¡Ayúdame, por favor!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 21/11/2013 09:14:56
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"Vivir es descubrir por uno mismo aquello que es verdadero, y tú puedes hacerlo cuando hay libertad, cuando existe una revolución interna continua y constante dentro de ti".
(Krishnamurti)
La vida fluye en el planeta Tierra, donde la naturaleza acompaña un ciclo en el cual la finitud y la renovación son representadas por las estaciones del año.
Inserto en este escenario de vida y muerte se encuentra el hombre dotado de inteligencia, si bien con poder de decisión sobre sí mismo y sobre los designios de su planeta, a medida que ejerce lo que es inherente a su naturaleza: el libre albedrío.
Con su libertad de elección el individuo encamina su experiencia vital en el sentido de valorar o no las lecciones de vida que sobrevienen durante la jornada física. Si las valora, éstas se convierten en aprendizaje, o sea, experiencia y conocimiento, de que el individuo se apropia en beneficio de su auto-descubrimiento. Lo contrario conduce al ser inteligente a negar su propio sentido natural y a desviarse hacia caminos más sombríos de su existencia.
Ahora bien, siendo la vida un reto para el espíritu, que en su andadura busca el equilibrio entre las experiencias de dolor y de amor, tal desafío indica que los aprendizajes son engranajes que mueven el mecanismo de la evolución consciencial mediante el auto-conocimiento.
Sin embargo, esta comprensión se hace difícil para el individuo que mantiene su sintonía ligada emocionalmente a sentimientos negativos de su pasado. Situación que estimula la aparición de procesos obsesivos y somáticos que paralizan o retardan la expansión de la conciencia.
Sentimientos negativos atraillados a lo pretérito potencian el miedo y la cólera, que accionan mecanismos inconscientes nocivos para la salud del individuo. Y salud en desequilibrio, desde el punto de vista bío-psíquico-espiritual, significa que el individuo no acompaña el proceso de renovación que es la fase más importante de su ciclo vital, permaneciendo, de esa forma, adormecido en la sensación de finitud compatible con la realidad de su cuerpo físico.
Cuando no hay renovación en la experiencia vital, la vida no fluye y no se completa según orienta la ley universal en relación a la naturaleza humana en el planeta Tierra. Y cuando permanece la sensación de finitud, emergen de la inconsciencia los mecanismos de autodestrucción que actúan en el sentido de impedir que el ser inteligente se libere de un "estado de cosas" en que se ha convertido su vida.
En el proceso vital, las experiencias relativas al dolor y al sufrimiento superan las experiencias asociadas al amor. Con todo, es desafío del espíritu que retorna para una nueva vivencia en la materia, el equilibrar estas experiencias para que la vida no se convierta en un "infierno" donde la tristeza, el odio y el descreimiento encuentren albergue seguro.
Por tanto, ayudar al prójimo tiene un límite bien definido en las relaciones del individuo con la religión, con la psicología, con las terapias y psicoterapias alternativas, e incluso con las técnicas de autoayuda, a medida en que la situación depende casi exclusivamente de que el propio individuo despierte para la necesidad de renovación interior a través del proceso de conocimiento de sí mismo inserido en el contexto más amplio de su existencia.
La vida de cada ser inteligente es la consecuencia de sus elecciones, tanto en el pasado como en el presente, es decir, el individuo fue, es, y siempre será, el agente de su propia historia existencial. Y el poder de transformarse a sí mismo está en el libre albedrío en consonancia con las leyes que rigen la vida en el universo.
La capacidad de renovación es y lo será siempre un atributo del espíritu que despierta para la "primavera" de la vida. En esa dirección, el tercer milenio estimula naturalmente que las sombras de la inconsciencia sean tocadas por la luz de la conciencia que revela las verdades de cada uno inseridas en la dinámica de la vida.
En el escenario existencial, aquel que ayuda al otro a encontrar su camino, es únicamente un facilitador de actuación discreta y limitada, toda vez que incumbe al actor principal en el escenario de la vida, cumplir su papel y descubrir que el resultado de su trayectoria dependerá, exclusivamente, de su desempeño en la relación directa con las experiencias de vida que tendrá por el camino.
Si son bien asimiladas, esas lecciones se convierten en aprendizajes para que el espíritu afine su sentido de equilibrio vital entre las experiencias de dolor y de amor, y se libere, poco a poco, de las energías que enturbian su mente y contaminan su cuerpo físico y espiritual con desequilibrios conocidos como patologías.
Por tanto, buscar ayuda en el otro es válido e importante, pero, por encima de todo, es imprescindible ayudarse para ser ayudado por las consecuencias de una nueva actitud adoptada frente a la vida, pues sólo vislumbramos el horizonte cuando disipamos la niebla que ofusca nuestra vista.
Entretanto, no nos basta visualizar el horizonte, sino que hemos de caminar hacia él con pasos firmes y seguros para que el modelo emocional-conductual que portamos en el equipaje de la existencia, se convierta en una realidad de renovación y expansión.