AUTOESTIMA I
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/01/2012 16:43:35
por Helena Gerenstadt - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Hay cada vez más consenso acerca de la existencia de una necesidad tan fundamental y tan esencial que, si satisfecha, es prácticamente cierto que todo lo demás se armonizará en una sensación general de bienestar. Cuando esa necesidad es atendida de manera apropiada, todo el organismo humano se vuelve sano y la persona se siente feliz. Esa necesidad es la de un amor profundo y verdadero por sí mismo, una auto-aceptación genuina y alegre, una autoestima auténtica que resulta en una sensación interior de júbilo: “Es bueno ser quien soy… ¡Estoy muy feliz por ser yo mismo!”
¿Algo en ti se sintió inmediatamente a disgusto e incomodado al leer este último párrafo? Condicionados como estamos por nuestra cultura, parecemos emocionalmente alérgicos incluso al simple vocabulario del amor de una persona hacia sí misma. La idea de alegrarse y de celebrar lo que tenemos de bueno y es exclusivamente nuestro, parece una idea muy distante y extraña. Las asociaciones inmediatas con egoísmo, vanidad y mezquindad nos vienen a la mente como nubes negras. Pero es fundamental comprender que nuestra actitud en relación a nosotros mismos regula nuestra capacidad activa de amar a los otros. La dura realidad es que solo en la medida en que nos amamos podemos amar verdaderamente a los demás, incluso a Dios.
Para comprender qué significa autoestima, es decir, amarse a sí mismo, preguntemos antes qué significa amar. Amar significa cuando menos tres cosas:
1. El amor reconoce y confirma el valor incondicional y único del ser amado.
2. El amor reconoce y procura satisfacer las necesidades del ser amado.
3. El amor perdona y pasa por alto los defectos del ser amado.
Cuando nuestra actitud respecto de nosotros mismos deja mucho que desear, nuestra capacidad de amar se reduce proporcionalmente. El sufrimiento de una autoimagen inadecuada se parece a la batalla ensordecedora de una guerra civil interior. Llama toda nuestra atención hacia nosotros mismos y nos deja con poca libertad para ir hacia los demás. Cuando estamos sufriendo, aunque no sea más que por un simple dolor de muelas, nuestra disponibilidad hacia los demás se reduce. Cuando nuestra actitud en relación a nosotros mismos nos deja con el dolor del vacío, no tenemos fuerza ni voluntad para ir hacia los otros. Con todo, cuando nuestra actitud en relación a nosotros mismos se vuelve más positiva y acogedora, nuestro sufrimiento se reduce en proporción, y, en esa medida, estamos más libres para comprender las necesidades de los demás a nuestro alrededor, y para responder a ellas. En resumen, cuanto mejor sea la autoimagen, mayor será la capacidad de amar. Inversamente, cuanto mayor la distracción del dolor, tanto menor nuestra capacidad de amar y de preocuparnos por los demás.
LOS OBSTÁCULOS
Alguien ha dicho, con bastante propiedad, que antes de buscar la solución adecuada, hay que plantear el problema con claridad. La cuestión es saber por qué la mayoría de la gente tiene tanta dificultad con la autoestima.
Llegamos a este mundo haciendo preguntas para las cuales no tenemos respuestas. La más obvia de ellas es “¿Quién soy yo?” Desde el nacimiento hasta la edad de cinco años, poco más o menos, recibimos muchos mensajes negativos todos los días. “Baja de ahí”. “No, tú eres muy pequeño”. “¡Dame eso! Podrías hacerte daño”. “Vaya, lo has revuelto todo otra vez”. “Estate quieto, por favor. Tuve un día difícil”. Sin duda, esas primeras impresiones de inadecuación permanecen en nosotros.
También es cierto que los obstáculos para la autoestima son tan únicos en cada uno de nosotros como nuestras historias personales. Las causas y motivos por los cuales no me gusta ser yo mismo son un poco diferentes de las causas y motivos por los cuales a ti no te gusta ser quien eres. Para definir el problema con más claridad, vamos a emplear cinco categorías generales. ¿Qué se te hace más difícil de aceptar en ti mismo? ¿Y más fácil? Evalúa las categorías, colocándolas en orden conforme a tus dificultades. Colócalas por orden de mayor a menor gravedad, según tu apreciación.
Mi cuerpo
Mi mente
Mis errores
Mis sentimientos o emociones
Mi personalidad
¿Acepto mi cuerpo?
La apariencia física es probablemente el primer aspecto, y también el más frecuente, en torno al cual se hacen comentarios y comparaciones. Como consecuencia, se convierte en un serio obstáculo para la auto-aceptación en muchos de nosotros. Numerosos psicólogos consideran que la apariencia física es el factor más importante para la autoestima de una persona. A casi todos nos gustaría modificar al menos un punto en nuestro aspecto físico. Nos gustaría ser más altos, o más bajos, tener más cabello o una nariz más pequeña. Leí algo cierta vez sobre un test de autoestima, que pedía al lector que se pusiese de pie frente a un espejo de cuerpo entero. Eran estas las instrucciones: “Vuélvete de todos los lados, examinando tu apariencia con ojo crítico. Entonces, mirándote al espejo, pregúntate: ¿me gusta el cuerpo que tengo? A veces, incluso hay personas guapas a quienes no les gusta su apariencia. Tengo que preguntarme cómo mi apariencia me afecta en mi autoestima. Cualquier cosa que no sea una respuesta honrada es un pésimo comienzo. La mayoría de los cirujanos estéticos afirma que, a la corrección de una anormalidad física, casi siempre se sigue un cambio psicológico en el paciente. La persona de buena apariencia se hace más comunicativa, más feliz y confiada.
Otro aspecto de la auto-aceptación del cuerpo se refiere a nuestra salud. No siempre las personas fuertes tienen un físico saludable. Por razones genéticas u otras, muchos de nosotros hemos de vivir con algún incómodo físico. Problemas en la vista o en los pulmones, en el intestino o en el estómago, problemas de piel, epilepsia o diabetes. Hemos de tener el coraje de preguntarnos cómo esas limitaciones físicas afectan a nuestra autoestima. También aquí el único punto de vista constructivo es la total honradez. Solo la verdad puede hacernos libres.
¿Acepto mi mente?
En casi todas las situaciones en la escuela y en el trabajo, el énfasis se pone en la inteligencia. En nuestras relaciones personales, afrontamos con frecuencia una competición intelectual con los demás. Muchos arrastran recuerdos dolorosos de situaciones sociales o de los tiempos de la escuela, en que se sintieron vejados o ridiculizados; recuerdos de haber sido criticados por alguna pregunta, comentario o comportamiento.Así, debemos preguntarnos si nos sentimos cómodos con la cantidad o calidad de la inteligencia con que estamos dotados. ¿Tengo tendencia a compararme con otros en ese aspecto? ¿Me dejo intimidar por las personas que parecen tener un razonamiento más rápido o estar mejor informadas que yo? Mi autoestima y, por consiguiente, mi felicidad, pueden estar seriamente afectadas por esas preguntas y sus respuestas.
Un enemigo de la autoestima que hay que vencer es la pereza (ese es el nombre que damos a las fuerzas de la inercia y de la entropía cuando se manifiestan psicológicamente). ¿No es cierto que a veces fracasamos únicamente por faltarnos disposición para generar el esfuerzo necesario para una respuesta apropiada? Está claro que a veces la pereza está facilitada por la fatiga, pero no necesariamente. A veces somos simplemente perezosos; es decir, no desafiamos a la inercia, sino que elegimos permanecer tal como estamos.