Cosas de chiquillo, gestos y palabras de ángel
por Wilson Francisco em STUM WORLDAtualizado em 26/04/2007 15:33:27
Traducción de Teresa - [email protected]
Anita es una amiga evolutiva mía y reside en Itapeva, Sao Paulo. Ha tenido un hijo, Henrique, que dejó el cuerpo a los 6 años de edad, de cáncer. Henrique era una criatura singular. Dadivoso y desprendido. Recogía mendigos de la calle y los llevaba para su casa y su madre era convocada para cuidar de ellos. Un día, trajo a un niño pobre para almorzar. Anita tenía la costumbre de hacer el plato de toda la familia, escogiendo para el Sr. Wilson – su esposo – y para los hijos, los pedazos de pollo que, sabía ella, le gustaban a cada cual. Cuando le llegó la vez al niño de la calle, tomó de la cazuela un pedazo cualquiera y lo colocó en el plato del crío. Henrique la interrumpió, diciendo: Mamá, tú no sabes qué pedazo le gusta. Y Anita, entonces, tuvo que indagar del chico cuál era su pedazo preferido.
Conversación con Jesús
Adriano es el hijo más joven de Hilda. Cuando aún era pequeño él solía decir a su madre que había asistido a la boda de ella, describiendo la iglesia y la ropa de los participantes, acertando en todos los detalles. En otra oportunidad, él contó en confidencia a su madre que antes de entrar en el vientre de ella, un hombre le había administrado unos polvos en una cuchara haciendo que, después de engullir aquel medicamento, su cuerpo fuese disminuyendo hasta desaparecer.
Cuando cumplió los 3 años fue acometido por un problema cardíaco, popularmente denominado soplo. Y sufría bastante. Un día, la madre entró en su cuarto y fue sorprendida por una escena emocionante. Adriano estaba de rodillas ante un cuadro con la imagen de Jesús. Decía el niño: Mira, Jesús, antes de que yo llegase a la barriga de mi madre, tú has dicho que después de nacer yo iba a sufrir. Pero no me habías dicho que era tanto dolor, eso no.
No ha sido aborto, mamá, era mi tiempo.
Alrededor de 1997 he conocido a un peluquero en la calle Augusta, centro de Sao Paulo. Él me ha contado este acontecimiento, emocionado. “Yo vivía con una tía y poco sabía de su vida de cuando era joven. Era una mujer triste. Vivía quieta, aunque siempre servicial. Una noche tuve un sueño extraño. Un chiquillo apareció ante mí y dijo: Mira, yo soy Paulinho, hijo de tu tía. Dile que no fue el aborto lo que ha impedido mi nacimiento. Mi tiempo de vida era aquel mismo. Estaba escrito por Dios. Y después de decir eso, insistió conmigo, para que aquel mismo día yo le diese el recado. Y desapareció, sonriendo. Desperté temprano, me fui directamente al cuarto de mi tía y le di el recado recibido en sueños. Mi tía quedó emocionada y, sonriendo, con lágrimas en los ojos, dijo: Cuando yo era jovencita, quedé embarazada y elegí un nombre para mi hijo: Paulo. Sin embargo, la vida en aquella época era difícil, el padre del crío se largó y me quedé sola. Sucedió el aborto, a los seis meses de embarazo, y consideré que yo había sido la responsable de lo ocurrido. Este acontecimiento transformó mi vida. Dios os bendiga a los dos por la revelación”.
La niña en la plaza
Un domingo por la noche paré el coche en un semáforo de la plaza Princesa Izabel – centro de Sao Paulo. Estaba con mi esposa y hacía frío. De repente, alguien tocó ligeramente la puerta de mi lado, atendí, bajando el cristal. Era una niña, de unos 10 años. El cuerpo esmirriado y la mirada profunda demostraban dolor y abandono. La miré con cariño y atención. Y observé una cosa emocionante. Ella traía en el pecho, envuelto en su blusita, un perrito, al que cubría con cuidado de madre. Aquella escena fue impresionante. A pesar de su dolor y miseria, tenía un regazo y dividía su abrigo con el perro.
Cosas de chiquilla, gesto de ángel
