sentía sus influjos penetrando en mi cuerpo. Agradecí a la costurera, recogí mis ropas y salí del taller de costura. Pensé en todo cuanto sé para librarme de aquella sensación y me fui corriendo para casa a darme un baño de sales.
Salí del baño y comencé a escribir este artículo.
Se oye hablar de la capacidad que tenemos de movilizar energías. En verdad, sabemos que somos energía. Y, de ese modo, volátiles, rápidos, penetrantes. En una ciudad del interior donde crecí había una curandera que demostraba que la envidia era capaz de secar un pimentero. Y señalaba los tiestos secos que permanecían delante de su casa.
Nunca he dudado de eso. Incluso porque, siendo una estudiosa de la mente humana, encuentro todo tipo de energía en los campos mentales que visito.
Pero saber es una cosa. Sentir es otra. Y en estos tres episodios que he relatado antes he percibido que todos mis cuerpos reaccionan a las diferentes emanaciones de energía del otro.
En el primer caso, el cuerpo emocional fue el alcanzado. La reacción llegó en forma de palpitaciones aceleradas del corazón.
En el segundo caso fue mi cuerpo intelectual el que no soportó ver nuestra lengua portuguesa tan envilecida, especialmente por un profesor doctor que debería ser el primero en evitar este tipo de composición tan desreglada. Y la reacción vino en forma de un impulso de huir de aquella sala, de no querer escuchar más, de defender mis oídos con mis manos. A decir verdad, vino en forma de irritación.
En el tercer caso fue la intuición la que me avisó de que aquella ejecutiva estaba vaciando un cubo de odio en mi espalda. Y la reacción fue de un estremecimiento en la piel y una determinación de fuga.
Pero una cosa me consuela. Es saber que aún no estamos preparados. Es sentir que toda vez que me aseguro de haber subido otro peldaño más en mi ascensión, ocurren situaciones de estas para provocarme y avisar que aún estoy a medio camino en la vía que quiero recorrer. Es entender profundamente en mi corazón que somos todos uno y que sólo crecemos y evolucionamos si vamos todos juntos.
Claro que yo querría estar en aquella fase de amor, levedad y compasión en que nada más afectase a mis cuerpos. Pero no lo estoy. Y muchas cosas aún me afectan.
Y, como dice Roberto Crema en el libro “Espírito na Saúde” (Editora Vozes):
“Cuando aprendas a amar plenamente, una comitiva especial y risueña aparecerá ante ti y te dará un diploma. Serás diplomado como ser humano cuando sepas amar plenamente, nunca antes de esta hazaña.”
Dios mío, qué difícil es amar incondicionalmente y no sentirse zarandeado con las pequeñas mancillas de este mundo en evolución.
Y, repitiendo, lo que verdaderamente me consuela es saber, tal como dice Crema, que ¡todavía no estamos preparados! Y eso da a mi ser la medida exacta de que tenemos que caminar, con paciencia, paso a paso en busca de nuestro diploma.