Cómo convertirse en una persona zen
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 15/10/2010 15:01:48
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Actualmente muchas personas buscan el estado zen, en el cual el equilibrio mental y la paz de espíritu se convierten en herramientas para enfrentar el estrés de las grandes ciudades.
La capacidad de estar al mismo tiempo conectado y desconectado en una realidad dinámica, repleta de movimiento humano, exige del individuo una difícil tarea encaminada a la paz interior.
Subjetivamente, la agitación, la competitividad y el consiguiente estrés, son enemigos en común que afectan a todos aquellos que conviven en un espacio urbano de considerable movimiento.
Esa contagiosa energía se vuelve imperceptible y, cuando nos damos cuenta, estamos envueltos en un “torbellino” de energías negativas, que al actuar sobre nuestra mente desprotegida, nos desarmonizan.
Una vez envueltos en ese complejo energético, la mente se pone agitada y, cuando la mente mantiene un ritmo agitado el cuerpo lo acompaña, resultando de esa incorporación a nivel inconsciente: insomnio, dolores generalizados por el cuerpo, fatiga física y mental, entre otras somatizaciones.
Ser “zen” no significa ser un individuo desligado de la sintonía materialista. No obstante, la práctica de la autodisciplina y el ejercicio de la percepción intuitiva, no racional, del sentido de la vida y de sus fenómenos, no puede faltar en la búsqueda de la calidad de vida a través de un mejor nivel de auto-conocimiento mediante la expansión de la conciencia.
En ese sentido, las técnicas de meditación budista y el procedimiento de reforma íntima propuesto por el Espiritismo son opciones seguras para alcanzar un estado zen, sin perjuicio para la vida activa en la sociedad moderna.
A comenzar por la consciente posición de siempre “estar en la suya”, que en absoluto significa egoísmo, sino una forma de protegerse y percibir la dinámica de lo cotidiano de la vida a través de una visión más precisa de sus imperfecciones.
Cuando nos encontramos con la mente limpia de impurezas, y vigilantes en relación a nuestros actos, no nos dejamos envolver en situaciones que puedan desarmonizarnos. Toda forma de maledicencia son dardos venenosos que, lanzados por la boca o a través de acciones, retornan en forma de energía negativa que nos afecta inapelablemente.
Si buscamos conscientemente la paz interior, hemos de perseverar en la auto-vigilancia. La reforma interior exige de nosotros una gradual “asepsia” de pensamientos. La mente y el cuerpo son como la casa que después de haber estado mucho tiempo cerrada, necesita que entre aire y luz solar para que las impurezas acumuladas se disipen…
No dejarse envolver por energías negativas es el primer paso para quien desea alterar su propia energía, manteniéndola estable y sana. Mantener la auto-vigilancia es el segundo paso, aunque podamos parecer a ojos de los demás, una persona “siempre en la suya”.
A medida que ejercitamos esa filosofía de vida en lo cotidiano, damos impulso al proceso de reforma interior, o íntima como dicen los espíritas. Y reformarse íntimamente es aceptar valores éticos, morales y espirituales como norte de la jornada para el encuentro de su verdadero yo.
El estado zen requiere un cambio de actitud frente a la vida. Actitud fundamentada en el respeto a sí mismo, al semejante y a toda forma de vida que comparte con nosotros ese inmenso espacio físico llamado Tierra.
Ser zen, por tanto, es no callar ante las injusticias, pero silenciar en situaciones en que la maledicencia fluye a través de la palabra que agrede.
Ser zen es estar receptivo a la energía del bien, y practicarlo indistintamente, sin mirar a quien…
Ser zen es estar atento, perceptivo, tranquilo y conectado, pero al mismo tiempo “desconectado” de aquello que no promueve el crecimiento humano.
Ser zen es estar al mando de sí mismo, con los pies en el suelo, pero con la mente enfocada hacia el universo.
Ser zen es perseguir la verdad con el entusiasmo del discípulo y la paciencia del maestro.
En fin, ser zen es no sentirse superior ni inferior a nadie, sino en paz con la propia conciencia y tener la certeza de continuar siendo un eterno aprendiz.
Psicoterapeuta Interdimensional.
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