Choque anafiláctico
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:34:30
Autor Tom Coelho
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Traducción de Teresa
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En mayor o menor grado, somos todos autodidactas. Aprendemos mucho por medio de estudios, bastante a través de nuestras relaciones y una infinidad por nuestra propia experiencia.
La persona a quien le entusiasme solucionar problemas eléctricos o hidráulicos en su casa, desmontando y volviendo a montar utensilios y electrodomésticos, podrá adquirir competencias dignas de un ingeniero. Análogamente, alguien que se envuelva en muchas cuestiones de justicia podrá alcanzar conocimientos que lo aproximen a un licenciado en Derecho.
Siguiendo este razonamiento, personas acometidas por enfermedades desarrollan un "algo" de médicos. Aprenden, desde las jergas de la profesión, hasta a hacer diagnósticos, llegando aun a la automedicación, incluyendo el conocimiento del principio activo e informaciones técnicas de los productos, sus indicaciones, contraindicaciones, reacciones adversas y posología.
Tuve una niñez marcada por una salud debilitada. Problemas en el sistema respiratorio. Una bronquitis persistente que trajo de la mano una fiebre reumática, convirtiéndome en invitado frecuente en las farmacias. En lugar de sorbetes de limón, uva o piña, inyecciones de penicilina. Son los llamados antibióticos, así denominados porque van contra la vida. No sólo la vida de bacterias y virus, sino toda y cualquier vida. De tanto tomar antibióticos, mi organismo ha creado resistencias.
Siempre es así: todo recipiente tiene una capacidad limitada a su volumen máximo. A partir de ahí, se desborda. Y la culpa no es de aquella gota adicional, sino de todas las otras depositadas anteriormente. Y es por eso que hay relaciones que se deshacen. No fue por una única palabra, gesto o acción, sino por culpa de todas las palabras, gestos y acciones que le precedieron. Sin embargo, esta es otra historia.
Uno de estos días me sometí a un tratamiento dental. La microcirugía causó un esperado proceso inflamatorio en la zona afectada. Siempre traté la osteoartritis con Vioxx, medicamento retirado de la circulación en septiembre de 2004, después de comprobados los riesgos vasculares para los usuarios. En su lugar, el dentista me recetó dos similares.
Según relaté, mi organismo resistente ha dado lugar a un ser que no puede ponerse enfermo. Basta un comprimido conteniendo ácido acetilsalicílico, o un analgésico a base de dipirona sódica, por ejemplo, para desencadenar reacciones alérgicas que, según la dosis, pueden demandar una traqueotomía - para quien no lo sepa, un procedimiento altamente invasivo que consiste en hacer una abertura en la tráquea para permitir la entrada de aire, el paso del oxígeno que alimenta la vida.
En la farmacia, tras leer el prospecto de los dos medicamentos sustitutos prescritos, descubrí que ambos están contraindicados para personas alérgicas al ácido acetilsalicílico. Así, evité el riesgo de un choque anafiláctico, marchándome para mi casa. Pasando dolor, pero vivo.
Entonces, me puse a pensar en la vastedad de este país de dimensiones continentales, en el bajo índice educacional de la mayoría de la población, en las deficiencias de nuestro sistema de salud. E imaginé cuántos son victimados, todos los días, por diagnósticos superficiales resultantes de la no realización de análisis - para reducir los costes - y de profilaxis inadecuadas por inepcia, omisión, o mera falta de atención de los profesionales. Los más pobres no leen lo que se les receta porque no entienden la letra. No leen el prospecto porque eso es cosa de médicos. Entonces, sólo hacen lo que el "doctor" recomienda, porque éstos son tenidos por mensajeros de Dios en la Tierra. Y acaban por morir, considerándolo natural y obra de la divina providencia.
* Tom Coelho es educador, conferencista en gestión de personas y negocios, escritor con artículos publicados en 17 países y autor de nueve libros.