Basta de angustia
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 29/12/2015 08:31:07
Autor Tom Coelho - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
“Nadie cambia a nadie; nadie cambia solo;
nosotros cambiamos en los encuentros”.
(Roberto Crema)
Yo podría desearte una tradicional “Feliz Navidad”, pero eso aseguraría no más que dos días de felicidad. Ya los votos protocolarios de “Felices Fiestas” se extenderían únicamente a una semana. Por eso quiero desearte algo capaz de perdurar todo un año: ¡basta de angustia!
Ansiedad y angustia se han vuelto compañeros indeseados. La ansiedad representa un estado de impaciencia, de inquietud, un deseo recóndito de anticipar una decisión, de abreviar una respuesta, de aplacar expectativas.
La angustia es una sensación de incomodidad, un malestar físico que oprime la garganta, comprime el diafragma, acelera el pulso, y una congoja psíquica que aflige, agoniza, atormenta.
La ansiedad es un tiempo que no llega; la angustia, un tiempo que no se va.
Amantes que aguardan el encuentro, eso es ansiedad; relaciones desgastadas que no terminan, es angustia. El prenuncio del fin de semana para un padre divorciado es ansiedad; la despedida de los hijos el domingo es angustia. La espera por el resultado de un concurso es ansiedad; ver tu nombre clasificado en una lista de espera es angustia. La expectativa del primer día de trabajo es ansiedad; el fin de la jornada laboral, que tarda, es angustia.
Estamos angustiados por opción, por fuerza de nuestras propias elecciones, por cosas y personas. Asumimos compromisos financieros que no podemos saldar, adquirimos bienes que no podemos pagar. Todo en busca de estatus. Compramos lo que no necesitamos, con el dinero que no tenemos, para mostrar a quien no nos gusta una persona que no somos. El acto de la compra es sublime y fugaz. La obligación que resulta es amarga y duradera. Y angustiante.
Muchas son las personas que nos angustian con sus argumentaciones, pleitos o mera presencia. El teléfono toca y al identificar el número dudas si atender. Una visita es anunciada y tu deseo es simplemente mandar decir que no estás.
De tanto cultivar la ansiedad, de tanto permitirnos la angustia, cosechamos la depresión. Entonces, echamos mano de un comprimido de Prozac y fingimos que todo está bien.
Por eso, mi invitación es a que tú des un basta a tu angustia. Echa fuera de tu vida a quien y aquello que no te hace bien. Puede ser un cliente pesado o un proveedor desatento; un amigo supuestamente leal, pero que es en realidad un interesado contumaz; o un amor no correspondido.
Toma iniciativas que has venido retrasando. Haz una lista de tareas pendientes y programa fechas para su conclusión. Limpia cajones, elimina archivos innecesarios. Revisa tu agenda de contactos y tu colección de tarjetas de visita, desechando a los que ya ni siquiera conoces – y que quizá nunca hayas conocido.
Sal al encuentro de quien te gusta para demostrarle tu afecto. Pide perdón a quien se dice ofendido por ti, incluso aunque no te conste haberlo hecho. Ofrece flores, una canción, un abrazo y un apretón de manos. Ofrece tus oídos y tu atención.
La vida es breve y parece ser cada vez más corta porque el tiempo se nos escurre entre las manos.
Compromisos inaplazables, reuniones interminables, tráfico insoportable. Almuerzos en sitios de comida rápida, decisiones a toda pastilla, relaciones de quita y pon. Cotidiano que agobia, reprime, deprime.
Caminar por las calles, admirar la luna, contar estrellas, observar el dibujo que forman las nubes en el cielo. Encontrar amigos, saborear los alimentos, disfrutar de los hijos. Elige ir más ligero, vivir con serenidad. Libera el peso angustiante que cargan tus espaldas. Vive, no sólo te dejes vivir.