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Autoestima, Amor propio, Autovaloración

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 08/07/2013 17:38:36


por João Carvalho Neto - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Estos son términos muy empleados por todos para referirse al sentimiento de importancia propia con que cada uno de nosotros convive. A falta de esos sentimientos, surgen la carencia, la baja autoestima, que caracterizan a un ser que no se ama lo suficiente como para actuar en función de sus intereses.
Pero ¿cómo se llega a eso? ¿Qué mecanismos psíquicos envuelven esas construcciones?
Hacen falta algunas aclaraciones para intentar elaborar nuestras ideas. Claro que esto exigiría terminologías más técnicas, de lo cual me abstengo, para desarrollar el tema de modo que dentro de lo posible esté al alcance del público lego en Psicoanálisis.

Inicialmente, es preciso comprender que existe una energía psíquica, a la que llamamos libido, responsable por lo que invertimos en amor, tanto en relación a los demás cuanto a nosotros mismos. En los primeros tiempos de nuestra vida, aún en la primera infancia, esta libido se halla casi totalmente vuelta hacia el propio individuo, en aquello que denominamos narcisismo primario. Es un estado, natural en ese período, en que el niño se siente el centro, como si el mundo girase en función exclusivamente de sus propios intereses. Gracias a esto un bebé llora exigiendo su toma, independientemente de lo que pueda estar ocurriendo; solamente su deseo existe.

Con el paso del tiempo, él va aprendiendo que hay otros seres, otros deseos que va a tener que considerar, iniciándose la vida de relación.
En ese período, el amor por sí mismo es absoluto, y el auto-amor futuro, en la vida adulta, va a depender mucho de cómo esta criatura va avanzando y madurando su narcisismo. O sea, una autoestima sana será el remanente del narcisismo primario, sin el carácter egocéntrico infantil que inviabiliza la vida de interrelación.

En el estado de narcisismo primario, el niño se siente totalmente lleno de valor, como si se viese perfecto, libre de fallos. Durante el proceso educacional ese mito va cayendo por tierra; el niño se ve objeto de censura, de críticas, de informaciones sobre él transmitidas por personas a quienes ha aprendido a amar y considera. Además, empieza a vivir experiencias de éxito y fracaso que, cuando mal conducidas por los educadores (padres, familiares y profesores), pueden dejar heridas profundas en los remanentes de narcisismo.

Entonces, este individuo intenta crear un ego ideal para sí mismo, una imagen que puedan aceptar mejor tanto él mismo como su familia y la sociedad en que desea insertarse. Si logra que le salga bien, puede auto-enamorarse nuevamente, corriendo el riesgo de retomar el narcisismo original y olvidar los aspectos de su personalidad que necesitan ser trabajados y desarrollados para llegar a mejorarlos. O sea: “Yo soy el bueno y todo el mundo está equivocado”. Esos puntos ciegos, creados por el resurgir del narcisismo, tienden a generar mucha angustia a lo largo del tiempo, aparte de aislar a la persona, que se va haciendo insoportable.
Por otra parte, si ésta no logra crear un ego ideal satisfactorio, puede volverse profundamente dependiente de la opinión de los demás, valorando más las relaciones que su propia individualidad, convirtiéndose en rehén de los que espera que le amen. Y cuando encuentra a alguien enamorado, se entrega y pasa a invertir su libido totalmente en esa persona, no quedándole energía para mantener su sentido de auto-valoración. Son los carentes, dependientes, inseguros, etc.

Bien… Frente a tanta tragedia psíquica ¿habrá una solución sana que sostenga una autoestima positiva?
Consideremos que la existencia de un ego ideal es inevitable. Vivimos en un mundo de apariencias y, para sobrevivir en él, hemos de mantener un cierto nivel de aceptación social. Sin una razonable hipocresía nadie se insiere. Imagina, lector amigo, si demostrases públicamente todo lo que sientes y pasa por tus pensamientos… ¡Mejor dejarlo!
La gran cuestión es que ese ego ideal no sea una máscara suficientemente densa como para que te escondas de ti mismo. ¿Cómo podrías realmente amarte intentando enamorarte de una imagen que sabes que es irreal?

A decir verdad, este auto-amor hacia el ego ideal es el mismo del narcisismo primario: antes, un auto-amor que desconocía posibilidades de fallos (siendo niño), y ahora un auto-amor por una imagen de perfección irreal creada para protegerse dentro de ella.
El gran reto es rescatar la energía psíquica de la libido narcisista y enamorarte de lo que tú eres, de tus virtudes, pero también de tus imperfecciones. Es enamorarte de las posibilidades enriquecedoras de trabajar por elaborarlas, y que no sean algo despreciable sino retador. Es aceptarse como uno es, pero con motivación para mejorar lo que sea posible, sin quimeras ideales ni recriminaciones derrotistas.
Y, un ego fuerte – por amarse – y flexible – por aceptarse en sus dificultades – será siempre mucho más sano y capaz de enfrentar con optimismo los embates de su vida.

João Carvalho Neto
Psicoanalista, autor de los libros
"Psicanálise da alma" y "Casos de um divã transpessoal".
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