¿Cuál es tu encanto?
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 28/10/2015 10:09:02
Traducción de Teresa - [email protected]
Es prácticamente unánime en muchas personas la percepción de que hay algo en ellas que no está correcto, que no está bien. Como si fuese una parte torcida. Puede ser la nariz, la oreja, las piernas, los pies, en fin, cada cual tiene su queja. Una o varias. Y puede ser bien difícil, algunas veces, aceptar alguna parte de nuestro cuerpo que no está conforme a lo que los medios dictan como modelo o incluso algo de nosotros mismos que en nosotros no nos gusta.
Claro que no es necesario que nos guste absolutamente todo. Pero ¿habrá de veras alguien totalmente satisfecho con su propio cuerpo? O mejor, ¿existirá de veras algún cuerpo completamente perfecto? Para empezar, ¿qué es la perfección, considerando que nos pasamos la vida repitiendo que ésta no existe, excepto en el Creador?
¿Tendrá de veras sentido sufrir o despreciarnos por algo que nos parece no ser como debería? Ese juicio ¿puede rendir algo de positivo o creativo? ¡Estoy cada vez más segura de que no!
Y esa reflexión me vino aún más clara porque recientemente visité un punto turístico muy famoso en el mundo entero, precisamente por estar torcido. Por no ser correcto, derecho o perfecto. Pero es exactamente su “tuertez” lo que la hace tan encantadora. Se trata de la Torre de Pisa, en la región de la Toscana – Italia.
Lo más interesante es que hay quien cree que la Torre se ha construido torcida a propósito, pero el hecho es que se trata de un error. Ella fue construida en un terreno inestable e incluso han intentado reparar esa inestabilidad con ciertas medidas de ingeniería durante la construcción, pero no dieron resultado y la Torre terminó inclinándose todavía más, durante algún tiempo.
Hoy, estable, se ha convertido en tarjeta postal de la ciudad y visitada por miles de personas cada año, rindiendo beneficios a trabajadores, comerciantes y habitantes del lugar. Y la reflexión que me viene es: ¿y si los que idearon la Torre no hubiesen aceptado su 'tuertez' y la hubiesen destruido? ¿Y si hubiesen insistido en construirla en otro lugar para que pudiese ser derecha, recta? ¿Sería su fama la misma? ¿Serían tantos los beneficios?
Empleando esa misma reflexión, me pregunté: ¿cuántas cosas no hay en nosotros mismos, en las cuales gastamos tanto esfuerzo por intentar arreglarlas, cuando lo cierto es que podrían ser nuestros diferenciales? Algunas personas incluso sufren y se rebelan por el hecho de que alguna parte suya no es igual a la de los otros o por no corresponder al modelo de recto o derecho, perdiendo la ocasión de mirar el encanto existente en su 'tuertez'.
Más que eso, raramente logramos percibir que en la inestabilidad es donde más maduramos, más descubrimos sobre nosotros mismos. Y en un momento de hacer ajustes y adecuaciones es cuando más podemos reconocer nuestros talentos y nuestro potencial. Y esto sucede especialmente en el amor.
Cuando nos dolemos por una relación que termina, un amor no correspondido, una traición, es cuando más podemos darnos cuenta de lo que hay de iluminado y también de oscuro en nosotros. Es cuando tenemos más condiciones y hasta disponibilidad para examinar lo que hemos hecho 'bien' y lo que hicimos 'torcido' y cuánto eso muestra lo que uno es. Lo que uno quiere ser. Lo que uno tiene de diferente y que puede encantar al mundo a nuestro alrededor.
Mi sugerencia es que empieces a aceptar mejor lo que hay de 'torcido' en ti. No para acomodarte o para ser menos de lo que puedes, sino para transformar lo torcido en belleza, en encanto. Para reconocer tu singularidad y tu capacidad de ser feliz siendo tú mismo, siendo a tu manera. Así, ser tú puede convertirse en una experiencia mucho más interesante, leve y grata.
